Palabra y Vida - Sal y Luz

Dos imágenes explican lo que para Jesús debemos ser los cristianos, sus seguidores. Dos imágenes llenas de plasticidad en su época y tal vez desvirtuadas y con escaso contenido para nosotros en nuestro tiempo.

 

Sal y luz

La sal y la luz que Dios nos pide que seamos los cristianos evidencian de forma sencilla y fácil de entender nuestra misión. Sal y luz, luz y sal eran tesoros preciosos para las sociedades antiguas. Tanto la sal como la luz eran elementos necesarios para vivir. Su falta hacía frágil la vida y se deterioraba. La falta de sal estropeaba los alimentos, hacia perder sabor a las comidas, cauterizaba las heridas e incluso podía apagar el fuego. La falta de luz impedía el crecimiento, reducía el tiempo de trabajo y de relaciones y hacía peligrosa la noche. Jesús propone con esas dos imágenes las notas fundamentales de nuestro ser seguidores suyos. Como él, debemos asumir el compromiso de ser luz y sal para nuestro mundo. No ha perdido valor y significado. Hoy también podemos encontrar en las mismas imágenes una explicación de cómo debemos ser.

 

Buen sabor

Hoy la sal no tiene buena prensa, pero sigue siendo imprescindible en la vida. Algo tan pequeño y en poca cantidad es capaz de dar buen sabor a la comida. Con una pizca de sal encontramos el gusto a lo que comemos y nuestros platos adquieren nuevo sabor. La sal no se ve en el plato, pero se hace notar. Indudablemente no es nada caro y, aun así, se hace imprescindible. No se puede explicar mejor la tarea del cristiano en la sociedad. Siendo poco da un sabor diferente a la vida; siendo invisible sazona los acontecimientos que vivimos, siendo sencillos y asequibles nos hacemos imprescindibles para que la vida tenga un gusto exquisito.

 

Claridad

La luz en cambio, en nuestra sociedad se hace necesaria e imprescindible. No solo usamos la luz para iluminar la vida, sino que la hemos incorporado a las máquinas. Los utensilios que usamos necesitan de luz. Tenemos la impresión de que nada funciona hoy sin luz,

Todo ello hace que veamos la luz como imprescindible. Bien es cierto que en tiempos de Jesús se referían principalmente a la luz del sol, la luz, por excelencia, que alumbra, calienta, necesaria para el crecimiento de la vida. A esa luz, fuente de calor, dispersadora de tinieblas y capaz de iluminar la obscuridad de la vida se refería Jesús. Transmitir claridad, proyectar luz frente a las sombras, transparentar calor forman parte de ser sus discípulos.

 

Jesús: luz y sal.

Aunque parezca bonito la imagen con la que Jesús nos identifica bien sabemos que solo de Él podemos recibir la capacidad de ser sal y luz. La LUZ, en mayúsculas, es la que brilló en nuestro mundo al nacer Jesús. En la medida que lo imitemos seremos luz. La SAL, que salvó al mundo, es Cristo, el Salvador. Solamente participando de su condición seremos sal para nuestro mundo.

Pon un poco de la sal de Cristo en tu vida para que tenga buen sabor, para que no amargue tu existencia. Pon un poco de la luz de Cristo para que ilumine tu vivir y caliente y aliente tu fe.

Danos Señor la gracia de ser sal y luz en nuestro mundo.

 

Comentario al Evangelio del 5 de febrero de 2023, por José María de Valles, delegado diocesano de Liturgia. Emitido en “Iglesia Noticia” de la Diócesis de Palencia.