Tour virtual Catedral de San Antolín
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La Santa Iglesia Catedral de San Antolín, con sus 130m. de longitud, 50m. de anchura en el crucero y unos 43m. de altura en el ábside, se conforma como la tercera catedral más grande de España, después de la Catedral de Sevilla y la Catedral de Toledo.
Levantada de cara al río Carrión en pleno centro de la ciudad romana, visigoda y medieval, se nos presenta en su exterior, sencilla, sorprendente y sublime. La actual Catedral es el resultado de numerosas ampliaciones y transformaciones, a lo largo de más de mil quinientos años. Sus tres naves y dos cruceros, con sus capillas y recapillas laterales, la girola absidal, la sacristía mayor, la torre, el claustro, el archivo y numerosas dependencias adosadas son un orgullo para nuestra Iglesia diocesana.
Se considera que la primera edificación que hubo en el emplazamiento fue un templo romano al que se sobrepuso uno paleocristiano y otro más visigodo a mediados del S. VII. Allí fue donde llegaron, según la tradición, las reliquias de san Antolín en tiempos del rey Wamba desde Narbona en el año 672.
Las ruinas de este último templo sirvieron de base para lo que hoy conocemos como Cripta de San Antolín, la parte más antigua conservada, de un templo erigido tras la dominación musulmana, cuando el rey Sancho III el Mayor restauró la diócesis palentina y le entregó al obispo Ponce la organización de una nueva sede.
Posteriormente, en la segunda mitad del S. XII, se levantó otro templo que fue consagrado en 1219, de tres naves con cubierta de madera, sala capitular y claustro, conservándose en la actual capilla mayor unas columnas y capiteles.
La actual catedral gótica, comenzó a levantarse en la primera mitad del S. XIV, con una construcción que se prolongó hasta el XVI, con añadidos posteriores que llegan al S. XX.
Hoy en día, nuestra Catedral sigue “viva”... y se sigue trabajando en su restauración y mantenimiento para que podamos seguir disfrutando de ella en los siglos venideros.
Más allá de la belleza arquitectónica de sus naves, bóvedas, cruceros... más allá de la belleza de la Capilla Mayor, la Capilla del Sagrario -lugar donde descansan los restos de San Manuel González-, el Trascoro, el Coro, las quince Capillas, el Claustro, la Sala Capitular, o el Archivo Capitular... la Catedral alberga un riquísimo patrimonio en pintura, escultura, orfebrería, rejería, sepulcros, piezas textiles, códices, pergaminos, ornamentos litúrgicos, vidrieras... La Catedral de San Antolín no deja indiferente.
En su interior podemos admirar la obra de artistas de talla universal como Alejo de Vahía, Alonso Berruguete, Alonso de Portillo, Diego de Siloé, Diego Díaz Ferreras, El Greco, Felipe Vigarny, Francisco del Rincón, Francisco Giralte, Gaspar Rodríguez, Gregorio Fernández, Jan Joest, Juan de Balmaseda, Juan de Benavente, Juan de Cambray, Juan de Flandes, Juan de Ruesga, Juan de Villoldo, Juan Gil de Hontañón, Juan Manuel Becerril, Juan y Jerónimo Corral de Villalpando, Manuel Álvarez, Martín de Solórzano, Mateo Cerezo, Pedro Berruguete o Pedro de Guadalupe... así como una notabilísima colección de tapices de Bruselas.
Durante décadas ha sido llamada como “La Bella Desconocida”. Nuestro empeño es llevarla al lugar que merece y que se convierta, para los palentinos y todos los que nos visitan, en “La Bella Reconocida”.
Pero, ante todo y sobre todo, nuestra Catedral es “Palabra construida”. Sin la Catedral, reflejo y síntesis de la historia, de la fe católica, de la vida y de la cultura de sus gentes, Palencia no sería la misma.
La Catedral es el lugar donde nuestros antepasados depositaron el sentido de sus vidas y cuantas ideas se hicieron de la tierra y el cielo. Testigo de nuestra historia y testigo de nuestra fe. En la Catedral seguimos celebrando nuestra fe... y en ella nos reunimos para celebrar los grandes acontecimientos de nuestra fe y de la vida diocesana, reunidos con nuestro Obispo.
La Catedral nace y se hace para el culto y la evangelización, para servir a la sagrada liturgia, para celebrar la Eucaristía, para recibir los sacramentos, para oír y proclamar la Palabra de Dios, para adorar al Señor... o para encontrar un momento de oración personal.
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