Palabra y Vida - Una invitación permanente

Palabra y Vida - Una invitación permanente

Tendemos a dar el protagonismo del evangelio de este domingo a los invitados que rechazan asistir al banquete. Centramos en ellos el mensaje de hoy y olvidemos o dejemos en un lugar apartado al protagonista auténtico que es el Rey que invita y que insiste en llenar el salón de bodas de invitados.

Insiste una y otra vez en la invitación. No se siente defraudado al conocer que no quieren asistir los primeros a quienes invita. Envía a sus criados para invitar a otros y, aunque tampoco estos aceptan ir, vuelve, una tercera vez, a ofrecer la entrada al banquete a todos. No se desalienta, no se siente defraudado sino, al contrario, sigue invitando continua y permanentemente a la fiesta a todos. Esto nos haba del enorme interés que Dios muestra con nosotros para que acudamos a la fiesta del banquete de su Hijo. Porque de eso nos habla la Palabra de Dios hoy del interés que Dios tiene en que vivamos la Fiesta con mayúsculas, en que seamos sus comensales, en que aceptemos la invitación que nos hace para celebrar la vida como fiesta.

 

Rechazar la invitación

¿Por qué los invitados al banquete rechazan la invitación?

Se me ocurren tres motivos. En primer lugar, esperan lograr más en otras cosas y se permiten el lujo de mostrarse indiferentes ante la propuesta recibida despreciar la invitación al banquete y. Prefieren sus negocios, sus tierras, sus ocupaciones que acudir a la fiesta con los demás. Tienen su justificación y esgrimen distintas y diferentes razones para no ir. No quieren compartir su vida y dedicarla a ganar todo para tener más.

Otra razón para rechazar la invitación a la boda puede tener relación con la falta de hambre. En un banquete de bodas se espera comer bien y compartir con los demás la alegría, el amor y la vida. No debían sentir hambre y por ello su rechazo. Una razón poderosa que nos hace sentir hambre es el esfuerzo. Aquellos que hacen deporte, aquellos que trabajan duro y gastan mucha energía, normalmente, tienen mucho apetito. Después del esfuerzo experimentas hambre. Pero si no tienes hambre no necesitaban ir.

Un tercer motivo para rechazar la invitación se refiere al ámbito afectivo y de relación. A quienes queremos, con quienes nos sentimos cercanos en los afectos nos gusta compartir la vida, celebrar la fiesta y comer juntos. Estos que se negaron a ir es posible que no tenían buen trato con aquel Rey. No le apreciaban, no lo necesitaban y no se sienten estimados y queridos por quien les invita. No quieren tener relación con Él.

 

La Eucaristía, fiesta del banquete

Los estudiosos de la Biblia refieren este evangelio al pueblo de Israel que rechazó la invitación de Dios y la oferta que Dios hace a todos los pueblos para invitaros a las bodas de su Hijo en el Reino de los Cielos. Sin duda que esa es una buena argumentación teológica. Pero nos quedaría muy lejos la palabra de Dios si no la podemos aplicar a nuestra vida diaria. Por ello creo que la parábola debemos leerla en clave de la Eucaristía, celebración de la Cena del Señor y fiesta de la vida de los hijos de Dios.

Debemos descubrir todo lo anterior en nosotros. La permanente invitación del Señor a vivir la Eucaristía, las excusas y pretextos que cada uno de nosotros ponemos para rechazar la invitación y nuestra necesidad de vivir la fiesta con los demás en la casa del Padre. Sin relación con Dios no sentiremos como regalo la invitación de celebrar la Eucaristía. Sin hambre de Dios, porque no trabajemos duro en su viña, igualmente podremos pasar sin comer de su alimento eucarístico. Y finalmente, anteponiendo nuestros intereses y nuestros negocios y gustos, también abandonaremos la vivencia de la Eucaristía. Acudamos con gozo cada domingo a vivir la Eucaristía aceptando como regalo y gracia la invitación que nos hace.

 

José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia