Palabra y Vida. Entender, alcanzar y disfrutar el Reino de los Cielos

Palabra y Vida. Entender, alcanzar y disfrutar el Reino de los Cielos

Los próximos dos domingos leeremos las Parábolas sobre el Reino de los Cielos. La expresión reino de Dios o de los Cielos aparece cincuenta veces en los Evangelios que san Juan sustituye por la expresión Vida Eterna. San Mateo, el evangelista que en este ciclo A leemos, cuenta siete parábolas sobre el reino.

 

El Reino de los Cielos

No hablamos mucho del Reino de los Cielos. Nuestros anhelos y preocupaciones se centran en nuestros reinos terrenales. Pero Jesús hace del Reino de los Cielos una de las prioridades de su enseñanza. Toda la propuesta de Jesús a sus discípulos se centra en el Reino. En el Reino concurría la razón del discipulado y del seguimiento al Señor. Nada se entiende sino la consecución del Reino de Dios. Jesús hace del Reino uno de los núcleos centrales de su catequesis. Asimismo, los discípulos se sienten interesados y preocupados por entenderlo, alcanzarlo y disfrutarlo. Y encuentran algunas dudas y dificultades para comprender el Reino de Dios. Cada una de las tres parábolas, la cizaña, el grano de mostaza y la levadura, quieren responder a esas cuestiones. Las tres transmiten un mensaje de esperanza y consuelo.

 

El problema del mal

Frente al mal que tantas veces convive con nosotros y en nosotros, Jesús cuenta la historia del hombre, que, habiendo sembrado buena semilla, por la noche el enemigo siembra en su campo cizaña. En el pensamiento de los discípulos la solución pasaba por arrancar el mal y convertirse ellos en jueces. Jesús quiere elevar su pensamiento y propone convivir con el mal dejando el juicio a Dios que al final separará lo bueno de lo malo, la cizaña del trigo que tendrá premio y recompensa ya que los justos resplandecerán como el sol en reino del Padre. El Reino de Dios lo formamos todos y será el Señor quien juzgue.

 

La pequeñez

Los discípulos imaginaban un Reino de Dios numeroso y poderoso y encontraban complicado referirlo a ellos que eran pocos. Frente a la sensación de pequeñez y de escasez les propone la parábola del grano de mostaza que siendo muy pequeño es capaz de convertirse en un gran árbol. La parábola invita a llenarnos de confianza en Dios que hará grande la pequeña semilla que cada uno de nosotros somos. Anidar en las ramas de ese árbol será nuestro proyecto y nuestro fin.

 

El fermento

La tercera parábola pretende infundir en los discípulos la fuerza transformadora que Dios pone en cada uno de nosotros y que será capaz de aumentar el reino. La levadura, siendo poca, genera un gran crecimiento de toda la masa y así espera que sean levadura, capaces de hacer grande el Reino de los Cielos. Cuesta entender, y en nuestros tiempos más, que los seguidores de Jesús, aunque seamos pocos, tenemos la fuerza necesaria para hacer grande el Reino de Dios. Evidentemente no por nuestros méritos sino por la fuerza del Espíritu que permanentemente genera vida y hace grande el número de los que forman el Reino de los Cielos. Aspiremos también nosotros a formar y conformar el Reino de Dios.

 

José María de Valles. Delgado diocesano de Liturgia