No temas, joven

No te conozco personalmente, pero estás ahí. Y quiero comenzar por saludarte como hermano, tenderte mi mano de amigo y desearte felicidad.

No sé si lo sabes, pero desde hace muchos años, en la Iglesia Católica se celebra la Jornada Mundial de la Juventud el Domingo de Ramos. Esta Jornada tiene lugar todos los años en todas las Diócesis y cada cierto tiempo se celebra también la Jornada Internacional de la Juventud en diversas naciones. Hace años tuvo lugar en Madrid, en Cuatro Vientos; las últimas han sido en Río de Janeiro y Cracovia y la próxima será en Panamá en 2019.

Este año se celebra en el contexto del próximo Sínodo de los Obispos de la Iglesia Católica que va tratar sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional y que tendrá lugar en octubre en Roma.

Todos los años el Papa envía un mensaje. El de esta Jornada, la XXXIII, tiene presente a María, la joven de Nazaret, a quien Dios escogió como Madre de su Hijo para que nos acompañe en este viaje con su ejemplo e intercesión. El Papa se fija en las palabras que el ángel le dirigió a María. “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios” (Lc 1, 30). Permíteme que te haga llegar el mensaje del Papa y lo glose a mi modo.

Sin duda, como María y como todos los hombres y mujeres, tenemos momentos de turbación y miedos porque la vida nos depara sorpresas y desafíos, desconocemos muchas cosas y tenemos que asumir decisiones responsables. En el fondo todos tenemos el miedo de no ser amados, queridos, de no ser aceptados como somos e intentamos mostrarnos distintos de lo que somos y sentimos en realidad. Para ser aceptados por los demás, muchos hacen retoques fotográficos de su imagen, escondiéndose detrás de máscaras y falsas identidades, hasta convertirse ellos mismos en un “fake”. Muchos están interesados en recibir muchos “me gusta”. Otros tienen miedo a no ser capaces de encontrar seguridad afectiva y quedarse solos, o no encontrar trabajo estable que permita desarrollarse profesionalmente y de forma satisfactoria, en definitiva, ver realizados sus sueños. Otros no acaban de descubrir cuál su vocación, qué quiere Dios de mí y si estaré a la altura de lo que me piden Dios, mi familia, la sociedad.

Tú y yo, cada uno, en esos momentos debemos hacer un discernimiento, poner en orden nuestros pensamientos y sentimientos. Para conseguirlo hay que identificar los miedos, ver si tienen base y reconocerlos con realismo para poder afrontarlos. En lenguaje castellano se diría “coger el toro por los cuernos”.

La Biblia no niega el sentimiento humano del miedo ni sus múltiples causas. Abrahán, Moisés, Pedro y los Apóstoles sintieron miedo. María también. Jesús mismo también tuvo miedo, temor y angustia. Pero los superaron.

¿Cómo? El miedo no puede tener la última palabra. Hay que afrontarlos con realismo, serenidad y confianza en la vida y en Dios. Esto significa creer en la bondad de la existencia que Dios nos ha dado, confiar que Dios nos lleva a un buen final a través de las vicisitudes misteriosas. No sé si lo sabes, pero en la Biblia aparece 365, dicho de una manera o de otra, “No temas”. Dios te quiere y nos quiere libres de temor los 365 días del año.

También puedes confiar en los demás, abrirte a los otros, encontrarte con los demás. Nunca te cierres en ti mismo. Los demás han pasado seguramente por tu misma experiencia o parecida, y te pueden ayudar. Uno puede tener más sabiduría aprendida en las ciencias, otro tiene la ciencia de la experiencia de la vida. El otro es tu hermano. Nunca pierdas el gusto de caminar con otros, de soñar y mirar horizontes con otros, de crear espacios de fraternidad. «No dejéis, queridos jóvenes, -dice el Papa Francisco-, que el resplandor de la juventud se apague en la oscuridad de una habitación cerrada en la que la única ventana para ver el mundo sea el ordenador o el smartphone. Abrid las puertas de vuestra vida. Que vuestro ambiente y vuestro tiempo estén ocupados por personas concretas, relaciones profundas, con las que podáis compartir experiencias auténticas y reales en vuestra vida cotidiana».

Mira: el primer motivo para vencer el miedo es el hecho de que Dios te ha creado, te ama siempre, gratuita e incondicionalmente, y te llama por tu nombre, como a María. Eres un tú para Dios. Eres hijo de Dios siempre, también en los momentos de prueba y oscuridad. Dios confía en ti. Puede ser que tú no creas mucho en él, pero Él si cree en ti y te ama. Muchos, en la iglesia y fuera de la iglesia, creen y confían en ti y te tienden su mano.

Fíjate en María, en su persona, en su amor atento, dinámico y concreto. Un amor lleno de audacia y proyectado hacia el don de su misma; un amor abierto a los demás para que en su vida no falte la alegría, un amor fuerte y fecundo incluso en el dolor. Te invito a invocar a María, la Madre joven de Jesús y tu Madre, nuestra Madre.

+ Manuel Herrero Fernández, OSA

Obispo de Palencia