Alegría, gratitud y orgullo

Con estas tres palabras quiero resumir mi experiencia humana y cristiana con motivo de la Canonización en la Plaza de San Pedro de Roma de San Manuel González García, (l877-l940), Obispo de Palencia y otros seis santos más, realizada por el Papa Francisco el domingo pasado, 16 de octubre de 2016. Creo que es también la experiencia de D. Antonio Gómez Cantero, Vicario General, y de muchos peregrinos que volvimos de Roma cansados pero contentos y renovados.

Alegría al ver reconocida por toda la Iglesia católica la santidad de siete hermanos nuestros de distintos tiempos y países: San Manuel, cristiano y sacerdote de Sevilla, Arcipreste de Huelva, Obispo de Málaga (1916-1935) y, finalmente, Obispo de Palencia (1935-1940), fundador de las Hermanas Misioneras Eucarísticas de Nazaret y de la Unión Eucarística Reparadora, de España; San José Sánchez, “Joselito” como le llaman sus paisanos, de Méjico, que fue martirizado a las 14 años: San José Gabriel del Rosario Brochero, el “Cura Brochero”, Argentina; San Salomón Leclercq, mártir de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, y Santa Isabel de la Trinidad, carmelita y mística, de Francia, y dos italianos, el sacerdote Ludovico Pavoni, fundador de los hijos de maría Inmaculada y Alfonso María Fusco, fundador de las Hermanas de San Juan Bautista.

Alegría al experimentar la catolicidad, la universalidad de la Iglesia. Ver unidos a tantas personas de distintos países, colores, razas, edades y culturas por la misma fe, cantando el mismo Credo, celebrando la misma Eucaristía, compartiendo la alegría del amor, elevando la misma oración, esperando las mismas promesas... Realmente qué grande es el misterio de la Iglesia, la familia de los hijos de Dios extendida por todo el mundo. Especialmente alegre ha sido el encontrarnos con cristianos de Sevilla, Huelva, Málaga con quienes compartimos el santo y otras Iglesias en España. Todo era una fiesta.

Alegría al encontrarnos allí tantos palentinos. Allí me encontré con sacerdotes, religiosos y religiosas de nuestra Diócesis, con la Presidenta de la Diputación de Palencia y con el Alcalde de Palencia que participaban en la delegación oficial del Gobierno de España; pude saludar a muchas Hermanas Misioneras Eucarísticas de Nazaret, todas llevan a Palencia en su corazón y mente; alegría por haber podido estar en dos momentos con el papa Francisco, en la Eucaristía, concelebrando con él en el altar y recibiendo el saludo de la paz del Señor, y después en el saludo final donde estreché su mano y le expresé la admiración, la gratitud y comunión fiel de los cristianos palentinos a su persona y ministerio...

Gratitud a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo por las maravillas que ha hecho en los santos, nuestros hermanos, y hace hoy en tantos hombres y mujeres que se abren a su amor y gracia. Gratitud a los santos: nosotros somos el fruto de su fe, sangre, sudores, desvelos, sufrimientos y amores. Gratitud a nuestra familia, la Iglesia, tantas veces despreciada, atacada, incomprendida y manchada por nuestros faltas y pecados, pero siempre joven y bella, que ha dado y da sus mejores hijos e hijas para el servicio humilde y entregado a los hombres y mujeres. Gratitud a todos los que nos acogieron en sus casas, organizaron los viajes, la estancia; gratitud a los que prepararon la celebración, etc... Y era difícil, pues estábamos más de 300 obispos, 1300 sacerdotes, y no sé cuántos fieles laicos que llenábamos la plaza de san Pedro hasta cerca del Tiber.

Y orgullo, pero del sano y santo, por San Manuel. Yo miraba su imagen que colgaba de la logia de San Pedro, en la Iglesia de San Andrés Da Valle o en Santa María la Mayor y le veía sonreír, siempre sonriendo. Con cercanía, con amor, contento, con sus ojos vivos, lleno de la gloria de Dios, como diciéndonos: ánimo, adelante en la tarea evangelizadora, renovad el servicio por amor a todos, pero especialmente a los descartados de la sociedad, a los últimos, a los que no cuentan; merece la pena, no os canséis, Dios está con vosotros por medio de su espíritu en la Eucaristía, en el Sagrario, en cada acontecimiento de la vida y en cada encuentro con cada hombre y mujer si lo sabemos ver y vivir desde la fe y el amor, en Santa María os acompaña con su amor, la recompensa es el mismo Dios. Sed hombres de paz, misericordia y perdón. Yo estaba también orgulloso al oír el nombre de Palencia. Creo que nunca ha sonado tanto en el mundo entero el nombre de Palencia y con mejor causa.

Sonreía San Manuel y yo empapaba mis ojos de su figura santa y le decía: intercede por la Iglesia de Palencia, que es de Cristo y es tuya; intercede por los sacerdotes, por el diácono, por los seminaristas, por los misioneros, por los religiosos y religiosas, por los laicos, por los niños, por los jóvenes, por las familias, por los centros educativos, por los ancianos, por los enfermos, por los peregrinos, por los que crean trabajo, por los que trabajan y los que están en paro o no tienen un trabajo decente, por nuestros pueblos despoblados, por los creyentes, por los que te consideran o nos consideran enemigos, cuando para ti y para nosotros son hermanos, por nuestras autoridades, por los obispos que han sido tus sucesores, Francisco Javier Lauzurica, José Souto, Anastasio Granados, Nicolás Castellanos, Ricardo Blázquez, Rafael Palmero, José Ignacio Munilla, Esteban Escudero, y por mí, indigno y humilde obispo de Palencia para que sirva a mis hermanos desde el amor misericordioso como Cristo, el rostro de la misericordia del Padre.

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