En este Segundo Domingo se nos llama a aprovechar este TIEMPO OPORTUNO… para APOSTAR POR EL REINO.
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Miramos lo que está pasando
Observamos que, para los poderosos, las personas somos un componente más de las relaciones comerciales; la pobreza y las desigualdades van en aumento; la economía va por un lado y las necesidades del ser humano van por otro; en el trabajo prima la productividad y la mera ganancia; numerosos desahucios dejan en la calle a familias enteras. Mención especial es el caso de las mujeres: explotadas, marginadas, violadas, asesinadas. Toda esta perversión está causada porque en el centro de toda la actividad humana no está la persona.
IRINA vino de Ucrania hace quince años; trabaja en la naranja, con suerte seis meses al año. Tiene que completar con otro trabajo. Hace dos años entró a trabajar en una empresa de envasado de pollos, la peor experiencia de su vida laboral. “Me explicaron que los trabajadores éramos socios autónomos. Todos los meses descontarían de mi sueldo la parte del autónomo. Sin derecho a paro ni a nada. No teníamos horario. Solo turno de mañana y tarde. Nunca sabías a qué hora ibas a salir. Algunos días llegábamos a trabajar hasta 16 horas, a destajo. Tenías que aprender por tu cuenta. El estrés era constante: ¡más rápido!, ¡más rápido! te gritaban. Para almorzar y merendar solo teníamos diez minutos. Lo pagaba con mi familia. En casa no me soportaba nadie. No podía ni dormir por la noche”.
Acogemos la Palabra
Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». […]Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. […]
Juan 2,13-25
Al comienzo de la vida pública de Jesús (según el evangelio de Juan) tiene lugar un acontecimiento de gran trascendencia: la purificación del templo, la violenta expulsión de los mercaderes y cambistas.
El templo era el lugar más sagrado; por eso, a él acudían judíos de todos los lugares para encontrarse con el Dios de Israel. Pero en torno al templo se había organizado una estructura administrativa y económica que producía numerosos recursos para el mantenimiento del oficio sagrado y para enriquecimiento de los que vivían a la sombra de lo que allí se desarrollaba: cambistas, mercaderes, sacerdotes.
Jesús arremete contra este sistema corrupto que había pervertido el auténtico sentido del templo. En lugar de ser espacio sagrado de la presencia de Dios se había convertido en un mercado. El verdadero lugar de la presencia de Dios y de su encuentro con el ser humano es Jesús; él es el verdadero templo.
La persona, creada a imagen y semejanza de Dios, es “templo vivo” en el que se refleja el rostro de Jesús. Hacer del ser humano una mercancía, un medio para conseguir el máximo beneficio, supone negar el rostro de Dios, su presencia en medio del mundo. La cuaresma es tiempo oportuno para redescubrir en el otro el templo vivo del amor de Dios, para poner en el centro a la persona.
Piensa y actúa
Para Dios el “templo” más sagrado son las personas y el verdadero culto es contribuir a que todas vivan con dignidad. Habla con Jesús de lo que sientes al ver a la persona convertida en mercancía. Déjate invadir por la misma indignación de Jesús. Revisa tu vida y tu compromiso cristiano.
• ¿Qué realidades conoces en las que los “templos vivos” de Dios se han convertido en mercancías?, ¿qué sentimientos te producen?, ¿indignación, indiferencia, impulso a “dar la cara por las víctimas” como hizo Jesús?
• Como seguidores de Jesús, ¿qué llamadas escuchas para imitar sus gestos, sus palabras, sus obras, que dignifiquen la vida de quienes te rodean?
Oramos juntos
Tú, Señor, echaste del templo a los mercaderes.
La casa del Señor no es una empresa ni un mercado.
La casa del Señor es una comunidad de hermanos,
profecía y sacramento de una fraternidad universal
donde todas las personas son sagradas
porque son tu imagen, Señor.
Crea en nosotros, Señor, un corazón indignado,
líbranos de nuestros mezquinos intereses
disfrazados de falsa religiosidad
y ayúdanos a trabajar, con el mismo celo de Jesús
para expulsar del mundo
a todos los mercaderes de la vida.
Para ver y escuchar
• Invisibles, película de Gracia Querejeta
• La persona es lo primero, Manolo Copé (HOAC)
• Los Incontables, de Ain Karem