Homilía en la Virgen de la Calle 2022

Homilía de nuestro obispo en la Solemnidad de la Virgen de la Calle, patrona de la ciudad de Palencia. En la eucaristía celebrada en la S.I. Catedral en la mañana de hoy, 2 de febrero de 2022.

 

 

Hoy gran fiesta, la Virgen de la calle que ofrece al Hijo para el servicio del Padre y de los hombres, del que es nuestra luz y nuestra gloria, el Dios que viene a nuestro encuentro.

En pleno centenario de esta Casa de Dios, la Catedral, que es casa de todos, el hogar secularmente familiar, abierto a todos los hijos de Dios, celebramos hoy a nuestra Madre, Santa María, bajo el título de la Calle. Ella es la primera cristiana, la mejor discípula y misionera, la estrella de la evangelización. Ella, juntamente con San José, es la que nos ha traído al que es la luz de las naciones y la gloria de la Iglesia; la que ha hecho posible el encuentro de Dios con los hombres, representados en Simeón y Ana. Así lo hemos celebrado en Navidad, en Epifanía, y hoy también, a los 40 días del nacimiento, porque los grandes acontecimientos que marcan nuestro itinerario personal y comunitario no podemos olvidarlos nunca.

María, la Virgen de la Calle nos ofrece a Cristo, que es la luz del mundo. Sin luz no hay vida, las plantas no pueden hacer la fotosíntesis, ni los hombres, ver las cosas, las flores, las personas, su rostro, y encontrarnos con ellas, no podemos reconocernos. La luz es fuente de felicidad, de salud. Jesús es una luz que se entrega, que se ofrenda al Padre y a nosotros, con amor generoso hasta el extremo en la Cruz. En Cristo se nos revela la gloria de Dios, se manifiesta el poder de Dios en las gestas, en la historia en favor de los hombres; que Dios se haya encarnado en Jesús es la mayor gesta de la historia. La gesta de liberarnos: no sólo a Israel de la esclavitud y opresión Egipto y del destierro de Babilonia, sino a todos del pecado, del mal y de la muerte eterna; la gesta de hacernos hijos de Dios y hermanos en Cristo, herederos con Cristo, hacernos a los hombres divinos, no porque hayamos arrebatado el fuego, como Prometeo, sino por puro amor: “Tanto amó Dios al mundo”. Por eso le alabamos le bendecimos, le damos gracias,

¿Cómo celebrar la fiesta?

Dejando que Cristo nos ilumine. Lo hizo el día de nuestro bautismo; lo sigue haciendo porque sigue viniendo a nuestro encuentro. Vayamos al encuentro del Señor que viene a nosotros en la Iglesia, en la comunidad que es sinodal, camina unida, en su Palabra, en los sacramentos, la eucaristía y la penitencia que nos purifica del pecado, en la oración y el silencio, en la vida y sus circunstancias, incluso las más humanamente negativas, como la guerra, la enfermedad, la muerte, si sabemos vivirlas desde la fe y en el amor, en cada persona, especialmente en el pobre… Abramos el corazón, nuestra vida personal y comunitaria a su luz, a Cristo, luz del mundo.

Siendo luz para los demás; asumiendo como Jesús nuestros condicionamientos humanos, incluso la muerte, la sujeción a la ley, y llevando la luz a los demás. Cogiendo, como Simeón a Jesús en nuestros brazos, en nuestra vida y dándole a los demás porque muchos en nuestra sociedad no le conocen ni le siguen. Seamos nosotros como Simeón y Ana, hombres y mujeres que, dóciles al Espíritu, se comprometen a ser luz en medio de tantas tinieblas que nos rodean, siendo fieles a Dios, y compasivos, creando fraternidad, como nos invitaba la segunda lectura, tejiendo vida aquí, en nuestra ciudad, barrios y calles.

Seamos luz secundando la gloria del Señor, es decir, continuando sus gestas, liberando a los hermanos de tantas esclavitudes que nos dejan ser felices; seamos luz siendo hombres y mujeres que vivimos la cultura del encuentro con todos, sin exclusiones, ni muros, personas que tienden la mano especialmente ahora, cuando la pandemia, que sigue entre nosotros, como nos manifiesta crudamente el último estudio de Cáritas y Foessa. Ese virus nos ha herido personal y comunitariamente con confinamientos prolongados, aislamiento social, toques de queda, teletrabajo, cierre de colegios, adelantamiento de horas de cierre de negocios, modificaciones de aforo, etc... Y sus secuelas, incluso psicológicas; porque vemos que muchos se han quedado sin trabajo, hay familias que no tiene para llegar a fin de mes y poder pagar el recibo de la luz, del gas, incluso las medicinas y no de manera puntual, sino por tiempos largos, y si encuentran trabajos estos son temporales. Familias que ven cómo los conflictos familiares aumentan; hogares monoparentales, la mayoría encabezados por una mujer, que sienten la exclusión y de manera particular, jóvenes con todo lo más precarios; la situación de los emigrantes. Seamos luz, seamos hermanos, construyamos fraternidad, con nuestra entrega y solidaridad, asumiendo como nuestra su causa.

Hermanos y hermanas: María se nos ofrece como Madre y Maestra; para dejarnos iluminar por Cristo y saber ofrecer a Cristo, hacer de nuestra vida una ofrenda a los demás, ser hombres y mujeres de encuentro.

Celebramos la Eucaristía: Jesús viene a nuestro encuentro en manos de la Iglesia. No sólo nos tiende la mano, sino que se hace pan para el camino, y vino que sella una alianza nueva y eterna. Abramos la puerta al Señor. Pidámosle la gracia del encuentro con Él de saber ser para los demás, luz, pan y vino de alegría, alianza y esperanza.

Virgen de la Calle… ruega por nosotros.

Virgen de la Calle… ruega por nosotros.

Virgen de la Calle… ruega por nosotros.

 

+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

Catedral de Palencia, 2 de febrero de 2022