Este tercer domingo de Adviento podemos decir que tiene apellido. Lo apellidamos: Gaudete, que significa alegría, regocijo y gozo. La explicación la encontramos en las primeras palabras con las que empieza la misa de hoy. En la antífona de entrada y tomado de la Carta de san Pablo a los Filipenses el Sacerdote dirá: “Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres, el Señor está cerca” (Fip. 4, 4-5). Manifestación de esta alegría puede ser el color con que el sacerdote hoy celebra, ya que, además del morado, puede usar una casulla de color rosa, como signo de gozo y alegría.
La Iglesia nos invita a todos los fieles a vivir en alegría este tiempo de adviento a la vez que nos recuerda que solamente un deseo auténtico de conversión producirá esa alegría, Así lo lleva celebrando desde hace muchos siglos recordándonos que debemos vivir con alegría porque está cerca el Salvador. Debemos tener una actitud de alegría porque el Señor está a punto de llegar y debemos recibirlo con alegría.
Dar testimonio, ser testigo de la luz
El personaje que centra la lectura del evangelio de hoy es Juan el Bautista. Debe responder a un interrogatorio donde le exigen que se defina: quién es y explique lo que hace. Se intuye en el trasfondo del texto que le acusan de ser protagonista, de erigirse en líder, en creerse superior a los demás, considerándose un profeta y que por eso bautiza. Llama la atención la contundencia con qué responde a las tres preguntas que le hacen, diciendo que no. Su afirmación es que sólo es “testigo”. Su misión es avisar y preparar a los hombres para que acojan a quien va a llegar y a quien no es digno de desatar la correa de sus sandalias, porque será “la luz que ilumine el mundo y la vida del hombre”. Sus tres respuestas negativas afirman que no busca gloria o prestigio, ni viene en su propio nombre, sino que su misión es dar testimonio de la “luz” y hacia esa luz es hacia donde debemos poner nuestros ojos.
Voz que grita en el desierto
En nuestro mundo cada día escuchamos voces que nos atraen, nos seducen, nos manipulan, nos esclavizan y, casi siempre, nos dejan decepcionados e infelices, más angustiados, más perdidos y más frustrados. A través de los medios de comunicación, radio y televisión y demás redes sociales oímos infinidad de voces. Voces que no tienen rostro, son anónimas y pasan desapercibidas pero que nos transmiten un mensaje, un contenido. Juan el Bautista es una “voz” a través de la cual Dios nos habla a los hombres. Por eso es importante que prestemos atención al mensaje y no a la “voz”. Esa “voz” nos invita a acoger a Jesús, la “luz” del mundo. Juan no pretende ser el centro de atención, sino que está interesado en llevar a sus interlocutores a acoger y a “conocer” a Jesús, “aquel” que el Padre envió. La misión de Juan es anunciar un tiempo nuevo, de vida plena y de felicidad sin fin, un tiempo de salvación que Dios ofrece a todos los hombres.
Compromiso
La figura de Juan, testigo que anuncia la Luz, nos enseña a aprender a quedarnos en la sombra, a ser discretos y sencillos, de forma que quienes nos oigan vean a Dios y no a nosotros. Pero solamente con las actitudes de Juan transmitiremos sin interferencias el mensaje de Dios. Esto nos exige un comportamiento o estilo de vida donde abandonemos la mentira, los comportamientos egoístas, las actitudes injustas, los gestos de violencia, la comodidad, la autosuficiencia de modo que con una vida de austeridad eliminemos lo que nos impide ser felices.
José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia