Palabra y Vida - Confiar en Dios para alcanzar la felicidad

Palabra y Vida - Confiar en Dios para alcanzar la felicidad

Las tres lecturas que proclamamos hoy nos invitan a poner nuestra confianza en Dios. El profeta Jeremías nos recuerda que cerrarnos en nosotros mismos nos lleva a olvidarnos de Dios. San Pablo nos recuerda que la confianza se fundamente en Cristo resucitado. Por último, el texto de las bienaventuranzas nos exige confiar en Dios para alcanzar la felicidad frente a una sociedad que nos invita a lograr esa felicidad por otros derroteros totalmente distintos y diferentes.

 

CONFIANZA

Llenos de confianza en Jesús imaginamos a toda aquella multitud procedente de toda Judea y de la costa de Tiro y Sidón que iba a escuchar a Jesús, el Maestro. Seguramente que también a esperar de Él la felicidad que ansiaban y que basaban en salir de la pobreza, la necesidad de lograr alimento, superar el dolor de las enfermedades e incluso no sentirse ofendidos y postergados por los insulto y calumnias de los demás. Con confianza ciega esperaban de Jesús la respuesta y la solución a sus problemas y así alcanzar la felicidad.

 

BUSCANDO FELICIDAD

Buscamos la felicidad. Queremos ser dichosos. Estamos hechos para ser bienaventurados y felices. Lo que sucede es que no coincidimos ni en el qué es la felicidad ni en el cómo conseguirla. Rodeados de ofertas baratas, de todo a cien que acaban muy pronto, nos deslumbran a primer a vista, pero la letra pequeña que nunca leemos, nos defrauda porque no dan lo que prometen. Hay propuestas de quita y pon, para ahora mismo y para mí solo, pero pronto se acaban las pilas y ya no funcionan. Casi siempre esas felicidades que nos venden y que nos cuestan un “ojo de la cara”, nos dejan tuertos y con el alma vacía. Sin embargo, necesitamos confiar en que alguien nos dará la felicidad. Y en esa búsqueda nos encontramos. La propuesta radica en no confiar en las cosas como respuesta a nuestro deseo de felicidad, sino que busquemos a la PERSONA que pueda darnos la felicidad y por tanto nos explique cómo ser dichosos y bienaventurados. Porque debemos ser muy conscientes de que hoy nos insisten por activa, pasiva, media y perifrástica que seremos felices si tenemos poder, dinero, comodidades, seguridades y lujos para poder divertirnos más, disfrutar de mejores vacaciones y consumir las cosas más caras. Así nos proponen la felicidad y tantas veces acabamos creyéndonoslo.

 

EL CAMINO DE JESÚS

En la ladera del monte de las Bienaventuranzas Jesús pronuncia el discurso más esperanzador y profundo para todos nosotros. Propone un nuevo camino a recorrer para llegar a ser bienaventurados, felices y dichosos, no sólo aquí en la tierra sino en la eternidad. La visión de Jesús abarca toda la vida y no se limita a un tiempo corto y caduco. Por ello contempla a nuestras personas con un proyecto a largo plazo que abarque toda la existencia y no esos pocos años en que podemos, a la manera del mundo, disfrutar de las cosas y placeres. Jesús habla no para un momento sino para toda la vida y desde ahí nos descubre que en la vida serán dichosos quienes no ponen en las riquezas, en los placeres, en las cosas ni en la fama su felicidad. Todos algún día dejaremos aquí las cosas, acabarán los placeres terrenales y de nada nos servirá el poder y la fama. Entonces quienes no pusieron en todo ello la razón de su vida encontrarán que han tenido suerte, buena ventura y han alcanzado la felicidad. Para ello recorramos el camino que hoy el Maestro nos propone.

Que el Señor nos ayude a comprender y descubrir en las bienaventuranzas el verdadero camino de la felicidad. Que nos conceda la gracia de confiar en su palabra.

 

José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia