Palabra y Vida - Vivir sabiendo que El Señor está cerca

Estamos llegando al fin del año litúrgico que acabaremos el domingo próximo con la festividad de Cristo, Rey del Universo. A renglón seguido, iniciaremos un nuevo año litúrgico con el comienzo del Adviento el 1 de diciembre. Cerramos un tiempo para abrir otro. En este permanente contraste de lo último y lo primero se enmarca las lecturas de hoy y el mensaje que la liturgia eucarística nos ofrece.

 

FIN O PRINCIPIO

La curiosidad o, tal vez, la necesidad de adelantar el futuro ha inquietado siempre a la humanidad. Adivinar, intuir y pronosticar lo que va a suceder ha atraído siempre nuestra curiosa condición humana. Muchas veces esa mirada al futuro ha sido acompañada de un lenguaje misterioso que anticipaba desgracias y calamidades. Envuelto en una literatura apocalíptica el futuro y, especial-mente el final de los tiempos, como algo terrorífico que encogía el ánimo. De ese final de los tiempos hoy nos habla la palabra de Dios como algo positivo. La lectura negativa, que nos descubre el final como tiempo de desgracias, no es lectura creyente. Una visión creyente y positiva ve en ese mismo tiempo la presencia de Dios, la venida del Hijo del hombre como Señor del universo. En esta dirección queremos hoy reflexionar viendo al Señor como principio y fin, y su actuar, tanto al principio como al final, como un kairós, un tiempo de gracia y salvación.

 

EL SEÑOR ESTÁ CERCA

Abiertos a lo que tenga que suceder, lo importante es vivir sabiendo que El Señor está cerca. Cada día de nuestra vida hace más cercano el encuentro con Dios. Esto es lo importante, y para ese encuentro debemos estar preparados. No dejemos que nos sorprenda, que nos pille desprevenidos, sino que sepamos leer los acontecimientos que nos adviertan de esa llegada y venida del Señor. El tiempo final ya ha comenzado y nuestra actitud de espera debe llenarse de confianza y esperanza porque la justicia de Dios triunfará y nos hará vencedores. Ciertamente se nos pide a estar vigilantes. Se requiere no dormirnos y percibir los signos que manifiestan que Dios está llegando a mi vida. Tenemos que saber descubrir esa cercanía del Señor para acogerlo y así vivir su venida como signo de gracia.

 

EL ROSTRO POBRE DE DIOS

No podemos pasar por alto en nuestra reflexión de hoy la Jornada Mundial de los Pobres. Este año celebramos la 8ª Jornada Mundial de los Pobres. El papa Francisco nos lo recuerda este año con el lema: la oración del pobre sube hasta Dios, (Ecles. 21,5). La venida y la presencia de Dios entre nosotros, aunque nos cueste descubrirlo, se visualiza especialmente en tantos hermanos que viven en la pobreza. La santa pobreza, que decía san Francisco, nos recuerda a Cristo presente en quienes carecen, no solo de pan y de dinero, sino de amor, de diálogo, de ternura, de compañía… y de Dios. Hoy en nombre de todos ellos elevamos nuestra oración al Padre de los Pobres para que remedie su situación. A la vez que nuestros labios rezan, nuestras manos dan para poner remedio a sus necesidades. Este es hoy nuestro compromiso: acoger al pobre porque su oración la escucha Dios con agrado.

 

José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia