Siempre podemos tener la tentación de que lo que ahora ocurre nunca sucedió. Una mirada al pasado nos descubre que la condición humana apenas ha cambiado y repetimos mismos comportamientos y actuamos de forma muy parecida. Dividir, separar, marcar nuestro territorio ha sido una forma de actuar pretextando seguridad y autenticidad. Esgrimiendo razones de seguridad y pureza actuamos con rechazo, exclusión y separación de quienes no creemos que son y piensan como nosotros.
NO ERA DE LOS NUESTROS
San Juan participaba de estos mismos sentimientos cuando en nombre de los discípulos le confiesa al Maestro que han afeado el comportamiento de uno porque no era de su grupo. Lejos de darle la razón Jesús les descubre un nuevo comportamiento. Con quien obra el bien no cabe la exclusión, la marginación y la separación. La bondad de Dios también se hace presente a través de quien obra el bien. Quiere que aprendan un nuevo estilo donde ante el distinto y el diferente, el que no es de los nuestros, siempre que haga el bien, debemos mostrarnos acogedores. Sentirnos privilegiados o especiales nos impedirá reconocer el bien en los demás, justificándolo en que no pertenecía a nuestro grupo.
UN VASO DE AGUA
A simple vista un vaso de agua no tiene mucho valor. El agua no se le niega a nadie, decimos. Y este ejemplo usa Jesús para que sus discípulos entiendan que el hacer el bien, aunque sea en cosas muy pequeñas ante Dios no solo no pasa desapercibido, sino que adquiere un valor enorme. Hacer el bien, aunque sea en cosas que parecen poco, no quedan sin recompensa para Dios. Porque hacer el bien es colaborar con Dios en hacer más feliz nuestro mundo y nuestras personas. Nadie tiene la exclusiva del bien. Debemos valorar lo bueno que hacen y son los demás y no rechazar, separar, excluir y marginar a quien hace el bien.
ESCANDALIZAR
La enseñanza de Jesús alienta a hacer el bien a todos y siempre y condena al que hace el mal. Esta es la segunda parte que aprovecha el Señor para inculcar que en modo alguno podemos ser promovedores del mal. Con un lenguaje muy exigente y duro condena sin paliativos a quien, con su ejemplo, su comportamiento y su forma de ser incita al mal. Jesús se muestra intransigente con el que da escándalo. Escándalo etimológicamente se refiere a la piedra con que nos tropezamos y nos hace caer. No podemos ser piedra que incite al mal y haga caer a los demás y especialmente a los más débiles. Evitar ser motivo de tropiezo y de caída de los demás debe formar parte de lo más valioso de nuestra forma de conducta. No podemos escandalizar a los pequeños, corromper a los débiles en la fe, poner piedras en el camino que hagan tropezar y herir a los hermanos.
José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia