Una de las frases que se atribuyen al científico Einstein, dice “Locura es hacer la misma cosa una y otra vez, esperando obtener diferentes resultados”. Y como tenía reciente la experiencia de la asamblea diocesana de Palencia, en la que se presentó la propuesta del Papa Francisco de entrar en un proceso sinodal, la frase me hizo pensar en nuestra Iglesia diocesana.
Nos decimos que cada vez somos menos en las parroquias, que nuestra media de edad es alta y hay ausencia de chicos y chicas, de familias jóvenes. ¿No será que seguimos haciendo lo mismo que hace 50 años, y esperamos obtener diferentes resultados?
No me refiero al contenido, que el nuestro -en la Iglesia- siempre será la Buena Noticia, el Evangelio, me refiero a las formas, a “los cómo” de nuestras convocatorias y propuestas, a las estructuras que tenemos de participación, de dialogo, de corresponsabilidad... ¿existen? Y en caso afirmativo ¿cómo son?
Quizás la catequesis y la eucaristía, que son tan necesarias y vitales, no son suficientes para hacer una primera propuesta al mundo de hoy. O a lo mejor nos faltan los “previos”, los procesos de acompañar, escuchar, buscar, para des-velar la pregunta sobre el sentido de lo que soy y hago, y ahí poder hacer en anclaje con la propuesta de Jesús de Nazaret.
Este curso se nos ha invitado a preguntarnos por nuestro SER IGLESIA, en camino con otros, en un proceso sinodal. Podemos convertirlo en una OPORTUNIDAD para detenernos y “tomar la temperatura”, de nuestros grupos y parroquias. Cómo estamos, qué debemos cambiar y qué cuidar más o mantener ¿reconocemos las voces del barrio, del pueblo... más allá de la parroquia? ¿acogemos en nuestra iglesia la diversidad?
El proceso sinodal es una OPORTUNIDAD de mejora, y podemos hacer que sea también un REGALO para vivir una experiencia de participación plena, de comunión y de misión. Allí donde estemos, desde nuestra realidad sencilla y frágil, pero sin perder la pasión por caminar, por construir... en definitiva por buscar -junto a otros- cómo hacer un mundo más fraterno, más justo y solidario; para crear -al lado de otros-, comunidades de vida y de fe.
Macu Martín