Palabra y Vida - Lámpara encendida

Palabra y Vida - Lámpara encendida

Hace cuarenta días que celebramos la Navidad. Hoy, interrumpimos la lectura que veníamos haciendo de Jesús en la Sinagoga de Nazaret para, en la fiesta de la Presentación, irnos al templo de Jerusalén donde Simeón y Ana esperan poder ver al Salvador.

 

DESEO DE VER A DIOS

Los dos personajes que protagonizan el relato evangélico, Simeón y Ana, llevan en su corazón el deseo de ver a Dios antes de su muerte. Un anhelo que comparten con todos los hombres de todos los tiempos que quieren y buscan ese encuentro con Dios a lo largo de su vida. La profetisa Ana y el anciano Simeón representan una actitud fundamental de nuestra condición humana como es la búsqueda de la LUZ. Y su actitud nos recuerda la razón de nuestra existencia que no puede ser otra que la espera del Salvador y la salvación. Hoy parece que hemos perdido esa dimensión de espera y de deseo de ver a Dios. Al menos nos cuesta reconocernos en estas dos personas y ansiar encontrarnos con Dios. Es posible que sigamos teniendo el mismo deseo, aunque no lo manifestamos exteriormente y no lo veamos como una necesidad. Pero la búsqueda de luz, y LUZ en mayúsculas, forma parte de nuestra condición humana con mayor o menor percepción. Necesitamos poner luz en este mundo tantas veces oscuro. Por ello empleamos el signo de la LUZ. No olvidemos que con el nombre de las Candelas también se conoce este día, para expresar que buscamos la Luz que ilumine nuestra vida.

 

ESPERAR EN EL TEMPLO

Luz que encontramos y se nos da siempre en el templo. Allí vamos cada domingo a esperar y encontrar al Señor. A través de la oración descubrimos la Luz de Cristo. Porque espacio de luz es la Iglesia donde la comunidad unida esperamos que el Señor alumbre nuestro vivir. Hemos hecho compromiso en la Iglesia el comportamiento de Simeón y Ana. Cada domingo los cristianos vamos a nuestra parroquia para seguir esperando al Señor e iluminar nuestra fe con su Palabra y fortalecer nuestro compromiso cristiano con el alimento de la Eucaristía. Seguimos necesitando luz para nuestra vida tantas veces sumida en la oscuridad. Sin esa Luz no encontraremos el camino del encuentro con Dios y los hermanos. No dejemos apagar la luz de la presencia de Dios en nuestro mundo, en nuestra vida y mantengámonos en constante espera de acoger y recibir esa luz para poder transmitir luz a los demás. Aquel sencillo gesto de coger en brazos al Niño Jesús repitámoslo nosotros al tener en nuestras manos la vela encendida que le representa.

 

CONTEMPLATIVOS

Ejemplos actuales de quienes esperan ver a Dios y cada día acuden al templo a orar y a verlo son los religiosos contemplativos, hombres y mujeres que han consagrado su vida en los monasterios. Por eso celebramos hoy la jornada de la Vida Consagrada con el lema “Peregrinos y sembradores de esperanza”. Es un día para valorar y agradecer la Vida de los Consagrados a la oración por todos nosotros y pedir al Espíritu que siga suscitando en nuestra Iglesia corazones generosos que nos recuerden el valor de la búsqueda y la espera de Dios. Ellos también siguen siendo LÁMPARA que encendida alumbra la Iglesia. Desde el claustro, rodeados de silencio, su oración mantiene encendida la luz de la presencia de Dios en nuestro mundo. Ellos expresan con fidelidad y constancia la razón de nuestra vida prepararnos para el encuentro con Dios. Con la misma humildad y sencillez que los ancianos Simeón y Ana anhelan desde la oración tener entre sus manos la Salvación para llevarla a toda la Iglesia.

 

José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia