Experimenta - II Domingo de Cuaresma

Sube a la montaña… no te canses. Enriquece tu mirada. Ensancha el corazón, abre tus manos. Déjate inundar por el resplandor de Dios, siente su presencia en ti. Escucha al hijo amado: “levantaos, no tengáis miedo”.

 

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EVANGELIO

Seis días después, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó a un monte alto a solas. Y se transfiguró ante ellos. Su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, vieron a Moisés y a Elías que conversaban con Jesús. Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: - Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres hago tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Aún estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió, y una voz desde la nube decía: - Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco, escuchadlo.

Al oír esto, los discípulos cayeron de bruces, aterrados de miedo. Jesús se acercó, los tocó y les dijo: - Levantaos, no tengáis miedo.

Al levantar la vista no vieron a nadie más que a Jesús. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: -No contéis a nadie esta visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.

(Mt 17,1-20)

 

 

 

 Jesús finaliza su etapa misionera en Galilea y comienza el viaje hacia Jerusalén. Un viaje geográfico, atravesando caminos y aldeas, y un viaje «interior», descubriendo el auténtico sentido de la vocación a la que ha sido llamado: entrega filial a la voluntad del Padre.

También para los discípulos es un camino «interior», de aprendizaje. ¿Qué significa ser discípulo? Lo vamos a ir aprendiendo paso a paso: acoger y asumir el estilo de vida y el destino de Jesús.

Pero antes, «subió a la montaña con tres de los que le siguen», donde manifestará el esplendor de su gloria: «Se transfiguró delante de ellos». La entrega hasta el extremo está preñada de vida nueva, de gloria, de resurrección. Arduo será el camino, pero merece la pena. Allí, en lo alto, los discípulos experimentan la presencia gozosa del «Dios con nosotros». Por eso exclama Pedro: «¡Qué bien se está aquí!».

La experiencia de la que acaban de ser testigos es la clave para entender el sentido de la entrega de Jesús. Por eso, ahora, sin temor, pueden volver al camino. La misión sigue esperando.

 

 

 

 

EXPERIENCIA: El Proceso Sinodal en Palencia

... Está siendo una OPORTUNIDAD Y UN REGALO. Una OPORTUNIDAD para detenernos y “tomar la temperatura”, de nuestros grupos y parroquias. Cómo estamos, qué debemos cambiar y qué cuidar más o mantener ¿reconocemos las voces del barrio, del pueblo... más allá de la parroquia? ¿acogemos en nuestra iglesia la diversidad? El proceso sinodal es una oportunidad de mejora, pero sobre todo es un REGALO para vivir una experiencia de participación plena, de comunión y de misión.

He vivido junto a otros, entusiasmo, alegría, esperanza...Nuevos horizontes de trabajo pastoral. Pero también percibo desilusión, “frenos”, pereza e inmovilismo.

Este proceso sinodal nos ha introducido en un proceso de ESCUCHA ACTIVA. Y esto no es fácil. Escuchar no es solo algo necesario para una comunicación eficaz, no es una estrategia de acercamiento, de entrada al otro... ESCUCHAR es constitutivo a nuestro ser iglesia. ¿lo hacemos? La escucha sin prejuicios, la que entra en diálogo con el otro para buscar juntos la verdad. Porque no somos dueños de ella, sino que estamos al servicio de la verdad. Sin esto yo creo que no hay COMUNIÓN.

Y he dado muchas vueltas a esto del DISCERNIMIENTO. Además de estar abiertos a la Escucha, implica también franqueza en el hablar. Supone dejarme conducir por el Espíritu para construir con el que tengo al lado. Amplitud mental y de corazón. Si la vida del otro no me sorprende, tengo un problema... porque eso, es ya lugar teológico.

Macu

 

ORACION: Después del Tabor

«Qué bien se está aquí,
hagamos tres tiendas».
Humana disposición
a echar raíz en lo apacible.

Pero hay que volver
a la brega diaria.

Hay que volver,
una y otra vez,
al amor aterrizado,
a la intemperie,
a los caminos
que recorremos
cargados de nombres
y de preocupación cotidiana.

Hay que volver
a las encrucijadas
donde toca optar,
renunciar
y elegir;
a los días intensos,
de búsquedas,
ojeras,
anhelos
y horas estiradas.

Hay que volver
a los días grises,
a las preguntas,
al no saber,
a la inseguridad
reflejada en un espejo,
a la tenacidad
y a la resistencia.

Hay que volver
a lo acostumbrado;
pero no con desgana
o arrastrando la existencia
y el ánimo,
sino con la gratitud
y la esperanza
por banderas.

José María R. Olaizola

 

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