Homilía de nuestro obispo en la Vigilia Pascual 2022

Homilía de nuestro obispo en la Vigilia Pascual 2022

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

¡Feliz Pascua, hermanos! Como las mujeres en el Evangelio, hemos venido aquí, pero no con aromas para embalsamar a Jesús, sino para ser testigos como ellas del acontecimiento mayor de la historia, después dela Creación.

Fue grande, muy grande, que el Hijo de Dios se hiciera hombre por nosotros y nuestra salvación; que de sus labios saliera una enseñanza, la Palabra de Dios, que nos muestra a todos el camino de la Bienaventuranza, que en Él tuviéramos un testigo de las mismas, del amor hasta el final, del perdón a los enemigos, del mayor abajamiento y servicio, que muriera ajusticiado en la cruz; pero es más el que Él haya resucitado. Es lo que nos anuncia el Ángel en el Evangelio: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Recordad lo que os habló estando todavía en Galilea, cuando dijo que el Hijo del Hombre tienen que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar”

Resucitar a Cristo, hermanos, es ratificar la persona y la obra y la palabra de Jesús, por parte de Dios. Humanamente Jesús fue vencido, derrotado, pero Dios estaba con él. Dios está con Jesús, no con los que le condenaron a muerte y le mataron por proclamar su Reino. Dios ha sido fiel con Jesús que siempre confió en el Padre. Este acontecimiento único supone una nueva creación; en este acontecimiento Dios, en el Hijo de Abrahán, nos bendice a nosotros y a toda la humanidad. Dios nos libera, no de Egipto, sino de la tiranía del demonio, de la esclavitud que no nos deja ser felices. Dios nos dice, como en la tercera lectura: “Como a mujer abandonada y abatida te llama el Señor; como a esposa de juventud, repudiada. Por un instante te abandoné, pero con gran cariñe te reuniré. En un arrebato de ira, por un instante te escondí mi rostro, pero con amor eterno te quiero-dice el Señor” Este acontecimiento, hermanos es el que nos invita a cantar con el Pregón Pascual: “Nosotros somos arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados a los santos., Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. ¿De qué nos hubiera servido haber nacido si no hubiéramos sido rescatados? ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!” ¡Cómo no cantar y dar gracias, estar alegres y alabar a Dios por su infinita misericordia para con nosotros!

Dios nos ha dado la vida física, mortal, pero nos ha dado la vida, su vida eterna, Vida divina, en el Bautismo que hoy recordamos; ese día en que la Trinidad toda se acercó a nosotros y nos ha dicho: ¡Vive! Es más: nos ha hecho hijos suyos, herederos con Cristo de su gloria y nos ha dado su Espíritu para guiarnos en el sendero de la vida, que es vivir en su amor. Como a hijos nos sienta a la mesa y nos alimenta en la Eucaristía.

¿Cómo corresponder? Viviendo como resucitados la vida nueva de Cristo; viviendo día tras día las promesas que hicieron nuestros padres y padrinos y que nosotros hoy vamos a renovar. no dando culto al dinero, al poder y al, placer, sino como Jesús, pasar haciendo el bien y luchando contra el mal, curando a nuestros hermanos heridos, buscando el Reino de Dios, la justicia, la verdad, el amor, tejiendo vida -como nos propone la programación pastoral de este curso- a nuestro alrededor.

Y anunciando como las mujeres la resurrección. Siendo misioneros de la Resurrección, del Resucitado, testigos valientes cuya vida habla de Cristo.

Celebrar la Eucaristía hoy y siempre es sentir que Jesús sigue con nosotros hasta el fin del mundo dándonos su pan para tener vida, ratificando su alianza por medio de su sangre, derramada en la cruz. Él nos dice: He resucitado y estoy contigo para siempre. Mi mano te sostiene. Estoy presente incluso en las puertas de la muerte, donde ya nadie puede acompañarte y donde tú no puedes llevar nada, yo te espero y para ti es mi Reino, mi gloria, mi victoria, porque eternamente te quiero, ni vacilará mi alianza de paz.