El pasado sábado, 30 de noviembre, la Casa de la Iglesia acogió la Jornada de Formación Social que, en esta ocasión llevó por título “Comunidades acogedoras: el reto de la pastoral con migrantes”.
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En la primera parte de esta Jornada, Fernando Redondo, director del Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, presentó los grandes ejes que plantea Exhortación pastoral “Comunidades acogedoras y misioneras. Identidad y marco de la pastoral con migrantes”, que fue aprobada por la Asamblea Plenaria del pasado mes de marzo.
“COMUNIDADES ACOGEDORAS Y MISIONERAS.
IDENTIDAD Y MARCO DE LA PASTORAL CON MIGRANTES”
En los últimos 16 años, la realidad migratoria en España ha experimentado transformaciones significativas, tanto en el volumen como en la diversidad de personas migrantes, planteando nuevos desafíos sociales y eclesiales. Desde 2007 hasta 2023, el país ha vivido un notable incremento en la población migrante, pasando de 5,5 millones en 2010 a 7,5 millones en 2023. Este aumento no solo refleja un cambio demográfico, sino también la creciente necesidad de adecuar las respuestas sociales e institucionales a las complejas dinámicas de este fenómeno.
Un panorama migratorio diverso y cambiante
El crecimiento de la población migrante en España ha ido acompañado de una diversificación en los países de origen. Aunque los datos específicos no se detallan, es habitual que en estos periodos se observe una mayor heterogeneidad cultural y nacional. Esta diversidad no solo enriquece la sociedad, sino que también supone un reto en términos de integración y convivencia. En particular, se enfrentan dificultades como el acceso equitativo a servicios públicos, la lucha contra actitudes xenófobas y la construcción de una identidad inclusiva en un contexto de globalización.
Además, los movimientos migratorios hacia España no han estado exentos de influencias externas, como conflictos bélicos, crisis económicas y desastres naturales en otras regiones. Estos factores han provocado que muchas personas busquen refugio o una mejor calidad de vida en Europa, y España ha emergido como un destino prioritario. Sin embargo, esta posición estratégica también ha intensificado la necesidad de políticas y estrategias adaptativas.
Hacia una pastoral de migraciones inclusiva
Ante esta nueva realidad, la Iglesia en España ha adoptado un enfoque proactivo. Reconociendo que la acogida es solo el primer paso, la pastoral de migraciones busca promover la integración y participación activa de las personas migrantes en la vida de las comunidades parroquiales y diocesanas. Estas iniciativas no solo persiguen atender las necesidades básicas de los recién llegados, sino también fomentar una cultura del encuentro y la inclusión.
Orientaciones prácticas para una pastoral renovada
En este contexto, se han delineado varias estrategias pastorales que buscan responder a los desafíos actuales:
• Revisión de programas pastorales: Se propone analizar y adaptar los programas diocesanos y parroquiales para asegurar que promuevan la acogida y participación inclusiva de las personas migrantes. Esto implica la creación de espacios más abiertos y diversos donde los migrantes puedan sentirse parte integral de la comunidad.
• Participación activa en las comunidades: Un elemento central es incentivar el protagonismo de las personas migrantes en la vida parroquial. Esto incluye su incorporación en consejos pastorales y su participación en la toma de decisiones, fortaleciendo su sentido de pertenencia.
• Coordinación y misión compartida: Para fomentar la colaboración, se recomienda la creación de espacios como mesas de migraciones, donde agentes pastorales y migrantes trabajen en conjunto. Estos foros permiten una mejor articulación de las necesidades y recursos disponibles.
• Formación continua: La sensibilización sobre la realidad migratoria se considera fundamental. Por ello, se plantea la formación de seminaristas, laicos y agentes pastorales en torno a las dinámicas migratorias y la postura de la Iglesia. Este proceso busca no solo ampliar conocimientos, sino también transformar actitudes.
• Fomento de la cultura del encuentro: Frente a las crecientes tensiones sociales, la Iglesia aboga por la escucha activa y la promoción del diálogo. Esto implica desmantelar prejuicios y facilitar interacciones significativas que construyan puentes entre diferentes culturas.
