+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
«Exulten por fin los coros celestiales, exulten las jerarquías del cielo, y, por la victoria de Rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación. Goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y que, radiante por el fulgor del Rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría al orbe entero. Alégrese también nuestra Madre la Iglesia revestida de luz tan brillante: resuene este templo con las aclamaciones del pueblo». Así nos invita a todos el pregón pascual, después de haber bendecido y encendido el fuego nuevo y el cirio Pascual que significa a Cristo, nuestra luz, el que disipa las tinieblas del corazón y del espíritu.
Y por eso os felicito a todos, como persona, creyente bautizado, como sacerdote y obispo.
A ti, hombre o mujer, te digo en nombre de Cristo: levántate y busca los bienes de arriba. La persona, el ser humano, es lo que busca. ¿Buscas tierra? Eres tierra. ¿Buscas cielo? Eres cielo. Busca los bienes de arriba, los que no perecen ni roban los ladrones, ni arden como la Catedral de Notre Dame de París, ni los roe la polilla. Busca los bienes que tienen futuro, que enriquecen tu vida y tu convivencia, los que encarna Jesucristo: no la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, la ira, el coraje, la maldad, las calumnias y groserías, la mentira; busca la unidad, respetando la diversidad legítima, la misericordia y la compasión entrañable, es decir, que nacen de las entrañas como una madre las tiene para sus hijos lo que llevó en su vientre, la bondad, la fraternidad, la humildad, la mansedumbre y la paciencia; la comprensión y el perdón, la gratitud, la acción de gracias a Dios, en definitiva el amor. Que os guíe la Palabra de Dios, enseñaos mutuamente y exhortaos. Que todo lo que hagáis de palabra o de obra sea todo según Jesucristo (cfr. Col. 3).
Particularmente te lo digo a ti, joven, que buscas la felicidad. Busca a Cristo, el eterno joven, es nuestra esperanza y en Él está la más hermosa juventud del mundo. Todo lo que Él oca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida. Él vive y te quiere vivo. Él está en ti, Él está contigo, y nunca se va. Por más que te aleje, allí está el resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza (cfr. Papa Francisco. Cristus Vivit. 1).
A ti, Iglesia de Cristo, esparcida como grano de trigo que encierras fecundidad y esperanza por toda nuestra geografía: desde la Pernía, el Pisuerga, la Vega, el Camino de Santiago, Campos, el Cerrato y la ciudad; vosotras, pequeñas comunidades, que creéis en Cristo, queréis conocerle más y mejor, amarle más y mejor, seguirle más y mejor, y ser testigos, como María Magdalena, la apóstol de los apóstoles, Pedro, Pablo y los demás apóstoles, como los padres que han precedido en la fe y la esperanza siendo discípulos misioneros. No encerréis vuestras puertas por miedo a nadie, abridlas de par en par y anunciad la paz, el amor de Cristo, el que nos amó y ama hasta el extremo, porque sólo en el amor está la clave de nuestra plenitud. Abrid vuestras manos y corazón para acoger el regalo que Dios nos hace dándonos a su Hijo y su Espíritu, vivir de ese don y haced de vuestra vida un regalo para los demás. Cantadle y alabadle con el aleluya y el amén. Experimentaremos la alegría y la paz que sólo Dios nos puede dar, la verdad y el amor que llena el corazón humano. Permaneced unidos en la fe, en la enseñanza de los apóstoles, en la celebración de la Eucaristía, en la comunidad de vida y en la comunión de bienes. Así seréis presencia y morada, humilde, pero verdadera, de Dios, como su tienda de campaña con su luz y gloria en medio de su pueblo.
A ti, sociedad palentina, sociedad que vives en esta tierra noble, sufrida, vacía y vaciada, te digo, como Jesús decía a los que estaban postrados por la enfermedad, el mal o la muerte: Levántate: Hay futuro, haya esperanza, hay una tarea que hacer entre todos. El futuro no está escrito, lo escribimos tú y yo cada día con nuestras palabras obras, silencios, acciones y omisiones. Dios Padre, con Jesús y su Espíritu Santo, es el que hace todas las cosas nuevas (Ap. 21, 5). No quiere lágrimas, ni luto, ni llanto ni dolor; quiere morar entre nosotros, entre su pueblo, y ser nuestro Dios. Él es el Padre y podemos invocarle como hijos y desde él vivir como hermanos bien avenidos, que se quieren y ayudan. Vuelve a Dios que nos manifiesta su rostro y su voluntad en Cristo; en él está la fuente de la vida, la victoria sobre el mal, el pecado y la muerte. Él te ofrece lo que anhelas: la libertad de los hijos, la justicia, la verdad, la vida, la santidad, la paz y el amor: sólo él puede llenar tu corazón y hacer feliz y dichosa nuestra convivencia. Ánimo, ábrete a Dios, no le des la espalda y sentirás la alegría plena.
¡Feliz Pascua, hermanos y hermanas palentinos!