Compartimos otro de los testimonios de lo vivido en la JMJ de Lisboa. El de Nacho Vela, uno de los adultos que acompañó a los 140 jóvenes palentinos durante unos días inolvidables... viviendo desde dentro la Jornada Mundial de la Juventud.
1. Fue un veraniego atardecer en Estoril, en el encuentro de españoles, primer acto de nuestra JMJ. Decenas de miles de jóvenes reunidos en los Jardines del Casino, con las doradas olas del Atlántico como fondo, celebrando la eucaristía, compartiendo alegría, esperanza y entusiasmo. Y Celina, en el tumulto, perdió su cartera (dinero, tarjetas, documentación… ¡vaya lío!). Y al día siguiente se produjo un pequeño “milagro”, sencillo y esperanzador: apareció. Alguien la devolvió integra, con todo su contenido. Y así, de esta misma manera anónima, durante esa semana en Portugal -a pesar de las deficiencias en la organización de este evento de masas incontables-, los jóvenes con su buen hacer y actitud facilitadora consiguieron que todo saliera bien y todos disfrutásemos de momentos inolvidables. Una auténtica señal cristiana: gentes tan distintas y tan iguales, personas que no exigen, agradecen. Buena gente anónima de todo el mundo, gracias.
2. Fue una brumosa mañana en un frondoso parque de Cascais cuando un obispo español, en lenguaje claro y directo nos acercó con su catequesis a la espiritualidad de María, de la que reconozco yo sólo participo tímidamente gracias a las lejanas enseñanzas de mi madre y mi abuela. La Visitación era motivo y lema de la JMJ 2023: «María se levantó y partió sin demora» (Lc 1,39). La Virgen acude a Isabel movida por el “escalofrío” de estar embarazada y aún no casada con José. María confía su situación personal en quien sabe que no la va a juzgar, que la comprenderá y acogerá: su prima, también embarazada. Entonces su “problema” se convierte en gozo y alegría. Dios convierte las lágrimas en fuentes de vida. Ángel Pérez Pueyo, obispo de Barbastro-Monzón nos invitó a meditar sobre nuestras debilidades, los “escalofríos” inevitables de la vida, y a pensar en quién las confiamos para, fortalecidos, salir al mundo como “apóstoles de calle”. Gracias Ángel por tu claridad y por saber llegar al corazón y a la cabeza.
3. Fue una tarde calurosa en el centro de Lisboa, bajo el enorme monumento dedicado al Marqués de Pombal -reconstructor de la ciudad tras el terremoto de 1755-. Un moderno y lejano -muy lejano- escenario principal al que nos acercaban las magníficas imágenes y el nítido sonido de las pantallas gigantes repartidas por la Avenida de La Libertad, cuando varios jóvenes, en diferentes lenguas y con distintos medios de expresión, aportaron su testimonio creyente en un viacrucis lleno de simbolismo y profundidad; y cientos de miles de personas acompañados por el Papa Francisco nos acercamos a Jesús en su camino de cruz, sobrecogidos y emocionados, en una actualización contemporánea plena de intensidad y sentido. Gracias por vuestro testimonio, jóvenes comprometidos.
4. Fue un sereno anochecer en El Campo de Gracia cuando, a pesar de no tener ni sitio donde desplegar nuestras esterillas para descansar tras días de largas caminatas, Francisco nos recordó que “el único momento en que es lícito mirar a una persona de arriba hacia abajo es para ayudar a levantarse”, y en el silencio de la vigilia nos unimos en oración a millones de personas en todo el planeta que acogían esta idea tan evangélica y transformadora de un mundo que generalmente propone lo contrario. Gracias Francisco.
5. Fue un amanecer a orillas del Tajo, con un radiante sol elevándose lentamente sobre las aguas, cuando un cura moderno y marchoso nos levantó con los potentes graves del sonido tecno mezclado con mensajes eclesiales y música sacra. ¡Dios mío, son las 6:30 de la mañana!, y cientos de miles de personas –un millón y medio dicen las crónicas- comenzamos el día con ritmo, energía y buen humor. Y con el ambiente caldeado, en la soleada mañana, Francisco proclamó un vigoroso “no tengáis miedo” en su comentario al evangelio de La Transfiguración. Jesús-Dios sale a nuestro encuentro a través de medios insospechados. Gracias organizadores de la JMJ.
6. Fue toda una intensa semana en Portugal cuando Inés, valiente joven palentina, se unió a las multitudes desde la fragilidad de su silla de ruedas, y recorrió caminos repletos de gente, colinas de fuertes pendientes y empedradas calles. Y Virginia y Ángela con su dedicación y buen hacer fueron para nosotros luz, ejemplo vivo y conmovedor que posibilitó lo que sin duda fue una gran experiencia para Inés. Chicas, muchísimas gracias a las tres.
7. Fue en una acogedora casa de Estoril donde Isabel y su hijo Henrique nos recibieron a Javier y a mí. Como solo unos pocos privilegiados de los muchos peregrinos disfrutamos de cama, ducha caliente y reconstituyentes desayunos; también de la amabilidad y generosidad de nuestros anfitriones. Gracias portugueses, especialmente a los voluntarios de la JMJ, siempre afables con sus vecinos de al lado, a pesar de la histórica prepotencia que en ocasiones mostramos ante ellos.
Y de este modo se fueron sucediendo lugares y momentos inolvidables. Tiempos compartidos por nuestro grupo de 140 jóvenes de la Diócesis de Palencia, junto con el Papa Francisco y nuestro obispo Manuel, guías siempre humanos y cercanos. Gracias Manuel, Pedro, José Luis y Óscar, responsables diocesanos de este momento de Iglesia que es próxima y universal a un tiempo.
Fueron días luminosos de encuentro con un Papa al que entendemos perfectamente, y no solo por hablar en español, con sus mensajes cortos -no más de 15 minutos por intervención- y sin rodeos. Pocas palabras con las que no cansa, cala, y que pasado el tiempo aún resuenan en nuestro interior. Y esta es una breve síntesis de mi vivencia personal, la de un “joven” de cincuenta y tantos. Os la hago llegar para agradecer el regalo de esta semana de la JMJ lisboeta, agotadora, imborrable y única. Cansancio, calor, caminatas, alegría, desorganización, juventud, entusiasmo, acogida, emoción, profundidad, diversidad y fe compartida. Una experiencia de Iglesia, de esta Iglesia nuestra en la que hay espacio para todos, todos, todos.
Nacho Vela