Algunas aclaraciones sobre la Eutanasia

Algunas aclaraciones sobre la Eutanasia

+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

Escribo estas letras el día 25, fiesta de la Anunciación del Señor, Jornada de la Vida, que nos llama a cuidar de la vida; esto requiere que se haga durante toda la vida y hasta el final, e involucra a todos los ciudadanos y al complejo de relaciones sociales. También a los partidos políticos y sindicatos que surgieron para defender los derechos de los trabajadores y los proletarios y que tienen tanto interés en defender los derechos humanos y la dignidad de la persona. El primer derecho es el derecho a la vida, desde la concepción hasta el final natural. Por continuar con lo que escribí otro día hablo de la eutanasia.

Ante todo, hay que exigir claridad en el lenguaje, no querer confundir ni manipular con el lenguaje. La palabra eutanasia significa buena muerte. Morir hemos de morir, aunque los hombres nos asustemos y, a veces, ni queramos pensar en ella, tenemos que aceptar que somos mortales, es de nuestra condición humana, pero que hay esperanza: Dios nos ha creado para la Vida, y Jesús, el Cristo, ha aceptado libremente la muerte por amor, confiando en las manos del Padre, que es más fuerte que la muerte y todo mal y que lo manifestó resucitándole de entre los muertos como primogénito entre muchos hermanos. Para el cristiano la buena muerte es que la acojamos, aceptamos en amistad y alianza con Él y vivamos con esperanza y confianza en Dios, amigo de la vida de los hombres; una muerte que no es el final del camino, ni la ruptura definitiva de las relaciones con los que han estado o están anudados a nuestra existencia. Los lazos siguen y esos lazos, cuando se viven desde el amor que tiene su fuente en Dios, siempre generan vida y esperanza.

Pero conviene aclarar algunas cosas para no confundirnos ni dejarnos confundir. Por descontado, estas consideraciones que hago no pretenden juzgar las conciencias personales. No soy quien. Sólo Dios juzga y siempre con misericordia, y cada uno debe juzgarse a sí mismo hasta donde lleguemos, porque somos un misterio incluso para nosotros mismos. Sólo pretenden aportar y acercar un poco la luz que nos viene de la fe en Cristo Jesús, en quien el misterio del hombre queda esclarecido (G.S. 22); es el hombre perfecto y en quien la naturaleza humana ha sido elevada a la dignidad más sublime, ser hijo de Dios.

No podemos identificar eutanasia con la compasión, virtud humana y cristiana. Compasión es padecer con el otro, hacer propios los sufrimientos del otro estando cerca, con empatía amorosa, con ternura y cariño.

No podemos confundir eutanasia con libertad, como si la libertad individual pudiera determinar los valores éticos como el de la vida. Esto puede llevar, como llevó en tiempos de Platón, y, sin irnos tan lejos, en la Alemania de Hitler, al infanticidio, la esclavitud y al desprecio de los enfermos incurables. Aristóteles justificaba la esclavitud y el mundo griego inventó el ostracismo = destierro político y social. No podemos sino recordar lo decía Isaías (5,20): «¡Ay de los llaman bien al mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por las tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo».

No podemos olvidar que detrás de la eutanasia, como detrás del aborto, está la actividad financiera de algunas empresas que promueven o facilitan la muerte, incluso buscan mutualistas que se afilien. En ocasiones, por detrás de la pretendida eutanasia por compasión, está el “bien de los familiares” o de la sociedad, porque hay que ahorrar gastos a la Seguridad Social.

Una cosa son los cuidados paliativos y otra la eutanasia. Hay una gran diferencia entre eliminar los sufrimientos de una persona que padece una enfermedad incurable o la vejez y eliminar a la persona para que no sufra. La sociedad debe ofrecer a todos los cuidados ordinarios y proporcionados. Hay cantidad analgésicos, incluso con el riesgo de abreviar algunos de sus días, cuando la muerte no es buscada como fin ni como medio, sino tolerada y prevista; otra cosa es buscarla. Los cuidados paliativos son una forma privilegiada de la caridad desinteresada.

La conciencia cristiana valora y anima a los científicos a investigar para devolver la salud al que la ha perdido y acompañar los días de los ancianos con los logros de las ciencias para que todos podamos vivir con dignidad y tener salud integral, del cuerpo y del alma, de la materia y el espíritu.

Tampoco podemos olvidar el efecto “tobogán o dominó” que se está dando en la sociedad. Me refiero a lo que está pasando: Hemos comenzado con el aborto, que incluso lo edulcoramos engañándonos a nosotros mismos como interrupción voluntaria del embarazo, pero detrás está llegando la eutanasia y, sino no recapacitamos y nos plantamos, vendrá la eliminación, como en la Grecia Clásica, de los “descartados” de la sociedad. Una sociedad será más humana cuanto más cuide de los débiles, los pobres, los emigrantes, los enfermos, los mayores y los niños desde el amor, la caridad, la solidaridad y la entrega, cuando antepongamos la dignidad de la persona al beneficio y al interés egoísta propio o de unos pocos.