“MARCHAMOS CONTRA LA POBREZA”. El sábado 17 de noviembre la Iglesia de Palencia, recorrerá la Calle Mayor, desde la altura de la Calle Nicolás Castellanos hasta el Salón. Saldremos a las 12 de la mañana, haremos una parada a la altura de la calle Marqués de Albaida, con lectura de poemas, para concluir en el Salón con una breve y sugerente escenificación. Lo hacemos secundando una iniciativa del Papa Francisco. Él ha propuesto la celebración de la II Jornada Mundial de los Pobres el domingo día 18 de noviembre. Invita a la Iglesia universal a escuchar los gritos de los empobrecidos de la tierra y a responder a ellos. “Este pobre gritó y el Señor lo escucho” es el lema propuesto para esta jornada.
Convocan a esta marcha los distintos grupos de la Iglesia de Palencia que forman la Delegación Diocesana de la Pastoral Caritativa y Social -Cáritas, Discapacidad, Justicia y Paz, Migraciones, Manos Unidas, Pastoral de la Salud, Pastoral Penitenciaria- y la Escuela Diocesana de Tiempo Libre. Cada grupo está más centrado en un tipo de situaciones problemáticas, tanto de nuestra provincia como en otros países de los distintos continentes. Pero todos están en la misma tarea que brota de la condición humana y del Evangelio: trabajar por la vida digna, los derechos humanos y el desarrollo integral. Todos y todas somos seres humanos, todos y todas somos hijos de Dios.
¿Qué se pretende con esta marcha?
Hacer oír la voz de tantas personas que, en el mundo, viven situaciones de exclusión de los bienes a los que todas tenemos derecho para vivir dignamente. La voz de esos cientos de millones de personas que en el mundo no tienen acceso a la alimentación, al agua potable, a la sanidad, a la educación, a trabajos dignos, al medio ambiente limpio, al medio social pacífico, a los frutos o a los minerales de sus tierras etc.
Poner voz a tantas y tantas personas que tienen que abandonar sus países huyendo de la miseria, o de las catástrofes medioambientales, o de la guerra, o de la persecución por sus convicciones políticas o religiosas.
Recordarnos que, en nuestro país, por más que se diga lo contrario, la crisis no ha pasado para muchas personas. Que son muchas las que -nativas o venidas de otros países- viven situaciones de dolor y exclusión. Las que viven afectadas por los más variados problemas laborales -paro, sueldos bajos, temporalidad...-, por subsidios escasos o pensiones insuficientes, por escasos niveles educativos y difícil acceso al empleo. Y por soledades o escasez de relaciones, por tristezas o por sentimientos de fracaso e inutilidad, por desestructuraciones personales o familiares, por recelos o desconfianzas. Personas, otras veces, poco respetadas en sus capacidades diferentes o abandonadas o poco acompañadas en su enfermedad o su ancianidad.
Y recordarnos y denunciar que, en la raíz de todas estas situaciones inhumanas, más cercanas o más lejanas, está la misma cultura individualista y el mismo modelo económico obsesionado por la ganancia por encima de todo, también por encima de la dignidad de cada persona.
Por todo esto queremos caminar juntos esta mañana del sábado 17. Te invitamos a participar. Te esperamos.
“Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”
El próximo domingo, 18 de noviembre, celebramos la II Jornada Mundial de los Pobres. En su mensaje, titulado “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”, el Papa nos invita a trabajar por los pobres en «colaboración con otras realidades que no están motivadas por la fe sino por la solidaridad humana».
Hoy son muchos, según el Papa, los caminos que conducen a la precariedad: «La falta de medios básicos de subsistencia, la marginación cuando ya no se goza de la plena capacidad laboral, las diversas formas de esclavitud social a pesar de los progresos realizados por la humanidad...».
Y quienes se encuentran en ellos «esperan que alguien se les acerque» y les ayude a salir de ellos, asegura el Papa en su mensaje.
Sin embargo, a menudo «las voces que se escuchan son las del reproche y las que invitan a callar y a sufrir», critica el Pontífice. «Son voces destempladas, con frecuencia determinadas por una fobia hacia los pobres, considerados no solo como personas indigentes, sino también como gente portadora de inseguridad, de inestabilidad, de desorden para las rutinas cotidianas y, por lo tanto, merecedores de rechazo y apartamiento».
La actitud del cristiano es bien distinta y el Papa lo ilustra en su mensaje a través de tres verbos que «caracteriza la actitud del pobre y su relación con Dios»: gritar, responder y liberar.
«La condición de pobreza no se agota en una palabra, sino que se transforma en un grito que atraviesa los cielos y llega hasta Dios», asegura el Papa sobre el primero de ellos: gritar. Y, en este sentido, se pregunta: «¿cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles?».
Al contrario, insta a los católicos «a hacer un serio examen de conciencia para darnos cuenta si realmente hemos sido capaces de escuchar a los pobres». Muchas veces, critica, se desarrollan «iniciativas meritorias y necesarias» pero que «están dirigidas a complacernos a nosotros mismos» antes que «a acoger el clamor del pobre».
El segundo verbo -responder- invita al «compromiso personal de aquellos que escuchan el clamor» de los pobres. Pero, «la solicitud de los creyentes no puede limitarse a una forma de asistencia -que es necesaria y providencial en un primer momento-, sino que exige esa atención amante que honra al otro como persona y busca su bien». Estamos llamados «a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad».
Acerca del último verbo -liberar- el Papa afirma que muchas veces «nuestra intervención es limitada, débil e insuficiente», por lo que podemos ponernos en camino con otros, pues «nos mueve la fe y el imperativo de la caridad, pero sabemos reconocer otras formas de ayuda y solidaridad que, en parte, se fijan los mismos objetivos; siempre y cuando no descuidemos lo que nos es propio, a saber, llevar a todos hacia Dios y a la santidad».
Antes de concluir, el Papa pide en esta II Jornada Mundial de los Pobres «hacer concretas las palabras del Salmo: “los pobres comerán hasta saciarse”».
En muchas Diócesis, «esta fue una experiencia que, el año pasado, enriqueció la celebración de la primera Jornada Mundial de los Pobres. Muchos encontraron el calor de una casa, la alegría de una comida festiva y la solidaridad de cuantos quisieron compartir la mesa de manera simple y fraterna. Quisiera que también este año y en el futuro esta Jornada fuera celebrada bajo el signo de la alegría por redescubrir el valor de estar juntos. Orar juntos y compartir la comida el día domingo. Una experiencia que nos devuelve a la primera comunidad cristiana», concluye.