Como todos los años el primer domingo es una llamada a despertar, a la vigilancia, a salir de la rutina, a tomar conciencia y consciencia.
Esa es la orientación que plantea la hoja: abrir los ojos como un ejercicio de despertar, de tomarnos el pulso, de ser conscientes para que no aparezca ese ladrón que nos roba la alegría o la ilusión o la esperanza o la pasión por la vida. La vida personal, pero también la vida social: los encuentros, las reuniones que nos ayudan a crecer, la sanidad, las infraestructuras necesarias para poder vivir con dignidad.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
—«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.
Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por lo tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Mt 24,37-44
Vuelve el primer domingo de Adviento con su sacudida: ¡reaccionad! ¡no os dejéis atrapar por la rutina, por la costumbre, por lo fácil! ¡volved a tomar los mandos de vuestra vida para re-orientarla en la buena dirección! ¿Qué nos está pasando? Vamos a dar los pasos necesarios para re-construir una vida buena para todos.
Si abres los ojos y te miras en un espejo, cómo te ves: sospechas que algún ladrón ha podido abrir un boquete para llevarte algo valioso:
• Cómo ves los rasgos de tu cara, apuntan a sonrientes, preocupados, a malhumor, a desilusión...
• Tus conversaciones tienen un tono constructivo, ilusionante, propositivo o domina la tonalidad criticona, despectiva, derrotista...
• Participas con ilusión de actividades en la iglesia, en asociaciones, cursos, talleres, para seguir creciendo, en protestas y reivindicaciones o sueles quedarte de espectador, mirando con recelo.
Qué puedes hacer para que no te roben las ganas, la alegría, el humor, las amistades, las conversaciones profundas y valiosas... para que no nos roben la sanidad, una educación de calidad, el futuro, la población, la sana preocupación por dinamizar la vida de nuestros pueblos y barrios.
Hace apenas año y medio yo estaba perdida, sin rumbo, atrapada en una espiral de mierda: no era nada de lo que quería ser, el futuro aparecía negrísimo, lo que hacía no me gustaba... No tenía fuerzas para obligarme a ir a clase o a estudiar, quería estar permanentemente de vacaciones, pero lo que hacía con mi tiempo libre tampoco me llenaba. Las obligaciones me parecían cadenas y la idea de trabajar veinte o treinta años se me hacía mortal de necesidad. Mis ideas sobre la felicidad eran ser millonaria y llevar una vida contemplativa. Estaba como muerta.
Y de nuevo las obligaciones: una invitación en Semana Santa que no quería aceptar, presión por parte de mi equipo para que fuese...
Allí, en una asamblea, ‘el Largo’ contó algo de un chavalín de su colegio, creo que el chico se apellidaba Torres. Era un niño inmigrante que vivía con su madre enferma en una casa minúscula y que en el colegio se encargaba, por propia voluntad, de integrar a los otros niños inmigrantes que iban llegando. Bueno, ‘el Largo’ lo contó mucho mejor.
Por primera vez en meses sentí lástima por alguien que no fuese yo misma. Y sentí más cosas: rabia e impotencia, y ganas de echarle una mano al pobre chaval; hasta me vi con fuerzas para intentarlo. Por primera vez en meses me sentía viva, noté que algo se me revolvía por dentro y que tenía fuerzas para hacerle frente. Fui consciente de que había gente peor que yo, y lo más importante: que podía hacer algo por esa gente, que ayudarles estaba en mi mano. Que había gente que me necesitaba. Y se me cayó la venda de los ojos.
Olga
Al comienzo del Adviento
quieres despertarnos de la rutina,
de nuestra habitual somnolencia.
Haznos capaces de mantener cada día
la tensión del amor que vela trabajando.
Que no se nos embote la mente con el consumo,
que no se nos apague la chispa en las relaciones,
que el egoísmo, el dinero, y la ambición
no se nos apoderen del corazón.
Queremos vivir preparados,
esperándote, siempre alegres,
como si cada día
fuera el definitivo para tu esperada venida.
Que la vida no se nos vaya sin haber vivido,
que la vida no se nos vaya sin querer. Amén.