Palabra y Vida - Espacio y tiempo de oración

Palabra y Vida - Espacio y tiempo de oración

La experiencia de Dios se enmarca en un espacio y tiempo de oración. Subió a lo alto del monte para orar, recalca san Lucas. Conviene no olvidar este escenario al que el Señor nos invita a sus seguidores. Hoy como cada domingo Jesús quiere que le acompañemos a ese espacio, el Tabor, donde podamos, a través de la oración, ver a Dios y dejar que esa experiencia transforme nuestra vida. Como Pedro, Santiago y Juan hemos venido a la eucaristía dominical para dejarnos sorprender, asombrar y seducir por la presencia de Dios. Queremos verlo, oír su voz y dejar que fortalezcamos nuestro seguimiento a Jesús de modo que podamos acompañarle hasta Jerusalén y no abandonemos su compañía.

 

La EUCARISTÍA, TABOR actual

Son muchas las coincidencias que podemos hacer entre la Eucaristía y el Tabor. En la Sagrada Escritura el monte significaba la cercanía de Dios. Subir a él garantizaba estar cerca para escucharlo, para que nos escuchara e incluso para verlo y sentir su presencia. A eso invita Jesús a todos nosotros cada domingo. Quiere que vengamos a la Eucaristía para estar cerca de Él, para escuchar su voz y la voz del Padre, para hablar con Él y experimentar su presencia, su gloria.

Además, el monte es el lugar de la oración. Jesús subió para orar y con él los discípulos preferidos. Igualmente, nosotros cada domingo venimos a la Eucaristía a orar con los que nos sentimos seguidores del Señor. Y en cada Eucaristía como en el Tabor revivimos aquella experiencia de gloria.

Cada Eucaristía se convierte así en el lugar y tiempo donde vemos el nuevo rostro de Cristo y sus vestiduras brillar de resplandor. La oración también hará que nuestro rostro cambie y nuestra vestidura sea nueva y cada domingo el Señor nos regala esta vivencia y experiencia de gloria.

 

SE ESPABILARON

El evangelista san Lucas, siempre atento a los detalles, subraya el hecho de que “Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron”. Me parece una apreciación llena de profundidad que refleja lo que tantas veces nos sucede a nosotros en el tabor de la Eucaristía donde nos quedamos dormidos. Pero resalta que “se espabilaron” expresión llena de simbolismo. El pábilo de la vela vuelve a brillar, a dar luz para ver con claridad y no caer en la oscuridad y la tiniebla. Así lo entendieron Pedro, Santiago y Juan. La imagen nos identifica a nosotros cuando, tantas veces, nuestras celebraciones eucarísticas nos duermen y, como los discípulos, también nosotros debemos hacer el esfuerzo de espabilarnos, de reaccionar y de no dejar apagar la llama, la luz que nos descubra la gloria de Dios.

 

ESCUCHADLO

Todo el pasaje evangélico de hoy nos lleva a escuchar la voz del Padre que resuena desde el cielo y nos pide que escuchemos a su Hijo amado. Toda Eucaristía que celebramos nos lleva igualmente a escuchar la voz de Jesucristo. Escuchadlo. Nada tendrá sentido si no se da en nuestras eucaristías y en nosotros esa actitud. No es solo una invitación, supone un mandato y exigencia que debemos cumplir. Venimos a la Eucaristía a escuchar la palabra de Jesús para luego ponerla en práctica en la vida diaria. Este es el compromiso con el que venimos a la Eucaristía. Llegados a este punto debemos preguntarnos si tenemos habilidad para escuchar, si sabemos escuchar al Señor. Puede que hayamos perdido capacidad de escucha y mucho más de la escucha de la Palabra de Dios acostumbrados a tantas palabras humanas. Muchas veces no apreciamos la palabra, nos suena a repetida, no nos motiva ni entusiasma. Tal vez necesitemos aprender a escuchar y dejarnos sorprender por la palabra de Jesús en cada eucaristía. Será esta actitud la que renueve la experiencia de ver resplandecer el rostro de Dios en nuestras vidas.

Acabamos con la reflexión del anterior papa Benedicto XVI comentando este pasaje evangélico donde decía que: “la existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios”

Que nuestras eucaristías sean “tabores” donde acudir para conocer el verdadero rostro de Jesús.

José María de Valles. Delegado diocesano de Liturgia