Primer Domingo de Adviento: “Soñar despiertos”

Primer Domingo de Adviento: “Soñar despiertos”

Los sueños con posibilidades reales son los que se sueñan despiertos. Soñar con los ojos bien abiertos para mirar con hondura la vida, a las personas y a los pueblos, a nuestro mundo, para poder descubrir ahí a Dios que “habita y trabaja”. Porque el Señor llega constantemente a nuestra historia, a nuestra sociedad, a nuestra familia, a nuestros amigos, a lo que ocurre en la calle, a lo que leemos o escuchamos en las noticias, en cada situación o acontecimiento de la vida.

Soñar despiertos es tener los pies en la tierra y en medio de la realidad de cada día preguntarnos (y, si es posible, respondernos): ¿hay algún brote de vida por ahí? A pesar de todas las duras realidades que vivimos, es necesario escudriñar y descubrir vida donde otros no saben verlo. “Prestar atención para poner intención podría ser una buena síntesis del Evangelio. Prestar atención que significa parar, observar, sentir, gustar y saborear la vida para poner intención y construir hábitos para el bien” (Sebastián Mora).

El Mesías está en cada persona que espera. El “mesías” es cada persona que cree en lo mejor que Dios puso en la creación; quien sabe reconocer lo positivo, las posibilidades ocultas que reverdecen sin notarlo. Sueña despierto quien sabe ver las “señales”. “¡Velad!”

 

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EVANGELIO

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.

Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.

Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.

Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!».

(Marcos 13, 33-37)

 

UNA HISTORIA...

Dos semillas están juntas en la tierra sembrada. La primera semilla dijo: «¡Quiero crecer! Quiero que mis raíces lleguen muy abajo en el suelo y que mis retoños rompan la corteza de la tierra que tengo arriba... Quiero desplegar mis tiernos brotes como banderas para anunciar la llegada de la primavera... Quiero sentir el calor del sol en mi cara y la bendición del rocío matinal en mis pétalos». Y entonces creció.

La segunda semilla dijo: «Tengo miedo. Si dejo que mis raíces vayan hacia abajo, no sé qué encontraré en la oscuridad... Si me abro camino a través del duro suelo puedo dañar mis delicados retoños... ¿Y si dejo que mis brotes se abran y una serpiente trata de comerlos? Además, si abriera mis tallos nuevos, tal vez un niño pequeño me arranque del suelo. No; me conviene esperar hasta que sea seguro». Y entonces esperó.

Un pájaro que andaba dando vueltas por el lugar en busca de comida, encontró a la semilla que esperaba y enseguida se la tragó.

 

Atreverse a soñar lo que queremos,
entrenar la mirada para descubrir
oportunidades en vez de problemas
y poner toda la energía en el empeño
nos permitirá “desplegar nuestros brotes”
y “abrir caminos a través del duro suelo”.

¡Atrévete a soñar!

 

PARA PENSAR

Llega la hora de la alborada, de pasar de la noche al día. Es tiempo de despertar, como lo hace la naturaleza, como la semilla que cae en tierra o como los árboles que despuntan yemas.

Abrid las ventanas y respirad; oread todas vuestras estancias, sacudíos miedos y desganas, lavaos la cara con fresca agua y perfumaos antes de salir a la plaza.

Poneos en pie sin hacer ruido, desprendeos de tanta postración acumulada y no volváis a añorar normas ni cargas. Erguid vuestra espalda, asentad los pies en tierra firme, dejad que el corazón lleve su ritmo... y lanzaos hacia el cielo con vuelo sereno.

Dios os quiere, ahora y siempre, más de lo que imaginan vuestras ganas. Otead el horizonte atentamente para descubrir sus signos en este tiempo; no olvidéis que sois vigías y pregoneros de su sueño y buena nueva.

¡Preparaos para su llegada!

 

EN COMUNIDAD REZAMOS

Despierta, Señor, nuestros corazones,
que se han dormido en cosas triviales
y ya no tienen fuerza para amar con pasión.

Despierta, Señor, nuestra ilusión,
que se ha apagado con pobres espejismos
y ya no tiene sueños que esperar.

Despierta, Señor, nuestras ansias
de felicidad, porque nos perdemos
en múltiples ocupaciones y no saboreamos
el latido cotidiano del corazón.

Despierta, Señor, nuestra inquietud,
para que no “pasemos” de lo que es
de todos y seamos ciudadanos responsables.

Despierta, Señor, esa amistad gratuita,
pues nos envuelven relojes y tareas
y apenas queda tiempo para las personas.

Despierta, Señor, tu palabra nueva,
que nos libre de tantos anuncios y promesas
y nos traiga tu claridad evangélica.

Despierta, Señor, nuestro espíritu,
porque hay caminos que sólo se hacen
con los ojos abiertos y las manos dispuestas.

Despierta, Señor, tu fuego vivo.
Purifícanos por fuera y por dentro,
y enséñanos a vivir despiertos.