- Alianzas estratégicas: Reconociendo la amplitud del desafío, se plantea la importancia de colaborar con organizaciones religiosas y no religiosas que compartan una visión positiva de la acogida. Estas alianzas pueden maximizar los recursos y fortalecer las respuestas integrales.
Acciones concretas
La participación activa de las comunidades locales es esencial para transformar la realidad migratoria en las diócesis. Para ello, se proponen iniciativas específicas:
• Asistencia a encuentros y mesas redondas: Espacios de diálogo sobre migración pueden ser una oportunidad para compartir experiencias y adquirir una visión más completa de las necesidades y desafíos de las personas migrantes.
• Incorporación a grupos de trabajo: Formar parte de comités o equipos pastorales enfocados en migraciones permite contribuir directamente a la planificación y ejecución de proyectos que favorezcan la integración.
• Formación y sensibilización: Los programas de capacitación ofrecidos por las diócesis son herramientas clave para comprender el fenómeno migratorio y actuar de manera eficaz. Estas formaciones no solo abordan temas prácticos, sino también éticos y espirituales.
• Organización de actividades comunitarias: Eventos culturales, comidas compartidas o actividades recreativas pueden ser una vía efectiva para fomentar el encuentro entre migrantes y la comunidad local. Este tipo de actividades ayuda a superar barreras y crear lazos de convivencia.
• Colaboración con ONG y grupos comunitarios: Establecer alianzas con organizaciones especializadas en migraciones puede proporcionar recursos adicionales y fortalecer las capacidades de acción de las parroquias y diócesis.
• Promoción de campañas de sensibilización: Crear conciencia sobre la importancia de la inclusión y el respeto a la diversidad cultural puede combatir prejuicios y generar un entorno más acogedor.
• Escucha activa y empatía: La Iglesia insiste en la importancia de escuchar las historias y vivencias de las personas migrantes. Este enfoque humanizador no solo favorece la integración, sino que también enriquece a las comunidades receptoras.
Un camino hacia la inclusión
La pastoral de migraciones en España no es solo una respuesta a un desafío social, sino una oportunidad para construir una sociedad más justa y solidaria. Este esfuerzo requiere no solo recursos y formación, sino también un compromiso genuino de todos los actores involucrados, desde los agentes pastorales hasta la ciudadanía en general.
Con un enfoque centrado en la participación activa, el diálogo intercultural y la creación de alianzas estratégicas, la Iglesia busca ser un faro de esperanza y cohesión en una sociedad marcada por la diversidad. La integración de las personas migrantes no solo beneficia a quienes llegan, sino que también enriquece el tejido social y espiritual de las comunidades que los acogen. La tarea no está exenta de desafíos, pero el compromiso por construir una sociedad más inclusiva sigue siendo una prioridad.
MESA DE EXPERIENCIAS
VIOLETA AGUADO – CDR CARRIÓN DE LOS CONDES
Desde el CDR Carrión de los Condes, Violeta Aguado, además de presentar distintos proyectos que se están llevando a cabo con personas migrantes en el medio rural… hizo una radiografía de cómo Las personas migrantes que residen en comunidades rurales de España enfrentan un cúmulo de barreras para ejercer derechos básicos, lo que evidencia una realidad marcada por la exclusión y la discriminación.
A pesar de los marcos legales que garantizan estos derechos en teoría, la práctica en estas zonas desvela una desigualdad estructural profundamente enraizada. Entre los derechos más vulnerados destacan la salud, la vivienda, la educación y los laborales, fundamentales para una vida digna y equitativa.
El acceso a la sanidad es uno de los derechos que más complicaciones presenta para las personas migrantes, especialmente aquellas en situación administrativa irregular. La imposibilidad de obtener una tarjeta sanitaria, sumada a la exigencia de documentos que no pueden aportar, las deja al margen de una atención médica adecuada. Este obstáculo no solo supone un riesgo para la salud individual, sino que también genera un problema de salud pública en estas comunidades rurales.
El acceso a una vivienda digna es otro desafío considerable. A pesar de la existencia de inmuebles vacíos en muchas localidades rurales, la negativa de los propietarios a alquilar o vender a personas migrantes es una práctica extendida. Esta actitud, marcada por prejuicios raciales y xenófobos, condena a muchas personas a vivir en condiciones precarias. No es raro encontrar casos de familias residiendo en granjas abandonadas sin acceso a servicios básicos como agua y electricidad, o incluso en vehículos, exponiéndose a un nivel de vida inhumano.
La discriminación en el ámbito de la vivienda no solo se basa en el origen racial de los migrantes, sino que también está influida por su situación económica. El concepto de "aporofobia", definido como el rechazo hacia las personas pobres, es clave para entender cómo estos prejuicios se traducen en exclusión social. Este fenómeno se amplifica en el caso de personas que ya enfrentan otras formas de marginación, como la racial o cultural.
A pesar de que la legislación española protege el acceso a la educación para niños y niñas migrantes, la realidad en las comunidades rurales refleja un retroceso. La exclusión de menores en situación administrativa irregular de becas y programas de apoyo supone un golpe para las oportunidades educativas y el futuro de estas familias. La falta de recursos específicos en estas zonas también dificulta la integración escolar, perpetuando el ciclo de pobreza y marginalización.
En el ámbito laboral, la situación es igualmente alarmante. Las personas migrantes que trabajan en el medio rural suelen desempeñar empleos en condiciones deshumanizadas, sin acceso a derechos fundamentales como vacaciones, descansos o prestaciones sociales. En muchos casos, estas circunstancias rozan la explotación laboral. La percepción de que estos trabajos son de menor valor contribuye a mantener la precariedad, alimentando un círculo vicioso de vulnerabilidad y exclusión.
La aporofobia emerge como un factor determinante en la exclusión de las personas migrantes. Este rechazo hacia quienes viven en situación de pobreza se manifiesta en diversos ámbitos. En el acceso a la vivienda, por ejemplo, los propietarios rechazan a posibles inquilinos por prejuicios sobre su capacidad económica. En el ámbito social, la aporofobia alimenta estigmas que presentan a las personas migrantes como menos dignas de apoyo, exacerbando actitudes xenófobas y racistas.
El impacto de este fenómeno no se limita a la esfera individual. También influye en la percepción de los trabajos realizados por las personas migrantes, desvalorizándolos y perpetuando las condiciones laborales precarias. Asimismo, la falta de programas de apoyo y servicios adaptados a las necesidades de estas comunidades agrava la vulnerabilidad y perpetúa ciclos de exclusión y pobreza.
Un cambio necesario: La realidad que enfrentan las personas migrantes en las comunidades rurales pone en evidencia la necesidad urgente de políticas más inclusivas y de un cambio en las actitudes sociales. Garantizar el acceso a derechos básicos como la salud, la vivienda, la educación y el trabajo no solo es un imperativo legal y moral, sino que también es esencial para la cohesión social y el desarrollo sostenible de estas comunidades.
Superar la aporofobia y los prejuicios xenófobos requiere un esfuerzo conjunto de las administraciones públicas, las organizaciones sociales y la ciudadanía. Solo así será posible construir un entorno rural que no solo acoja, sino que también valore y respete la diversidad como un pilar fundamental para el progreso.
YOMAR RUIZ. SAN JUAN DE DIOS
En la casa de los PP. Barnabitas de Palencia, desde el pasado mes de agosto, se acoge actualmente a 90 refugiados llegan a las costas de Canarias buscando un nuevo comienzo. Un trabajo que desde su inicio incluye desde clases de español diarias hasta talleres de orientación laboral, sentando las bases para una integración efectiva en el país.
Un aspecto clave de estos programas de San Juan de Dios es el acceso a la protección internacional, un derecho destinado a personas que huyen de conflictos, persecuciones o discriminación por razones de raza, género, orientación sexual o creencias políticas. La concesión de este estatus, gestionado por Extranjería, permite a los refugiados acceder a derechos básicos como el permiso de trabajo, facilitando así su independencia económica y social.
