La reflexión del tercer domingo de Adviento nos llega a través del profeta Juan el Bautista. Recorrido la mitad del camino del Adviento la Iglesia nos recuerda vivir con especial alegría este momento. Lo llama domingo “Gaudete” o de la alegría porque el Señor está muy cerca.
QUÉ DEBEMOS HACER
En este camino que nos prepara a recibir a Dios entre nosotros, nos servimos de la predicación de Juan el Bautista para que nos enseñe y oriente en lo que debemos hacer. Hacemos un alto en el camino y como la gente del texto del evangelio preguntamos al profeta Juan qué hay qué hacer. Hemos iluminado las calles, hemos puesto el Belén y el árbol, hemos adornado la casa con motivos navideños, los niños han escrito sus cartas, hemos pensado ya las celebraciones que vamos a hacer durante la Navidad. ¿Es suficiente todo eso o hay algo más? Escuchemos la respuesta de Juan. Junto a todo lo anterior, que también está bien, nos propone tres cosas que no pueden faltar y que debemos hacer y vivir.
COMPARTIR Y REPARTIR
Prepararnos a acoger a Dios entre nosotros, nos exige, en primer lugar, compartir y repartir lo que tenemos. Seguramente aquí radica la tradición de los regalos. Pero nos hemos quedado en algo exterior y hemos olvidado el auténtico mensaje de compartir lo que tenemos y repartir con los demás lo que somos y disfrutamos. No es tiempo de vivir con egoísmo sino con generosidad. Es oportunidad de ofrecer y no de acumular. No leeríamos bien la respuesta de Juan si solo lo centramos en dinero, y no descubrimos el valor de compartir y repartir nuestro tiempo, nuestro amor, nuestras actitudes de servicio. Dios no llegará a un corazón que no sea generoso, que no esté dispuesto a compartir, que no sienta la necesidad de repartir lo que es y tiene.
JUSTICIA Y HONRADEZ
La segunda cosa que Juan pide que se debe hacer puede sorprendernos a primera vista. Exige vivir con justicia y honradez, dos cualidades que damos por evidentes en nuestro comportamiento pero que el profeta denuncia, tal vez, porque no siempre las vivimos como “Dios manda”, valga la expresión. Encierra el mandato algo muy valioso que a menudo descuidamos. Dios no puede habitar en un corazón que no viva la justicia y no sea honrado en su relación con los demás. Por ello, debemos examinar con cuidado como vivimos estas actitudes, con cuanta delicadeza procuramos actuar con justicia y respetando con honradez a los demás. En nuestra sociedad que se mueve en la mentira y trata de ocultar la verdad, debemos retomar el deber de obrar con justicia y honradez como actitud de acoger a Dios.
ESPERAR AL MESÍAS
La tercera propuesta que hace san Juan Bautista resulta ser la más valiosa. Quienes se acercaron a Juan creyeron que él era el Mesías esperado. Pero Juan no se deja engatusar con los elogios, sino que su propuesta resulta contundente. Yo no soy el Mesías, no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Propone quien es al que debemos esperar. Nosotros lo sabemos de memoria, pero en la práctica, nos viene bien que nos recuerden que muchas veces no esperamos al Mesías y esperamos otras cosas. Preguntémonos si esperamos otras cosas las que queremos que vengan a nuestra vida. Repasemos si es Dios a quien debemos o esperar y no otras personas en las que ponemos la solución a nuestros problemas. Sigue siendo difícil y nos cuesta creer que sea Dios la solución y respuesta a lo que necesitamos y lo que debemos esperar.
Con estos consejos nos disponemos a vivir la tercera semana de este Adviento y, especialmente, esforcémonos en vivir con alegría todo lo que hagamos.
José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia