Cuarto Domingo de Adviento: “Soñar y acoger lo nuevo”

Cuarto Domingo de Adviento: “Soñar y acoger lo nuevo”

El saludo a María es: «Alégrate... No temas». Manifiesta que Dios la sueña liberada de temores, abierta a la vida, a posibilidades nunca imaginadas. En sociedades atenazadas por el miedo a lo distinto, a los que son diferentes, a lo vulnerable, al futuro... necesitamos escuchar: “No temas”. Necesitamos confianza para percibir y sentir en cada situación lo que María vive: “El Señor está contigo”.

El miedo nos hace levantar fronteras de todo tipo, sólo la confianza posibilita el encuentro. Confiar en que somos portadores de dones unos para otros, confiar en la riqueza de los intercambios, en la dicha que es abrirnos a la gracia depositada en el otro. Confianza que lleva a descubrir la presencia de Dios, naciente y germinal en las personas y acontecimientos. Cada vez que Dios se acerca a nosotros es para volvernos personas fecundas que acogen, generan y cuidan la vida.

El mundo requiere de “muchas Marías” para poder dar a luz proyectos de esperanza, aspiraciones de justicia, deseos de bondad, testimonios de compromiso... “Hágase en mí según tu palabra”.

 

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EVANGELIO

A los seis meces, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David la virgen se llamaba María.

El Ángel, entrando a su presencia, dijo: - Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres.

Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquel.

El ángel le dijo: - No temas, María, porque has encontrado, gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de David para siempre, y su reino no tendrá fin.

Y María dijo al ángel: - ¿Cómo será eso, pues no conozco varón?

El ángel le contestó: - El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.

María contestó: - Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra»

Y el ángel se retiró.

(Lucas 1, 26- 38)

 

UNA HISTORIA…

Durante una fuerte nevada, llegó un caminante a una pequeña aldea. Todos estaban encerrados en sus casas pasando aquel duro invierno. Las cosechas se habían perdido y el hambre amenazaba con acabar con sus habitantes.

El caminante llamó a una puerta para pedir cobijo y pasar la noche. Le dejaron entrar y le ofrecieron una habitación para dormir. A la mañana siguiente, antes de marcharse, quiso dar las gracias a aquella familia. Sacó una bolsita de tela de su macuto y se la entregó diciendo: “Aquí dentro hay una semilla. Sólo crece en invierno y da muchos frutos. Si esos frutos los repartís entre todos los habitantes de la aldea, nunca más pasaréis hambre. Si no lo hacéis así, los frutos se volverán agrios y moriréis de hambre”.

Y el caminante se marchó. Al abrir la bolsita se sonrieron al ver aquella diminuta semilla y, pensando que aquel hombre estaba loco, la tiraron a la basura. Pero la hija pequeña la recogió, hizo un agujero en la nieve y la plantó. Por la noche, de aquella semilla salió una planta que comenzó a crecer y crecer, hasta convertirse en un gran un árbol. En sus ramas, aparecieron frutos de muchos colores, tamaños y formas.

Al día siguiente, no salían de su asombro al contemplar aquel enorme árbol. La hija pequeña dijo lo que había hecho, pero no la creyeron. Cogieron uno de sus frutos y lo probaron. Era un manjar exquisito. Rápidamente recogieron todos los frutos para que nadie se los robara.

La hija pequeña les recordó lo que había dicho el caminante. Al principio no le hicieron caso, pero luego pensaron que no estaba bien que sus vecinos murieran de hambre mientras ellos tenían comida en abundancia. Sin pensarlo más, repartieron los frutos entre los habitantes de la aldea.

Cuando se los comieron, vieron que cada uno tenía una semilla diminuta. Todos la plantaron delante de sus casas. Poco a poco, aquella aldea se fue llenando de grandes árboles frutales. Desde entonces, no dejaron de compartir los frutos que tenían».

 

PARA PENSAR

Dicen por ahí
que si hay Dios está lejos,
que el amor no funciona,
que la paz es un sueño,
que la guerra es eterna,
y que el fuerte es el dueño
que silencia al cobarde
y domina al pequeño.

Pero un ángel ha dicho
que está cerca de mí
quien cambia todo esto,
tan frágil y tan grande,
tan débil y tan nuestro.

Dicen que está en las calles,
que hay que reconocerlo
en esta misma carne,
desnudo como un verso,
que quien llega a encontrarlo
ve desvanecerse el miedo,
ve que se secan las lágrimas
ve nueva vida en lo yermo.

Dicen por ahí que si hay Dios está lejos,
pero tú y yo sabemos,
que está cerca, en tu hermano,
… y está en ti muy adentro.


 

EN COMUNIDAD REZAMOS

Señor, que vea…
…que vea tu rostro en cada esquina.

Que vea reír al desheredado
con risa alegre y renacida.

Que vea encenderse la ilusión
en los ojos apagados
de quien un día olvidó soñar y creer.

Que vea los brazos que,
ocultos, pero infatigables,
construyen milagros
de amor, de paz, de futuro.

Que vea oportunidad y llamada
donde a veces sólo hay bruma.

Que vea cómo la dignidad recuperada
cierra los infiernos del mundo.

Que en el otro vea a mi hermano,
en el espejo, un apóstol,
y en mi interior te vislumbre.

Porque no quiero andar ciego,
perdido de tu presencia,
distraído por la nada…
equivocando mis pasos
hacia lugares sin ti.

Señor que vea…
…que vea tu rostro en cada esquina.