El evangelio de este domingo nos remite irremediablemente a reflexionar sobre el seguimiento al Señor y sobre nuestra vocación como camino para alcanzar la vida eterna.
¿QUÉ HARÉ PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?
Con esta pregunta directa se presenta uno a pedir consejo y ayuda a Jesús, el Maestro bueno. Pregunta que hoy, a primera vista, no nos atrae mucho. Pregunta, sin embargo, que encauza nuestra vida de fe y nuestro ser seguidores de Jesús. Alcanzar la vida eterna no parece que hoy sea lo prioritario y primero en nuestro ser creyentes. La pregunta le gusta a Jesús quien entra en un diálogo con aquel personaje que nos representa a todos los que anhelamos alcanzar la vida eterna. En el diálogo Jesús se muestra acogedor y alaba su comportamiento hasta el punto que lo admira y lo ama, dice el evangelista san Marcos. Ha cumplido con los mandamientos. Puede mostrar una hoja de servicios inmejorable. Le queda la duda de que todo ello no sea suficiente para salvarse. Al ver ese interés Jesús le propone con radicalidad la respuesta a la pregunta que le hizo.
UNA COSA TE FALTA: VEN Y SÍGUEME
Jesús nos descubre dos niveles de alcanzar la perfección o la santidad. Un primer nivel que consiste en cumplir nuestras obligaciones y deberes de cristianos. Debemos hacer bien las cosas. Tenemos que exigirnos un comportamiento de respeto, de esfuerzo, de solidaridad y de servicio para con los demás. En este nivel es posible que nosotros también podamos presumir de cumplirlo. Ahí estaría cumplir los mandamientos y haberlo hecho desde niños. Igualmente podemos experimentar que Dios se complace con nosotros. Todo eso lo hacemos compaginándolo con nuestra vida de familia, de negocios y trabajo, de ocio y descanso.
Hay un segundo nivel que también forma parte de nuestro camino hacia la santidad. Puede ser que dar este paso sea la cosa que nos falta y la que hoy el evangelio nos propone. Dejarlo todo para seguir al Señor nos cuestiona la vida hasta el punto que como el personaje del evangelio fruncimos el ceño y nos vamos tristes. Nos parece imposible dejar lo que tenemos para seguir a Jesús. Una cosa nos sigue faltando a los seguidores de Jesús, seguirle, dejando todo aquello con lo que nos hemos rodeado y que sin ello no entendemos la felicidad o la vida mejor. Hemos acentuado en exceso el valor del dinero y la riqueza de modo que de ello esperamos alcanzar la vida no eterna de aquí abajo. El segundo nivel nos pide dejar todo para seguir a Jesús. Ahora descubrimos la razón por la que no acogemos su invitación a seguirlo.
¿QUÉ NOS ESPERA A NOSOTROS?
Ante la dificultad de poder alcanzar la meta propuesta, Pedro comenta y recuerda a Jesús que ellos han dejado todo y le han seguido. Y en esa sugerencia se intuye su pregunta: ¿qué nos espera, entonces, a nosotros? A Pedro le preocupa que ellos no logren la vida eterna si lo dejaron todo y, por si no queda claro, le recuerda a Jesús que le siguen. La respuesta de Jesús llena de optimismo y confianza a los discípulos. Recibiréis cien veces más de lo que habéis dejado y en la edad futura, la vida eterna.
El evangelio acaba ahí, pero podemos imaginar la satisfacción y la alegría del grupo de seguidores que darían por bueno todo lo que habían dejado. Se sentirían orgullosos de que ese comportamiento les haría alcanzar la vida eterna. Bueno es recordarnos también esto a nosotros que tanto nos cuesta encontrar razones para vivir con radicalidad y entusiasmo nuestra vida de fe. El Señor nos reserva el mejor de los premios: la vida eterna. Con este consuelo debemos esforzarnos día a día y encontrar la motivación alegre de seguir siendo fieles a Jesús.
José María de Valles - Delegado diocesano de Liturgia