“Tejiendo vida con la Luz de Jesús Resucitado” – II Domingo de Pascua

“Tejiendo vida con la Luz de Jesús Resucitado” – II Domingo de Pascua

VERDE en el Segundo Domingo de Pascua. La esperanza y fuerza que transmite a los dubitativos como Tomás la presencia salvadora de Jesús Resucitado. Esperanza dando vida tras la muerte.

 

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No seas incrédulo, sino creyente

Utilizamos la expresión “si no lo veo no lo creo” para mostrar el asombro o sorpresa que nos produce algo desconocido e inesperado que ha ocurrido o se ha producido y que era difícil de imaginar o predecir. Justo, lo que sucedió a Tomás.

Quien más quien menos se identifica con Tomás. Frente a las dudas, Jesús no se lo echa en cara, sino que le muestra sus heridas, "signos" de su amor y entrega hasta la muerte. Las dudas también pueden rescatarnos de una fe superficial y rutinaria. Jesús le invita a profundizar en sus dudas con la confianza de saber que ya no necesita pruebas.

Este domingo es el llamado de la Misericordia, Jesucristo se nos muestra como el que siempre perdona y da la vida al que no se lo merece. La misericordia es el amor que nos ayuda desde dentro, el que sintoniza con el necesitado y hace todo lo que puede por ayudar. Jesús, muriendo y resucitando, se ha convertido en la misericordia divina visible. Fruto de su misericordia eficaz son los numerosos frutos de su resurrección: el Espíritu, la fe, la paz, la alegría y la misión.

 

Evangelio, San Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; ¡a quienes les perdonéis los pecados! quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor».

Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

 

Papa Francisco

«Ante los trágicos acontecimientos de la historia humana, nos sentimos a veces abatidos, y nos preguntamos: “¿Por qué?”. La maldad humana puede abrir grandes vacíos: vacíos de amor, vacíos de bien, vacíos de vida.

Y nos preguntamos: ¿Cómo podemos salvar estos abismos? Para nosotros es imposible; sólo Dios puede colmar estos vacíos que el mal abre en nuestro corazón y en nuestra historia.

Es Jesús, que se hizo hombre y murió en la cruz, quien llena el abismo del pecado con el abismo de su misericordia».

 

Reflexión

¿Por qué no sacar a la luz las dudas e interrogantes que a veces laten en mi interior sobre Jesucristo y compartirlas con alguien? La experiencia del otro nos enriquece y pone a prueba la mía o la refuerza.

¿Por qué, a veces, los cristianos vivimos como miedosos, con un cristianismo vergonzante, que sólo se manifiesta en el interior de la “sala” de la Eucaristía dominical, pero que no nos atrevemos a manifestarse en las casas, calles y plazas, donde convivimos con tanta gente que necesita la luz del Evangelio?

¿Qué es lo que ha transformado a Tomás hasta entonces dubitativo y vacilante?

 

Testimonio

En la provincia de Shanxi, en la China norteña, la señora Kong, de familia cristiana, recogió un día un huérfano abandonado a la puerta de la iglesia parroquial, envuelto entre trapos. Los cristianos no sabían qué hacer con él. Reflexionaron, pero nadie se atrevió a acogerle. Fue la mamá Kong quien se decidió diciendo que, si lo habían desamparado a la puerta de la iglesia, tenía un mensaje para los cristianos de aquella comunidad. Hasta el día de hoy la mamá Kong, después de 30 años, ha acogido a más de 40 niños y niñas abandonados. Misericordia encarnada donde sobran las palabras y donde todo el mundo la conoce.

 

Escuchar esta canción de Pablo Martínez-Ana Bolívar

https://www.youtube.com/watch?v=2tV2drG1GPE

 

Oración

Dios, Padre nuestro, con los ojos fijos en Jesús Resucitado, cantemos con la Iglesia el estribillo del salmo: «Eterna es su misericordia». Y con estas palabras impresas en el corazón, recorramos el camino de esta emana, de la mano del Resucitado.