Vivimos en una sociedad donde los fanatismos nacionalistas, religiosos y sociales están avivando los vientos de la intolerancia, encendiendo antorchas de fuego destructor que arrasa los valores elementales que nos ayudan a vivir en fraternidad con el resto de los seres humanos. Para los cristianos no debe de ser nada nuevo oír hablar de una sociedad intolerante.