Palabra y Vida - Lo poco y lo pequeño a los ojos de Dios es mucho y grande

Jesús nos enseña a mirar de manera nueva las personas y las cosas, evitando dar valor a lo externo y a la apariencia para descubrir el corazón y el interior del hombre. Los ojos de Dios descubren en nosotros la humildad y la sencillez de nuestras obras. Los ojos de Dios saben de la intención que esconde nuestro corazón.

 

LA MIRADA DE JESÚS

El evangelio nos descubre la mirada de Jesús y nos muestra cómo Jesús contempla nuestro actuar. No debe pasar desapercibido el gesto de Jesús, que, sentado en el templo, observa a la gente que iba echando dinero. Detalle curioso, a la vez que profundo, de cómo nos ve el Señor. Mira y no se conforma con ver. Su mirada profunda ve más allá de lo exterior descubriendo el interior del hombre y aquello que ocultamos a los demás. Esa mirada atenta a las personas le hace descubrir, por una parte, el engaño y la apariencia de los escribas y, por otra, la generosidad inmensa de aquella pobre viuda que da a Dios todo lo que tiene privándose incluso de lo necesario.

Dos comportamientos dispares y distintos. Los escribas se muestran engreídos, arrogantes y hacen gala de ostentación y grandeza. Frente a ellos contrasta la pobre viuda, modesta, humilde, temerosa de Dios. Todos se fijaban en los primeros que llamaban la atención. Nadie prestaba atención a aquella pobre mujer que apenas echaba dos céntimos en el cepillo. Jesús descubre la realidad. La viuda es auténtica porque ha echado todo lo que tiene y no los escribas que dan un poco de lo que les sobra.

 

 

DESPRENDIMIENTO Y GENEROSIDAD

Llegamos así a la conclusión que hoy la celebración eucarística nos propone. Quien sabe que su comportamiento es visto y valorado por Dios se vuelve desprendido y generoso. Así lo manifiesta la mujer sencilla, humilde y pobre que por amor a Dios da todo lo que tienen. Lo poco y lo pequeño a los ojos de Dios es mucho y grande, por eso nuestro pequeño grano de arena supone una colaboración necesaria. Unimos este comportamiento al nuestro en este domingo de la Iglesia Diocesana donde debemos tomar conciencia de que necesita de mi colaboración. Dios sigue mirando nuestra aportación y valorándola como extraordinaria si lo hacemos con generosidad, Tantos pequeños gestos sencillos, anónimos, que para nosotros pasan desapercibidos, para Dios tienen un valor inmenso si lo hacemos llenos de generosidad. Nuestro granito de arena hoy para nuestra iglesia diocesana tiene un valor incalculable. Seamos sensibles con las necesidades que tiene nuestra diócesis y arrimemos el hombro para que siga siendo presencia de Dios en nuestras vidas. 

José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia