Los buenos sueños movilizan la esperanza, desvelan posibilidades, abren el horizonte y ponen en marcha. Juan Bautista no sólo es “la voz que grita en el desierto”. Es también quien señala con el dedo a quien ha de venir: Jesús, el Camino. Pero no sólo señala, da pasos por ese camino, ofrece pistas, se adelanta. “Lo que todos podemos y debemos hacer, si es que alguna vez va a haber un mundo justo, es comenzar a vivir de la misma manera en que tendríamos que vivir en ese mundo” (Everet Reimier). El profeta, con su misma vida, inicia ya caminos nuevos y los abre.
En un mundo sombrío y triste, donde la esperanza se ve amenazada, el Adviento nos invita a ser, como Juan Bautista y tantos otros, en mundos muy diversos, profetas de la esperanza, profetas de la alegría, profetas que abren camino. Es la invitación también de Pablo en este domingo: «Estad siempre alegres». La alegría de vivir internamente que Dios nos cuida y custodia. La alegría de reconocer, apoyar y apostar por los pequeños pasos que hacen camino.
En nuestro mundo sigue habiendo profetas anónimos, que nos invitan a tener sueños, deseos profundos de hacer el bien, de arriesgar, de dejar comodidades, de tomar opciones evangélicas, decididas, profundas, de salir a los caminos… “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”.
EVANGELIO
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
Cuando le preguntaban quién era él contestaba…:
- Yo soy la voz que clama en el desierto; allanad el camino del Señor (como dijo el profeta Isaías)
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
- Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?
Juan les respondió:
- Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros hay uno que no conocéis: es el que viene detrás de mí y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia.
Esto pasaba en Betania, a la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
(Juan 1,6-8.19-28)
UNA HISTORIA…
Un día, una vaquilla tuvo que atravesar un bosque para volver a sus tierras de pasto. Siendo animal irracional, abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas.
Al día siguiente, un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de una oveja que, viendo el espacio ya abierto, hizo a sus compañeras seguir por allí.
Más tarde, las personas comenzaron a usar ese sendero: entraban y salían, giraban a la derecha, a la izquierda, descendían, se desviaban de obstáculos, quejándose y maldiciendo, con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa.
Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en un amplio camino donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría haber sido realizada en treinta minutos, si no hubieran seguido la vía abierta por la vaquilla.
Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle principal de un poblado y, posteriormente, en la avenida principal de una ciudad. Todos se quejaban del tránsito, porque el trayecto era el peor posible.
Mientras tanto, el viejo y sabio bosque se reía, al ver que los seres humanos tienen la tendencia a seguir como ciegos el camino que ya está abierto, sin preguntarse nunca si aquélla es la mejor elección.
PARA PENSAR
¡En marcha!
No basta con soñar
caminos nuevos,
hay que recorrerlos sin tardanza,
en soledad o en compañía,
para saber qué encierran
en su entraña.
La vida es un camino abierto,
a veces, por el desierto inhóspito,
otras, por el mar con estelas,
o por el firmamento con estrellas,
o por la tierra con sus valles y colinas;
siempre por el interior de uno mismo.
Caminad, pues quien no camina
renuncia a creer y gozar la vida.
¡Respirad esperanza!
¡Preparaos para la sorpresa
que nos trae su llegada!
EN COMUNIDAD REZAMOS
Felices quienes siguen confiando a pesar de las muchas circunstancias adversas de la vida.
Felices quienes tratan de allanar todos los senderos, odios, marginaciones, discordias enfrentamientos.
Felices quienes bajan de sus cielos particulares para ofrecer esperanza y anticipar el futuro con una sonrisa en los labios y con mucha ternura en el corazón.
Felices quienes aguardan, contemplan, escuchan, están pendientes de recibir una señal y cuando llega el momento decisivo dicen sí quiero, adelante.
Felices quienes denuncian y anuncian con su propia vida y no solo con meras palabras.
Felices quienes rellenan los baches, abren caminos, abajan las cimas para que la existencia sea para todos más humana.
Felices quienes acarician la rosa, acercan la primavera, regalan su amistad y regalan su amistad, reparten ilusión a manos llenas con su ejemplo y sus obras.
Felices quienes cantan al levantarse, quienes proclaman que siempre hay un camino abierto a la esperanza diciendo: “No tengáis miedo, estad alegres”.