El misterio de la Navidad nos deja sin palabras. Dios, el no creado, infinito, eterno, se hace carne que es tanto como finito, temporal y creado. El misterio de la Encarnación, tan grande y tan profundo nos sobrepasa. Necesitamos conceptos y criterios nuevos para explicarlo y entenderlo. ¿Cómo es posible entender que Dios se haga hombre si nosotros los hombres aspiramos a ser dioses? Intentamos recurrir a imágenes e ideas que nos acerquen a esa misteriosa realidad. La siguiente comparación puede proporcionarnos una aproximación al profundo misterio de este día.
Dios con nosotros
En el teatro griego había comedias y tragedias. La tragedia se basaba en la premisa de que la vida irremediable e inevitablemente acababa en drama y tragedia. La comedia, no necesariamente de humor como a veces hoy la encuadramos, proponía la vida con sus problemas y sufrimientos, pero con un final feliz. Desde hace dos mil años los cristianos sabemos que la vida ha dejado de ser una tragedia porque tiene final feliz. La venida de Cristo al mundo nos descubre este sentido nuevo de nuestra existencia. Ya nunca será una tragedia, al contrario, la vida tendrá el mejor de los finales, el de alcanzar la salvación. Aquí radica la gran noticia de la Navidad. Nuestra vida, que hoy comparte nuestro Dios, convierte la historia de la humanidad en una llamada a descubrir la presencia de Dios entre nosotros de manera que haga feliz nuestra vida y esta tenga el mejor final que podemos imaginar: la Salvación. Desde entonces, Navidad se convierte en una palabra llena de esperanza para un mundo afligido por tantas tragedias. Nuestro mundo, nuestras relaciones tantas veces rotas, vulnerables y enfermas se envuelven en esperanza con la llegada del Mesías. Tenemos la posibilidad de pasar de la tragedia a la comedia, de hacer de nuestras vidas una comedia divina porque la tristeza, el desconsuelo, el desencanto no son irreversibles, no son inevitables. Desde ahora no nos sentiremos en el mundo abandonados porque Cristo ha venido precisamente a cambiar nuestro futuro. He aquí la razón de nuestra FELIZ NAVIDAD.
Habitó entre nosotros
“La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”, al escuchar hoy estas palabras en el evangelio, tenemos que hacernos esta pregunta. ¿encontrará lugar entre nosotros Dios hecho hombre? En la primera Navidad se le cerraron todas las puertas. Nadie tuvo espacio para acoger al niño Dios recién nacido. ¿Dos mil veinte y tres años más tarde encontrará nuestras puertas abiertas, nuestras casas acogedoras, nuestros corazones esperándole? Dios ha venido a nuestra casa, quiere habitar con nosotros, quiere formar parte de nosotros, ha tomado nuestra condición humana. En realidad, ¿lo esperamos, lo necesitamos, lo hacemos parte de nosotros? Como en aquella primera Navidad puede que ya no haya espacio en nuestra casa para Él. Como en aquella primera Navidad cuando llame a mi puerta esté tan ocupado que no quiera y pueda acogerlo. En la primera Navidad solo encontró un establo para nacer. En la primera Navidad solo los humildes, los sencillos le acogieron. En la primera Navidad solo le reconocieron, visitaron y se alegraron los pastores. ¿Cuál será nuestra actitud esta Navidad?
Dejemos que Dios habite entre nosotros. No rechacemos que forme parte de nuestra vida. No seamos insensibles a su presencia. Como siempre nuestro mundo, nuestra Iglesia, nuestra comunidad, nuestra familia y nuestro corazón necesitan de la presencia de Dios. Sabremos vivir de manera nueva con Él a nuestro lado. Viéndole hombre como nosotros, Él nos enseñará a ser hijos de Dios. Recuperemos una auténtica expresión de júbilo y alegría para vivir este tiempo. Celebrémoslo en comunidad, en la parroquia, en la casa para llenar de lo mejor nuestra vida. Bienvenido, Señor Jesús. Que el niño recién nacido encuentre un hogar en nuestra familia, en nuestra parroquia y en nuestra iglesia. FELIZ NAVIDAD.
Comentario al Evangelio del 25 de diciembre de 2022, por José María de Valles, delegado diocesano de Liturgia. Emitido en “Iglesia Noticia” de la Diócesis de Palencia