La autoridad en nuestros días es un tema siempre cuestionado. Todo lo que suena a autoridad se desacredita. Tal vez una de las razones para ello sea la pérdida de confianza en la estructura moral de la vida. Nos moveos en la duda que haya una estructura moral que o castigue el comportamiento. Tantas veces vemos que el bien no se recompensa y el mal no se castiga. Asistimos a una valoración neutra tanto del bien como del mal. Tenemos la sensación de que Dios sigue ausente, no ve, está ciego y por lo tanto no conoce nuestras obras. Lo cual facilita hacer lo que queramos sin importar la moralidad y los efectos que produzca. No necesitamos un código de conducta ni unas leyes que cumplir subyace en el pensamiento moderno.
Algo parecido debía pasar en tiempos de Jesús cuando le proponen que las leyes eran pesadas de cumplir. Sin embargo, Jesús se revela a sí mismo como el nuevo y último referente de la nueva moral. “No he venido a abolir la ley, sino a darla cumplimiento, a darla plenitud”. Con esta declaración Jesús no solo suprime las normas, los mandamientos y las leyes, sino que se posiciona a favor de un orden moral que guíe al hombre y la mujer a hacer lo que es bueno para ellos y evitar lo que es destructivo y malo. De modo que propone una nueva ley y una nueva forma de cumplirla.
Nueva ley
Antes de analizar la nueva ley, debemos prestar atención a la forma y manera de cómo se nos dio la ley antigua. Dios entregó a Moisés las tablas de la ley en el Sinaí, según el relato del Deuteronomio. Con esa ley el pueblo elegido entrará en la Tierra Prometida y a través de su cumplimiento se forjó la alianza entre Dios y su pueblo, de manera que el pueblo tendrá conciencia clara de que Dios velará por el cumplimiento de la ley como prueba de amor y fidelidad de su pueblo.
San Mateo, deliberadamente, presenta a Jesús como el nuevo profeta que, como Moisés también salió de Egipto. (Es el único evangelista que narra este episodio de la infancia de Jesús). Y de la misma manera que Moisés, Jesús enseña su ley en la montaña donde lleva a sus discípulos, el monte de las Bienaventuranzas. Como nuevo Moisés, Jesucristo en nombre de Dios, su Padre, nos da la nueva ley. ¿Qué tiene de nuevo? Ya no se queda en un comportamiento meramente externo de normas de vida que eviten el mal, la muerte, la violencia, el enfrentamiento y el alejamiento de Dios y de los demás. Ya no serás solamente diez cosas sino todo un estilo de comportamiento que abarque toda la vida.
Se formula de una nueva manera, desde lo positivo. Ya no se consideran normas prohibitivas sino favorecedoras de una mejor vida. Jesús nos invita no solo a evitar lo malo sino a hacer positiva y asertivamente el bien siempre y a todos.
Nuevo cumplimiento
Jesús se muestra con autoridad para decirnos qué hacer y qué no hacer y cómo hacerlo. La vieja ley de Moisés era una lista de mínimos para vivir y convivir en paz. Ahora se llega más allá, Jesús propone una ley que nos haga felices a nosotros y a los demás. Las normas se orientan a vivir felices. Por eso se destinan al corazón, a la intención sana de nuestros deseos y se propone no solo no hacer el mal sino hacer el bien para agradar a Dios. Ya no evitaremos el mal por miedo al castigo, sino que haremos el bien para conseguir el premio de hacer feliz la vida de los demás y obtener el amor de Dios. Ya la autoridad de Dios no será una amenaza sino un revulsivo que nos anime a cumplirla con entusiasmo. Y de nuevo el ejemplo de esa forma de cumplir la ley la descubrimos en Jesús. El traspasó los pequeños límites con que nosotros cumplimos los mandamientos para vivirlos en plenitud. He aquí la explicación a su frase inicial: he venido a dar plenitud la ley de mi Padre.
Comentario al Evangelio del 12 de febrero de 2023, por José María de Valles, delegado diocesano de Liturgia. Emitido en “Iglesia Noticia” de la Diócesis de Palencia.