Y el pueblo se echó a la calle

Y el pueblo se echó a la calle

+ Mons. Mikel Garciandía Goñi. Obispo de Palencia

Queridos lectores, paz y bien.

La semana pasada, entre los días 4 y 8 de diciembre, se ha celebrado en Sevilla el “II Congreso Internacional de hermandades y piedad popular”. He tenido el privilegio de participar, en calidad de obispo encargado del área de piedad popular de la Conferencia Episcopal Española. Me acompañó el sacerdote David Pérez, delegado para la atención a las cofradías en la ciudad, y otro numeroso grupo de cofrades acudió a la procesión de clausura del congreso.

El día 5 fui invitado por la Hermandad Matriz de la Virgen del Rocío de Almonte, a bendecir un precioso cuadro de San Manuel González, y que ahora se puede contemplar en la sacristía del Santuario de la Virgen del Rocío. Nuestro querido santo fue en su día arcipreste de Huelva, y aquella diócesis honró su memoria con una preciosa eucaristía presidida por el obispo de Huelva, que contó con la participación del joven coro rociero de Huelva y su orquesta.

Es este un ejemplo de la vitalidad de la piedad popular, de la religiosidad del pueblo español, que a lo largo de la historia se ha unido y organizado para vivir su fe de una manera pública, afectiva y devota. En Sevilla son cerca de 700 las hermandades, y en España rondan las 17.000, según un estudio que realiza un grupito de entusiastas, entre ellos varios palentinos. Ya sólo desde el punto de vista sociológico, es notorio que cerca de tres millones de fieles vivan su fe en el entorno de las hermandades y cofradías.

Las ponencias del congreso están colgadas en YouTube, y destaco las de Mons. Rino Fisichella, “La misión evangelizadora, alma de las hermandades”. También la de Darío Vitali, “La inserción de la piedad popular en la Iglesia local”, o la de Fabrice Hadjadj, “La piedad popular, más allá del racionalismo y de la superstición”. Estoy seguro de que sus aportaciones nos serán de gran valor para continuar el trabajo de dar formación y mejorar la integración de la piedad popular en la vida de nuestras comunidades cristianas.

En esta página quiero recoger sumariamente la aportación del teólogo argentino Carlos María Galli, muy cercano colaborador del CELAM y difusor del mensaje de Aparecida en Argentina y luego en toda la Iglesia católica. Su ponencia llevaba por título “La piedad católica popular: sentido de la fe, religión cristiana y piedad popular”. Comenzó haciendo mención a las palabras de Señor en el evangelio de san Lucas: «te doy gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños». Sostuvo la revalorización de la religión del pueblo católico en los últimos cincuenta años, y la emergencia de ese nuevo protagonismo en la Communio catholica.

La religiosidad, la espiritualidad y la mística han de ser vividas desde una cultura particular, y en ese sentido la piedad popular es la encarnación de la fe en un contexto concreto. Citó Carlos María Evangelii gaudium 126: «En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos menospreciar: sería desconocer la obra del Espíritu Santo. Más bien estamos llamados a alentarla y fortalecerla para profundizar el proceso de inculturación que es una realidad nunca acabada. Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización».

Defendió la necesidad de valorar el instinto religioso del pueblo, con una viva experiencia espiritual, expresión del amor teologal que integra lo corpóreo, lo sensible y lo simbólico. Frente a un peligro de una fe intelectual, racional e ideológica, la piedad popular encarna aspectos de la persona y de la comunidad humana que vinculan mejor con el misterio, y más concretamente con el misterio de la encarnación. Decía San Juan Pablo II, cuando fundó en 1982 el Consejo Pontificio para la Cultura: «una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida». Precioso reto, por tanto, encarnar la fe en los distintos contextos culturales. Hoy hablamos de piedad popular, pero cabría hablar del mundo joven, el de la ciencia, el del ocio, el de la movilidad humana...

En suma, tenemos el precioso reto de lograr que el impulso que suponen las hermandades y cofradías sea vivido en clave eclesial, es decir, integrando formación y anuncio, compromiso social, liturgia y espiritualidad.