En este cuarto domingo nuestros brazos se alargan para acoger los brazos del crucificado, de los crucificados. En los brazos de Jesús extendidos entre el cielo y la tierra está la expresión más radical del amor de Dios al mundo. Toda la luz que necesita nuestro mundo se origina en el Crucificado-Resucitado. Una oportunidad única en estos días para dar algún paso en asimilar lo que significa Jesús crucificado para nosotros y desde esa contemplación poner nuestros brazos al servicio de los crucificados que caminan abatidos por nuestras calles y por las encrucijadas del mundo.
EVANGELIO
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
- «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»
(San Juan 3, 14-21)
COMENTARIO
Nicodemo representa en el relato a todo aquel que busca sinceramente encontrarse con Jesús. Nicodemo puede ser, cómo no, una invitación a ti o a mí a no vivir en tinieblas, sino a buscar la luz.
Según Jesús, la luz que lo puede iluminar todo está en el Crucificado. La afirmación es atrevida, no es fácil de aceptar: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna». Es fácil repetir esta frase, pero ¿de verdad no nos cuesta ver y vivir, y sentir el amor de Dios en ese hombre torturado en la cruz?
Es tan habitual ver desde niños la cruz por todas partes, no hemos aprendido a mirar el rostro del Crucificado con fe y con amor. Nuestra mirada distraída no es capaz de descubrir en ese rostro la luz que podría iluminar nuestra vida en los momentos más duros y difíciles.
Es central en nuestra fe, Jesús nos está mandando desde la cruz señales de vida y de amor. En esos brazos extendidos que no pueden ya abrazar a los niños, y en esas manos clavadas que no pueden acariciar a los leprosos ni bendecir a los enfermos, está Dios con sus brazos abiertos para acoger, abrazar y sostener nuestras pobres vidas, rotas por tantas cosas y sufrimientos.
PARA PENSAR Y ACTUAR
La cruz no es un fracaso. La cruz es el comienzo de la glorificación de Jesucristo, porque la cruz es culmen de la vida entregada, confirmación de la verdad del amor entrañable e infinito de Dios.” Tanto amó Dios al mundo”, este es el centro y eje de la vida cristiana y de la Buena Noticia.
• Pregúntate si eres consciente del amor que Dios te tiene. Dedica un tiempo al silencio y ora. Contempla la Cruz. Déjate interpelar y curar por el Crucificado, para mirar la vida con fe.
• Mira con amor al mundo, a tu pequeño mundo, ¡cuántos crucificados injustamente! Piensa en ellos, recuerda sus nombres, recuerda sus angustiosas situaciones.
Ser fiel al Crucificado es acercarse a quienes sufren, solidarizarse con ellos. ¿Qué puedes hacer para aliviar tanto sufrimiento? En lo concreto de tu vida diaria, ¿a qué te comprometes?
ISABEL, EL AUTISMO QUE GLORIFICA
Jornadas de formación de un grupo de Juventud Estudiante Católica, a las que asiste Isabel, con su padre, que fue el encargado de alimentar a los militantes.
Isabel vive en su propio mundo, con su lenguaje y su modo de relación con su entorno y que interrelaciona, a su modo, con la gente. Ha pasado la mayor parte de su vida en varias casas de acogida, hasta que Gonzalo y Choni, la adoptaron.
La oración daba gracias por las personas queridas y que nos cuidaban. Ella se levantó y habló a su manera. Se puso a cantar a modo de rap y a bailar con todo su cuerpo e hizo un Magnificat glorioso de su vida. Gonzalo y Choni la habían llenado de amor. Las lágrimas, a raudales, del padre reflejaban la inmensa alegría que sentía y no era capaz de explicar a su mujer todo lo que había sucedido: como Isabel había resumido, y sin esperarlo, lo que era su vida desde que llegó a su casa.
Todos se quedaron boquiabiertos por las palabras que dijo y testimonio de cruz y gloria. Pasando por la primera familia que la abandonó, dando testimonio de cómo había resucitado a la vida con estos padres que la han protegido y cuidado, que le han dado una vida feliz y ha crecido en autonomía y habilidades personales.
Hablaba con claridad de su salvación. No juzgaba a nadie, solo daba testimonio del Evangelio que había llegado a su vida, la salvación, la obra bien hecha según Dios. Isabel se convirtió en el modelo en el que mirar para sanarnos.
ORACIÓN
Gracias, Señor,
por decirme que no me rinda.
Que aún estoy a tiempo de nacer de nuevo,
de acoger tu vida y vivir sin miedos,
de soltar el peso que llevo.
Que no me rinda por esto o por aquello,
que la vida eres tú,
estar contigo y perseguir tus sueños,
servir al pobre, sembrar semillas
aquí en el suelo.
¿Qué más puedes darme que nacer de nuevo?
Aunque la pobreza queme,
aunque la injusticia muerda,
y el poder no me deje…
si tú vas conmigo, con esto: ¡me atrevo!