Donde está el Espíritu de Dios hay Libertad

Donde está el Espíritu de Dios hay Libertad

+ Mons. Mikel Garciandía Goñi. Obispo de Palencia

Queridos lectores, paz y bien.

El tiempo de verano es una oportunidad preciosa para descansar, cuidarnos a nosotros mismos y a quienes tenemos al lado. Junto con el cuidado del cuerpo, qué bien nos viene desactivar prisas y ansiedades y bajar el ritmo para sintonizar con lo que somos, más que con lo que tenemos que hacer. El Papa Francisco nos sigue exhortando cada miércoles en sus audiencias, y últimamente dedica al Espíritu Santo sus reflexiones. Hoy me apoyo en su intervención del pasado 5 de junio.

Uno de los acontecimientos más providenciales para la Iglesia en el siglo XX y XXI es el redescubrimiento del Espíritu Santo por parte de las comunidades cristianas. El Señor es la plenitud de la revelación, y al Él hemos de escuchar siempre. A Nicodemo, que le visita por la noche, Jesús le dice solemnemente: «El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va: así es todo el que nace del Espíritu» (Jn 3, 8). El Papa toma esta cita de la Escritura para hacer un precioso comentario.

El viento es la única cosa que no se puede embridar, no se puede “embotellar” ni encerrar. Intentamos “embotellar” o encajonar el viento: no es posible, es libre. Pretender encerrar al Espíritu Santo en conceptos, definiciones, tesis o tratados, como a veces ha intentado hacer el racionalismo moderno, significa perderlo, anularlo, reducirlo al espíritu puramente humano, un espíritu simple. Existe, sin embargo, una tentación similar en el ámbito eclesiástico, y es la de querer encerrar al Espíritu Santo en cánones, instituciones, definiciones. El Espíritu crea y anima las instituciones, pero Él mismo no puede ser “institucionalizado”, “cosificado”. El viento sopla “donde quiere”; del mismo modo, el Espíritu distribuye sus dones “como quiere” (1 Cor 12, 11).

Por eso, nos haría mucho bien entrar en nosotros mismos para desentrañar el Don que da vida. Desde él es posible aclarar ese don que yo soy para los demás para ponerlo en juego, en circulación, en comunión. El sentido de la vida es que somos un don recibido, que, por su naturaleza, tiende a convertirse en un don donado. Pasar de ser cristianos formales y externamente previsibles, a cristianos libres y maravillosamente imprevisibles.

San Pablo hará de todo esto la ley fundamental del obrar cristiano cristiana: «Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad» (2 Co 3.17), dice él. Una persona libre, un cristiano libre, es aquel que tiene el Espíritu del Señor. Esta es una libertad totalmente especial, muy distinta de la que se entiende comúnmente. No es libertad para hacer lo que uno quiera, ¡sino libertad para hacer libremente lo que Dios quiera! No libertad para hacer el bien o el mal, sino libertad para hacer el bien y hacerlo libremente, es decir, por atracción, no por constricción. En otras palabras, libertad de hijos, no de esclavos.

Continúa el Papa diciendo cómo San Pablo es muy consciente de los abusos o malentendidos que se pueden hacer de esta libertad; escribe a los gálatas: «...ustedes, hermanos, a libertad fueron llamados; solo que no usen la libertad como pretexto para la carne, sino sírvanse por amor los unos a los otros» (Gal 5, 13). Se trata de una libertad que se expresa en lo que parece ser su opuesto, se expresa en el servicio, y en el servicio está la verdadera libertad.

Sabemos bien cuándo esta libertad se convierte en un “pretexto para la carne”. Pablo hace una lista siempre actual: «Fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, brujería, enemistades, discordias, celos, disensiones, divisiones, facciones, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes» (Gal 5,19-21). Pero también lo es la libertad que permite a los ricos explotar a los pobres, es una fea libertad la que permite a los fuertes explotar a los débiles y a todos explotar impunemente el medio ambiente. Esta es una libertad fea, no es la libertad del Espíritu... «Si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres» (Jn 8, 36). La libertad que nos da Jesús. Pidamos a Jesús que nos haga, a través de su Espíritu Santo, hombres y mujeres auténticamente libres. Libres para servir, en el amor y la alegría. ¡Gracias!

Así termina Francisco su catequesis. Hoy el Espíritu Santo actúa. Con la fuerza arrebatadora del viento. Como ejemplo de esta libertad, ayer hicieron sus votos perpetuos, se consagraron definitiva y totalmente a Dios las hermanas Maricela y Blanca Estela, de las Auxiliares Parroquiales. Precioso ejemplo de esa libertad que le deja al Amor serlo todo.