La primera lectura y el evangelio enmarcan y dan razón al nombre con el que designamos este domingo como DOMINGO DE LA PALABRA. Desde el año 2019 el Papa Francisco quiere que sea un domingo para celebrar, reflexionar y difundir la Palabra de Dios.
CELEBRAR
Quinientos años antes de Cristo, el pueblo de Israel volvió del exilio de Babilonia a Jerusalén. Se sentía un pueblo roto, con la moral muy baja y la esperanza débil porque encontraron el tempo en ruinas. Vivían una severa crisis de fe. El sacerdote y escriba Esdras propone renovar la fe. Para elevar la moral del pueblo y que recuperen la esperanza y la alegría lee un texto de la Torá. La escucha de la Palabra de Dios les alienta y ese día se convierte en un día de gozo y alegría. Quinientos años después en la sinagoga de Nazaret, tenía lugar una escena parecida. Jesús proclamaba la palabra de Dios y anunciaba la salvación del pueblo de Israel. Era por tanto un año de gracia y de alegría, un año jubilar.
En este contexto celebramos el domingo de la Palabra, sabiendo que de ella recibimos la alegría y el gozo de la vida. Cada domingo renovamos nuestra fe cansada y fortalecemos nuestra débil esperanza celebrando la Palabra de Dios. Hacemos fiesta y nuestra asamblea encuentra aquí la razón de vivir con alegría.
REFLEXIONAR
Hemos iniciado la eucaristía procesionando el evangelio y lo hemos situado en el centro de nuestra asamblea. Nos preside, lo hemos incensado, como signo de adoración, para resaltar el valor que para nosotros tiene la palabra de Dios. Seguimos necesitando de esa buena noticia, que se nos ofrece como farmacia y escuela. Palabra que sana y cura a la vez que enseña y educa. Así acogemos nosotros la Palabra de Dios cada domingo para educar nuestra vida y curar nuestras heridas. Como en la sinagoga de Nazaret cada domingo escuchar la Buena Noticia nos invita a reflexionarla. Jesús hace una breve homilía, un breve comentario que resume lo esencial de la Palabra. Con ello se nos invita también a nosotros que la Palabra de Dios debe ser reflexionada y pensada. Leerla, escucharla con admiración para que con profundidad llegue a nuestra vida.
DIFUNDIR
Seguimos necesitando de buenas noticias que transmitan esperanza y contagien ilusión a nuestro mundo. Estamos necesitados de palabras que entusiasmen y pongan notas de alegría a nuestro vivir. Solo la Palabra de Dios, como buena noticia, puede llevar al hombre de nuestro mundo la alegría de vivir, sin ella nuestra vida se llena de desesperanza. Por ello debemos transmitir con entusiasmo el evangelio. Debemos contagiar la buena noticia de la Palabra que Dios quiere darnos. Sintámonos responsables de esta tarea de transmisores de la Palabra de Dios. No nos conformemos con conocerla, escucharla y vivirla. Tarea nuestra es igualmente transmitirla y difundirla. Transmitirla con entusiasmo para que todos puedan beneficiarse del poder de la palabra divina.
José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia