Compartimos la retransmisión de la Eucaristía en el Domingo de Pascua de Resurrección, que se está celebrando en nuestra Catedral, y la homilía de nuestro obispo D. Manuel.
HOMILÍA EN EL DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN - 2023
¡FELIZ PASCUA, HERMANOS Y HERMANAS!
Este es el día en que actuó el Señor. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Dios actúa todos los días, pero su actuación definitiva fue resucitando a su Hijo, nacido en Belén de María Virgen, que pasó haciendo el bien y curando los heridos de la vida, que nos mostró con su palabra, persona y obras el camino de la gloria, que fue asesinado, siendo inocente, que murió en la cruz, fue sepultura. Pero el Padre le resucitó.
Nosotros nos alegramos por Él, porque vemos que Él nos amó el primero, y amar a alguien -como dijo un poeta- es decir, tú no morirás. Su resurrección, hermanos, constituye el sello de Dios a su persona y obra; Dios no estaba con los que le acusaron, juzgaron y mataron; Dios pone su sello en Jesús, avalando su persona y obra. Es su Hijo, es el Mesías, es nuestra alianza.
De su resurrección nos han hablado hoy las lecturas.
En la primera Pedro confiesa su fe y da testimonio de la misma; lo dieron también todos los apóstoles, porque le vieron, le amaron, se les apareció.
En el Evangelio nos refiere los acontecimientos de aquella mañana de Pascua; vemos a María Magdalena, llena de amor y fiel va al sepulcro y ve que se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde le han puesto; da testimonio de que está vacío, y Pedro y Juan corren para ver qué ha pasado. Llenos de sorpresa, porque ellos pensaban que Jesús había terminado con su muerte y no habían comprendido para nada las Escrituras. Es verdad que hablaban las escrituras de despertarse, de levantarse, pero ellos no comprendían esas palabras. Ven los lienzos y las vendas en el suelo, y el sudario, enrollado aparte. No podían ser los ladrones, porque habrían arramblado con todo, sin dejar las cosas en su sitio. Y menos llevarse un cadáver. Juan entra y comprende lo que Jesús había dicho y Juan cree. La resurrección iluminó su mente y su corazón.
La resurrección es fuente de luz para entender a Jesús, revela el sentido de su pasión, muestra que la vida, la palabra y la pasión de Jesús no ha sido una derrota, sino la victoria del amor, del amor más grande. Jesús ha obtenido del Padre una vida nueva, no terrena, sino gloriosa.
Acojamos hoy este mensaje que nos viene de la fe. No pidamos pruebas científicas, no las hay: hay el sepulcro vacío y el testimonio y confesión de los Doce y el pálpito de nuestro corazón y conciencia que se resiste a creer que la muerte tendrá la última palabra sobre Jesús y sobre nosotros. Jesús resucitado, como dice Pedro, tiene el poder, no de juzgar sino de perdonar los pecados, hasta de los más graves. Tiene un poder de salvación, que incluye el juicio, que será sobre si nosotros al final hemos acogido o rechazado a Jesús, y su amor.
¿Qué consecuencias tienes para nosotros?
Hemos muerto y resucitado con Él en el Bautismo, por tanto, tenemos que vivir una vida nueva cuyo germen es la fe. Tenemos que buscar los bienes de arriba, aspirar a lo de arriba, no a lo terreno.
Lo de arriba no es lo de la Luna o Marte o en una galaxia perdida, sino los valores espirituales; no buscar sólo los bienes que se buscan en nuestra sociedad, los materiales, no sólo la codicia de los bienes materiales, el poder, pensando en uno mismo y en placer a cualquier precio, pisoteando la conciencia y a los demás, sino la unión con Cristo en la fe, la esperanza y la caridad.
Vivir en la fe, apoyando nuestra vida en el encuentro con Cristo, confiando en Él; la esperanza, confiar en sus promesas, en su gracia para cada momento y que nuestra vida está en Él, una vida vinculada a la suya porque somos parte de su cuerpo. Y en el amor o caridad, como Él nos amó. Es vivir como Él vivió, con generosidad, con un amor que se entrega, que sirve, que mira por los demás, por su bien integral. Vivir con alegría, con entusiasmo, dejándonos llevar por su Espíritu dentro de la comunidad eclesial. Una comunidad que tiene la misión de continuar la misma misión de Jesús por los caminos de la vida y de la historia de los hombres, aunque en ocasiones experimente la muerte y la incomprensión.
Respondamos con gratitud, con alabanzas, bendición y acción de gracias, como lo hacemos en cada -y en esta de manera especial- eucaristía. Aquí el Señor Resucitado nos dice, en palabra de un Obispo, Melitón de Sardes, del siglo II:
«Venid todas las familias de los hombres, amasadas en pecado y recibid el perdón de los pecados. Porque yo soy vuestro perdón, yo la pascua de la salvación, yo el cordero inmolado por vosotros, yo vuestro rescate, yo vuestra vida, yo vuestra resurrección, yo vuestra luz, yo vuestra salvación, yo vuestro rey. Yo os conduzco hasta las cumbres de los cielos. Yo os mostraré al Padre que existe desde los siglos. Yo os resucitaré por mi diestra». Comamos en su mesa el pan de la Vida nueva y resucitada.
+ Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA
Obispo de Palencia