“Tu compromiso mejora el mundo”

El día del Corpus Cristi es también el día de la Caridad y el día de Cáritas. Cáritas nos invita a vivir este día desde la alegría, el amor y el compromiso. No nos debe extrañar que Cáritas nos llame al compromiso para mejorar el mundo, que Jesucristo en la Eucaristía nos llame al compromiso.

Comprometerse es asumir una responsabilidad, una obligación, cumplir una promesa. Y nadie más se ha responsabilizado con el mundo, con toda la creación, y especialmente con el hombre, que Dios. Dios es la fuente de la vida por amor, Dios es creador; su compromiso le lleva a crear las cosas, hacerlas buenas, porque Él es bueno, y con especial cariño y ternura al varón y a la mujer. Cuando el ser humano se alejó, perdió la amistad con Dios por un mal ejercicio de la libertad, Dios se comprometió con una promesa de la victoria sobre el demonio y el mal (Gn 3, 15). Toda la historia es historia de salvación; la primera muestra será la alianza de Dios con la creación en la persona de Noé (Gn 9, 1-17); después vendrá la alianza con Abrahán, el amigo de Dios, será la alianza con toda la humanidad pues la promesa hecha a Abrahán es promesa de bendición para todas las familias de la tierra (Gn 12, 3). Vendrá después la alianza con el pueblo de Israel, la alianza del Sinaí (Ex 19 y 20), sellada con la sangre de un sacrificio (Ex 24). Después, a pesar de la infidelidad del pueblo, los profetas anunciarán una nueva alianza, así en la persona del Siervo de Yahvé (Is 42, 49,6); en Jeremías se concretará la alianza nueva y eterna cuyo misterio es la misericordia y el perdón de las culpas y pecados (Jer 31, 31-34); Ezequiel proclamará la alianza de paz eterna, una alianza en la que Dios derrama su espíritu en el interior del hombre (Ez 37, 12-14; 21-28; 39, 25-29).

El compromiso de Dios con la creación entera y con los hombres llegó al punto de no retorno en la encarnación de su Hijo, en Jesús, nacido de María Virgen (Lc 1, 28-28). El Padre se compromete tanto que dirá san Juan: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 16-17). El compromiso de Jesucristo con el mundo, para mejorar el mundo ha sido total; no vivió para sí, sino para los demás; pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal, especialmente a los pobres, marginados, descartados de la sociedad de su tiempo. Se entregó hasta el final, hasta hacerse el último y el servidor de todos (Jn 13, 1-20), hasta dar la vida por todos «nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos» (Jn 15, 13), también por los impíos (Rom 5, 8; 8, 31-39). Esta es la convicción profunda, la del amor, que movía a Pablo: «Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí» (Gal 2, 20). Esta convicción que ha movido a tantos cristianos comprometidos de diversas maneras y es la que debemos tener todos los cristianos, los que creemos en Cristo, los que participamos de la Eucaristía todos los domingos.

El compromiso de Cristo por mejorar la humanidad, por la felicidad de todos y cada uno de los hombres es expresión del amor. Amar es comprometerse con el amado, con la vida y felicidad de la persona amada en el gozo y en el dolor. Es hacerse buen samaritano (Lc.10). Jesús no sólo murió, sino que, resucitado, sigue comprometido con los hombres y el mundo intercediendo y enviando a todos su Espíritu Santo, que es Señor y dador de Vida. Es más, nos ha dejado la Eucaristía, memoria y presencia de la entrega de su carne y de su sangre por todos. Participar de la Eucaristía, comer y beber a su mesa, es sentir su amor total con cada uno y comprometerse con Él y como Él para quitar el pecado del mundo, traer la paz y mejorar el mundo. Amar es comprometerse con todo lo que somos y tenemos. ¿Acaso no hacen esto los padres y las madres por sus hijos? ¿Por quién sino trabajan, luchan, se sacrifican, aguantan, sufren e incluso mueren?

Cáritas es y debe ser expresión de nuestro compromiso en la misma línea de Jesús. No sólo dar y compartir, sino darnos y hacernos pan para los demás, con los que no les llega la pensión para pagar la luz, el piso, comer dignamente, etc. Hoy sigue habiendo entre nosotros pobrezas nuevas, crónicas, y soledad, que es una expresión de la pobreza. Compartir lo que somos y tenemos, luchar por el desarrollo de todos y de cada uno y luchar para cambiar la situación de la sociedad, para que todos puedan ver sus derechos reconocidos y ejercidos. Los cristianos tenemos que darnos y entregarnos por Cristo. Unos lo harán desde motivaciones ideológicas o por filantropía, otros buscando algo a cambio; nosotros desde el amor gratuito que tiene su fuente en Dios y que quiere que por nosotros, como si fuésemos canales, llegue a todos para hacer de nuestro mundo un cielo nuevo y una tierra nueva, donde reine la justicia y el amor, donde «Dios enjugará toda lágrima de los, ojos, y ya no habrá ni muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor,... donde Dios haga nuevas todas las cosas». (Ap 2, 11-6).

Agradezco la labor que realiza el personal de Cáritas Diocesana y de las Cáritas parroquiales; hago una llamada a formar grupos de Cáritas en las Unidades Pastorales donde no existan, e invito a todos a comprometerse con Cáritas para mejorar el mundo.

+ Manuel Herrero Fernández, OSA

Obispo de Palencia.

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