El dispositivo se centra en hombres jóvenes provenientes de países como Mali, Senegal, Guinea Conakry, Togo o Burkina Faso. Muchos de ellos llegan tras haber sufrido episodios traumáticos de violencia y desarraigo. Se destaca la importancia de ofrecerles un itinerario individualizado de apoyo, que incluye desde asistencia jurídica hasta programas de orientación laboral.
Un equipo multidisciplinar –que incluye trabajadores sociales, educadores, auxiliares de enfermería y voluntarios– trabaja en estrecha colaboración para atender las necesidades específicas de cada refugiado. Desde el primer día, los recién llegados participan en clases de español, un paso crucial para superar las barreras idiomáticas. Además, se les ofrece formación en áreas como la construcción, atención al cliente y ayuda a domicilio, sectores con alta demanda en el mercado laboral.
Gracias a estos esfuerzos, en tan solo unos meses, 12 personas han conseguido empleo, mientras que 25 más se encuentran en formación profesional. Este modelo de intervención no solo se centra en la empleabilidad, sino también en la creación de vínculos con la comunidad local.
Más allá de la logística y los números, se pone énfasis en el espíritu de superación de las personas a las que atienden. Y, aunque persisten estigmas hacia los refugiados, la experiencia demuestra que son personas con un profundo deseo de integrarse, trabajar y contribuir a la sociedad.
En un contexto en el que las migraciones forzadas siguen en aumento, es dispositivos se posicionan como modelos de intervención integral, combinando apoyo legal, social y formativo. Asimismo, se invita a la sociedad a conocer de cerca esta realidad que es una experiencia transformadora.
RICARDO CASADO. SAN JUAN DE DIOS. COORDINADOR DE ACTIVIDAD DEPORTIVA
Uno de los aspectos que se cuida en el dispositivo que se desarrolla en los PP. Barnabitas encuentra en el deporte una vía para la integración, el alivio del estrés y la mejora de su bienestar mental. Para muchos de estos jóvenes, que han dejado atrás situaciones extremas, el deporte no es solo un pasatiempo, sino una herramienta que les permite evadirse y liberar tensiones.
En el centro han estructurado un programa deportivo dividido en dos niveles: uno más avanzado, orientado a clubes, y otro básico, diseñado para quienes apenas comienzan a familiarizarse con el ejercicio físico. El objetivo es integrar a los refugiados en la sociedad a través del compromiso, el compañerismo y, por supuesto, la práctica del español.
Gracias a acuerdos con clubes locales, aquellos refugiados que muestran interés y un nivel deportivo mínimo pueden entrenar con equipos organizados. No se pretende que sean profesionales, ni que vivan del deporte, pero sí que se sientan parte de un grupo, que hagan amigos fuera del centro, y que practiquen el idioma. Esta oportunidad no solo les permite desconectar de sus problemas, sino también aprender la importancia del compromiso.
Para aquellos que no tienen experiencia previa en deportes, el centro organiza actividades más accesibles, como rutas de montaña, natación o ligas internas de fútbol y baloncesto. Además, a menudo se realizan encuentros amistosos con equipos locales, fomentando así las relaciones sociales.
El idioma es una de las principales barreras a las que se enfrentan estos refugiados. Aunque en el centro se ofrecen clases de español, la práctica diaria es limitada, ya que entre ellos suelen comunicarse en sus lenguas maternas. El deporte les obliga a usar el español de manera práctica, especialmente cuando interactúan con sus compañeros de equipo fuera del centro.
Además, las empresas interesadas en contratar a refugiados suelen preguntar por su nivel de español, lo que añade presión para que estos jóvenes se esfuercen en aprender el idioma. El deporte da ese impulso extra para integrarse, tanto lingüística como culturalmente.
El programa deportivo de este centro de acogida no solo busca atender las necesidades inmediatas de estos jóvenes, sino también prepararlos para un futuro mejor. Este proyecto demuestra que el deporte puede ser mucho más que un pasatiempo: es una herramienta poderosa para sanar, integrar y transformar vidas.