Palabra y Vida - Acoger al Señor, poniendo a sus pies nuestra vida

Domingo de Ramos, puerta de entrada en la Semana Santa. Comienzo de un tiempo especial para todos nosotros. Semana inolvidable en la que podremos vivir los grandes misterios de nuestra fe, podremos confesar nuestros pecados, participar en las celebraciones litúrgicas, sentarnos a la mesa del Amor, vivir ratos de oración ante el Santísimo, hacer visible los misterios de nuestra salvación participando en las procesiones, celebrar el Viacrucis en el templo o en la calle, participar de la alegría de la Vigilia Pascual y ser testigos, una vez más, de la Resurrección del Señor. Todo este plan se nos propone como una gran oportunidad que Dios nos regala para fortalecer nuestra fe. Para santificarnos y hacer santo no solo el tiempo sino nuestro comportamiento, nuestra vida y nuestra persona.

 

Domingo de Ramos, domingo de Pasión

Hoy la liturgia nos ofrece dos evangelios. Al iniciar la Eucaristía y antes de la bendición y procesión de los ramos, leemos el relato de la entrada de Jesús en Jerusalén sobre un borrico. Imagen que identifica el aspecto festivo y alegre de este día. En la Liturgia de la Palabra leeremos el relato de la Pasión, este año según san Mateo, y que volveremos a leer el Viernes Santo, entonces, de la pluma de san Juan, que resalta el aspecto de pasión y dolor.

Dos evangelios que nos hablan del doble significado de lo que hoy vivimos y celebramos y que constatamos en los dos nombres con los que conocemos este día: domingo de Ramos y domingo de Pasión. Dos aspectos que conforman el mensaje central del misterio pascual que vamos a vivir: la vida y la muerte; el triunfo y el fracaso, la victoria y el sufrimiento. La procesión de ramos expresa el gozo y la alegría de acoger al Señor que viene hasta nosotros y a la vez en la lectura de la Pasión nos preparamos para aquella otra procesión que acaba en el Gólgota. Llevamos en nuestras manos un ramo de olivo cantando al Señor que viene hasta nosotros para que también podamos llevar en nuestras manos ese otro ramo de la cruz de Cristo que nos devuelva la salvación. Hoy importa fundamentalmente celebrar el triunfo de Jesús. Expresemos esa alegría con el ramo y que al llevarlo a casa nos recuerde que el Señor está junto a nosotros.

 

Bendito el que viene.

Los niños hebreos, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, aclamando: Hosanna en el cielo. Así dice la antífona de entrada de hoy. Se nos vuelve a invitar a repetir la misma actitud de aquellos niños; salir al encuentro del Señor y aclamarlo como el Señor, como nuestro Dios. Un detalle debemos resaltar de aquella entrada de Jesús en la ciudad de Jerusalén. La gente adornaba el camino con sus mantos poniendo su ropa a los pies del Señor. Una actitud maravillosa de acoger al Señor, poniendo a sus pies nuestra vida, nuestros vestidos que son nuestras buenas acciones. Alfombremos los caminos de nuestro mundo para que Dios pueda recorrerlos. Las túnicas con las que nos vestimos y arropamos que también vistan y arropen estos días al Señor y a quienes Él representa. Acompañemos con nuestros cantos al Señor, mostremos hoy la alegría de acoger al Señor para que podamos participar en sus misterios de amor y merezcamos tener parte en su triunfo, en su victoria y en su resurrección. Que toda nuestra celebración sirva para bendecir a Dios y gritar a nuestro mundo: Bendito el que viene en el nombre del Señor.

 

Comentario al Evangelio del 2 de abril de 2023, por José María de Valles, delegado diocesano de Liturgia. Emitido en “Iglesia Noticia” de la Diócesis de Palencia.

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