La apertura de la Exposición Mons Dei y Ecclesia Dei, promovida por la Fundación Las Edades del Hombre, se inaugurará en mayo y estará abierta hasta mediados de noviembre.
No os voy a dar consejos acerca de si tenéis que ir en coche, en autobús, en tren, andando, solos o en grupo, con esta ropa o la otra, etc., no; lo mío es una invitación.
Yo os invito a acudir a Aguilar y sus alrededores con tranquilidad, con ánimo abierto, dispuestos a la escucha, a la sorpresa, a disfrutar.
Para lograrlo es importante que cada uno de los visitantes tome parte activa. La naturaleza, la montaña, las obras de arte, la herencia de nuestros mayores, la belleza de la fe como tantas y tantas cosas de la vida, requieren ojos y oídos nuevos, personas que se dejen impactar e interpelar. No es suficiente escuchar al guía o entendido e ir pasando rápida y atropelladamente, como cuando vamos al trabajo con prisas porque llegamos tarde, sino ir despacio, escuchando y contemplando cada obra y la secuencia de las obras expuestas, deteniéndonos ante cada una, reflexionando, captando el mensaje, interrogándonos: qué me quiere decir, qué dice a mi vida personal y vida social. Dejémonos acompañar por las obras expuestas; no están muertas, no; están vivas y hablan, cuentan, narran, cantan y nos miran para que nosotros nos miremos nuestro interior y después a ellas. Quizás digáis que estoy haciendo literatura barata, que son tonterías de un chalado, etc. No lo creo. Recuerdo aquellos programas de TVE que nos introducían en un museo y nos enseñaban a mirar y gozar con Velázquez, el Greco, Alonso Berruguete, Alejo de Vahía, Victorio Macho, etc.; personalmente me encantaban. Recordemos lo que decía Jesucristo: No solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra de Dios. Y la belleza, cualquier y toda belleza verdadera, tiene que ver con Dios; es el lugar donde brilla Dios. La belleza salvará al mundo, decía Dostoievski.
La exposición es una muestra del bello arte que atesora nuestra Castilla y León. Está centrada en obras que tienen como centro a Jesucristo, la Virgen María y los santos, amigos de Dios. San Agustín dice Jesús es el «más bello de los hombres» como dice el salmo, 44, pero, paradójicamente y en contraposición, se le puede aplicar el Canto de Isaías 53, 2: «Sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, con el rostro desfigurado por el dolor». Son como dos trompetas que suenan contrapuestas situándonos ante la totalidad de la verdadera Belleza, de la Verdad misma.
«Reconoce a Cristo como el más bello de los hombres; la gracia derramada en sus labios manifiesta la belleza interior de su palabra, la gloria de su anuncio. De este modo, no sólo la belleza exterior con la que aparece el Redentor es digna de ser glorificada, sino que en él, sobre todo, se encarna la belleza de la Verdad, la belleza de Dios mismo que nos atrae hacia sí y a la vez abre en nosotros la herida del Amor, la santa pasión (eros) que nos hace caminar, en la Iglesia esposa y juntos con ella, al encuentro del Amor que nos llama... El que cree en Dios, en el Dios que precisamente en las apariencias desfigurada de Cristo crucificado se manifestó como amor “hasta el final” (Jn 13, 1), sabe que la belleza es verdad y que la verdad es belleza, pero en el Cristo sufriente comprende también que la belleza de la verdad incluye la ofensa, el dolor, e incluso el oscuro misterio de la muerte, y que sólo se puede encontrar la belleza aceptando el dolor y no ignorándolo... La belleza hiere, pero precisamente de esta manera recuerda al hombre su destino último... El encuentro con la belleza puede ser el dardo que alcanza el alma, e, hiriéndola, le abre los ojos, hasta el punto de que entonces el alma, a partir de la experiencia, halla criterios de juicio y también capacidad para valorar correctamente» (J. Ratzinger, La contemplación de la belleza).
Si tenéis tiempo quedaos meditando en un banco de Santa Cecilia, San Miguel o de la plaza o de la orilla del río Pisuerga, escuchando su canción; si tenéis más tiempo, subid al castillo, al pantano o al monte en el que está enclavada la ermita de la Virgen de Llano y dejad que los pulmones y alma respiren; si tenéis más tiempo acercaos al Monasterio de Santa Clara o al de San Andrés de Arroyo. Si andáis mal de tiempo, saboreadlo en vuestras casas con los vuestros.
Si me permitís una recomendación, cuando volváis al lugar de origen compartid con el esposo, la esposa, los hijos, los amigos y compañeros, y con los del pueblo o barrio lo que hayáis descubierto en cada obra. No lo guardéis sólo para vosotros. Podemos hacer mucho bien a los demás. No comentéis sólo si lo habéis pasado bien, si la gente de Aguilar y alrededores es servicial, sonriente y acogedora, que lo son. Invitadlos. Quizás ellos se animen a visitar la exposición Mons Dei y Ecclesia Dei y gozar de lo mismo que nosotros hemos disfrutado.
«Haced cosas bellas, y, sobre todo, haced de vuestras vidas lugares de belleza. Dejémonos tocar, encantar, enamorar, herir por la Belleza que Dios revela en Jesús» (J. Tolentino).
+ Manuel Herrero Fernández, OSA
Obispo de Palencia