Hablar de “mandamientos” como normas que regulan nuestra vida nos suena normal. Menos familiar nos resulta la expresión “consejos evangélicos”. Mandar nos parece más exigente que aconsejar. El mandato obliga mientras que el consejo parece facultativo y opcional.
Consejos evangélicos
Pues hoy la liturgia nos propone como norma de vida los consejos evangélicos que provocan un cambio radical de la concepción de la vida, de las relaciones con los demás y, por consiguiente, de nuestro vivir el seguimiento de Cristo. Valores evangélicos que cuestionan nuestro pensamiento, nuestro actuar y especialmente, nuestra esencia de cristianos. Nos enfrentan a descubrir la vida desde la dimensión divina, en palabras de san Pablo, como hombres celestiales, y no materiales, impregnados de sentimientos nuevos y que tantas veces nos parecen equivocados. No son por tanto algo secundario sino fundamental para vivir la vida de Cristo.
Nuevo comportamiento
Esos consejos evangélicos nos proponen una nueva forma de comportamiento. Lo hace con ejemplos sencillos y claros, donde además de sorprendernos, nos dejan el corazón inquieto porque pensamos terrenalmente y nos parecen inalcanzables. No se puede expresar con más claridad y con mayor exigencia el comportamiento del seguidor de Cristo. Veintiún siglos después estos consejos evangélicos nos chirrían y, aunque nos parecen maravillosos, nos hacen sentir tan débiles que nos consideramos incapaces de cumplirlos. Amar al enemigo, dejar que nos quiten la capa, prestar sin esperar cobrar, no juzgar ni condenar… se sitúan en otra esfera del comportamiento al que no llegamos, confesémoslo con humildad. Tenemos la sensación de que es más fácil cumplir los mandamientos de Moisés que estos consejos que Jesús propone a sus discípulos.
Sed misericordiosos
Sabemos que ser cristiano siempre fue difícil y no lo es menos en nuestros tiempos. No sobra esta página en nuestra vida de creyentes, al contrario, debiera estar más presente e intentar actualizarla con frecuencia. Porque ahora y siempre nuestro modelo es vivir los valores del Reino, poner en práctica con nuestra vida la experiencia de amor de Dios con nosotros. Ello supone, y así ha sido siempre, caminar contracorriente, enfrentar miradas, comportamientos y valores diferentes. Sólo con un corazón compasivo y misericordioso, como hemos proclamado en el salmo responsorial, podremos cumplir los consejos evangélicos como programa y proyecto de nuestra vida. Misericordioso y compasivo ha sido y sigue siendo Dios con nosotros. Ese es nuestro reto y compromiso, imitar esos mismos sentimientos que nos harán personas celestiales.
José María de Valles - Delegado diocesano de Liturgia