Iniciamos un año litúrgico que esta vez recorreremos siguiendo el evangelio de san Lucas. La preparación de la venida del Señor será la preocupación constante de estas cuatro semanas de Adviento. Tres propuestas, en forma de mandatos, nos propone la liturgia como forma de recorrer el camino que nos lleve hasta el Mesías que esperamos: levantad la cabeza, tened cuidado y estad despiertos. Todo ello nos prepara a esperar la venida del Hijo del Hombre.
LEVANTAD LA CABEZA
Levantad vuestras cabezas porque se acerca vuestra liberación, concretiza la primera exigencia a vivir en este tiempo de Adviento. El texto comienza con un relato apocalíptico que entraña miedo y temor. Ante una realidad que tantas veces también nos transmite temor, la actitud creyente exige levantar la cabeza, no ocultarla ante la adversidad, sino descubrir que en ese mismo contexto se hará presente nuestra liberación. No es tiempo de ocultarse sino de salir. No vivimos tiempos de tristeza sino de esperanza porque va a venir nuestro Salvador. No cabe el temor ante un futuro que es tiempo de liberación.
TENED CUIDADO
El segundo aviso que debemos tener presente nos propone tener cuidado de no dejar pasar esta oportunidad. Se nos avisa de la tentación de poder dedicarnos a vivir, a disfrutar, a comer y no enterarnos de ver al Salvador. Se nos avisa de no caer en la tentación de dedicarnos a nuestras cosas y vivir preocupados sólo en nuestros asuntos y ello nos impida esperar al Salvador. Aviso que hoy nos resulta muy oportuno porque vivimos tan centrados y concentrados en nuestros asuntos que la venida del Señor nos pasa desapercibido.
ESTAD DESPIERTOS
Es la tercera actitud con la que se nos invita a vivir el Adviento. El sueño sigue cerrándonos los ojos y, por tanto, no estar presente en lo que sucede. No es tiempo de dormir, sino de mantenerse despiertos. Estar despierto es la actitud del profeta que no duerme haciéndose palabra y presencia de Dios para los demás. Debemos ser profetas de nuestro tiempo que anunciemos la venida del Señor. No podemos seguir dormidos, sino que debemos influir en los demás para que en este tiempo de Adviento la espera del Señor se concretice en un tiempo de mayor oración, de mejores actos de generosidad y por supuesto, en la necesidad de vivir la caridad con especial intensidad. En nosotros está en no dormirnos y animar a rezar y vivir el compromiso de fe en la familia, en el trabajo con entusiasmo de modo que sorprenda nuestro mensaje y nuestro comportamiento a los demás.
Cuatro semanas de espera no para mirar el reloj sino para que el tiempo deje marca en nuestra vida porque hemos encendido las luces que nos hagan ver al Salvador entre nosotros.
José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia