La solemnidad de Pentecostés en que recibimos el Espíritu Santo que desciende sobre María y los discípulos en el cenáculo constituye el inicio de la misión y por tanto el origen de la Iglesia. Tenemos ocasión de hacernos algunas preguntas sobre el Espíritu Santo. ¿Quién es el Espíritu Santo? ¿Cómo podemos conocerlo? ¿Cómo vamos nosotros a Él y El viene a nosotros? ¿Qué es lo que hace? Intentaremos responder con el himno del Veni Creator que hoy leemos en la secuencia antes del evangelio. Fuente viva, luz, amor y Espiritual unción son los rasgos con los que describe el himno del siglo IX al Espíritu Santo.
Fuente viva
Fuente inagotable de la vida con estas palabras destaca el papa Francisco al Espíritu Santo. De Él nos viene la vida. De Él recibimos el agua que renueva nuestra existencia y sin esa agua nos convertimos en terrenos secos y baldíos que pierden su poder de germinar. Agua de vida que recibimos en el bautismo y nos confiere da dignidad de hijos de Dios. “He venido para que tengáis vida y vida abundante” nos dirá Jesús. El Espíritu Santo es esa agua esencial para la vida. Sin ese manantial de agua viva, que brota desde la eternidad, la tierra se seca e, igualmente, nuestra vida de fe languidece y muere. Esa misma agua nos lava, nos purifica, riega nuestros campos y nos hace fecundos. Es aquella misma fuente de agua viva que san Juan de la Cruz buscaba como razón de su seguimiento al Señor.
Fuego
Otra imagen que nos habla del Espíritu Santo es el fuego. Fuego del que sale la luz que ilumina. Fuego que da calor y abriga frente al frio y la intemperie. Bajo el símbolo de la luz se nos revela el efecto que el Espíritu infunde en nosotros. Él es quien ilumina el camino. Nos llena de aliento y de calor para no morir de frio. No sólo es un fuego purificador, sino fuego iluminador. A través de Él, y con su ayuda, vemos la realidad de un modo nuevo y diferente. Su luz nos descubre el nuevo camino a seguir. Desde el cirio pascual que hemos mantenido encendido durante la pascua, se iluminaba nuestro caminar como iglesia pascual. Por ello, el tiempo pascual, en palabras del papa Francisco, es el tiempo del Espíritu porque su luz nos alumbra, ilumina y enseña a caminar siguiendo los pasos de Jesús.
Caridad
Una tercera cualidad que el Espíritu Santo representa es la caridad, el amor. Su presencia infunde en nosotros la capacidad de amar. Él nos trasmite el amor de Dios. Sin el Espíritu Santo la iglesia se convierte en una ONG, en una organización que quiere hacer el bien. Con el Espíritu Santo la Iglesia es la madre que ama a sus hijos y da su vida por ellos. Sin el Espíritu en nuestro corazón podemos querer el bien, pero con el Espíritu el bien y la bondad somos nosotros. Nuestro servicio se convierte en caridad porque está impregnado del amor de Dios.
Espiritual unción
Es el último rasgo que nos da el Espíritu. Frente a los problemas que sufrimos, el Espíritu nos consuela. Cuando tantas veces experimentamos las heridas y las caídas, el Espíritu Santo es medicina que cura. Es aliento que anima en la derrota y aceite que sana y unge con la fuerza de Dios para que no desfallezcamos en el camino. Esta medicina muestra muy gráficamente el poder del Espíritu capaz de obrar en nuestro interior y recuperar nuestras fuerzas por su poder. De este modo pone en nosotros y en la iglesia nuevos dones que van conformándonos como hombres nuevos.
Dejémosle actuar. Permitamos que el Espíritu de Dios, que hoy recibimos, sea el verdadero protagonista de la Iglesia y nos constituya en auténticos seguidores de Cristo. Su tarea consiste en guiar, consolar y santificar.
José María de Valles - Delegado diocesano de Liturgia