Jubileo 2025: La esperanza no defrauda

Jubileo 2025: La esperanza no defrauda

+ Mikel Garciandía Goñi. Obispo de Palencia

Queridos lectores, paz y bien.

Estamos en periodo vacacional, y en él tomamos distancia de lo que son las ocupaciones y preocupaciones propias del curso escolar y laboral. Y esta distancia puede ser una oportunidad para repasar y agradecer lo vivido, por una parte, y mirar hacia adelante por otra. El pasado 9 de mayo, el Papa Francisco publicó la bula convocando el Año Jubilar Ordinario 2025. En ella, concretaba el lema que se conocía desde hace tiempo, que era “peregrinantes in spem”, peregrinos en la esperanza. Y titulaba la bula Spes non confundit, la esperanza no defrauda.

«Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos, ocasión de reavivar la esperanza». Podemos hacer una lectura a la baja de lo que dice el Papa, considerando faltas de esperanza a las personas que no han encontrado una razón para creer. Pero también podemos reconocer los que nos decimos cristianos que la mordedura de la desesperanza hace también mella en nosotros.

Continúa el Papa: «asimismo, en la era del internet, donde el espacio y el tiempo son suplantados por el “aquí y ahora”, la paciencia resulta extraña. Si aun fuésemos capaces de contemplar la creación con asombro, comprenderíamos cuán esencial es la paciencia. Aguardar el alternarse de las estaciones con sus frutos; observar la vida de los animales y los ciclos de su desarrollo; tener los ojos sencillos de san Francisco que, en su Cántico de las criaturas, escrito hace 800 años, veía la creación como una gran familia y llamaba al sol “hermano” y a la luna “hermana”. Redescubrir la paciencia hace mucho bien a uno mismo y a los demás. San Pablo recurre frecuentemente a la paciencia para subrayar la importancia de la perseverancia y de la confianza en aquello que Dios nos ha prometido, pero sobre todo testimonia que Dios es paciente con nosotros, porque es “el Dios de la constancia y del consuelo” (Rm 15,5). La paciencia, que también es fruto del Espíritu Santo, mantiene viva la esperanza y la consolida como virtud y estilo de vida. Por lo tanto, aprendamos a pedir con frecuencia la gracia de la paciencia, que es hija de la esperanza y al mismo tiempo la sostiene».

Este planteamiento choca frontalmente con la cultura del consumo que nos traspasa y nos mantiene entre la ansiedad y las prisas. Apenas llevamos unos segundos con alguien y ya nuestra cabeza comienza a dictarnos que esa persona nos está quitando el tiempo. O sostenemos un proyecto y un trabajo en el tiempo, y ya nos planteamos si no habrá que dejarlo, pues no vemos resultados. O acompañamos a alguien en dificultad y pensamos en darle rápidamente un ultimátum para poder pasar a otra cosa. Qué difícil nos resulta ser pacientes.

«Este entretejido de esperanza y paciencia muestra claramente cómo la vida cristiana es un camino, que también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús. Me agrada pensar que fue justamente un itinerario de gracia, animado por la espiritualidad popular, el que precedió la convocación del primer Jubileo en el año 1300». Es decir, Dios nos pone en el camino un momento fuerte, y nos regala todo el año 2025 para sanar nuestras heridas y pecados contra la esperanza.

«Al mismo tiempo, este Año Santo orientará el camino hacia otro aniversario fundamental para todos los cristianos: en el 2033 se celebrarán los dos mil años de la Redención realizada por medio de la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús. Nos encontramos así frente a un itinerario marcado por grandes etapas, en las que la gracia de Dios precede y acompaña al pueblo que camina entusiasta en la fe, diligente en la caridad y perseverante en la esperanza (cf. 1 Ts 1,3)».

Como vemos, el Papa Francisco nos propone una agenda 2033, que ofrece inspiración, aliento y profecía del Reino de Dios a un mundo atenazado por dogmas que apagan la esperanza y una genuina cultura de la vida: la esperanza no defrauda.