En el relato de la Transfiguración de Jesús (Lc 9, 28b-36) resuena con fuerza la voz del Padre “Este es mi Hijo amado, ESCUCHADLO”.
La importancia de la escucha está presente en toda la historia de la relación de Dios con la humanidad: Dios escucha el clamor de su pueblo (Ex 3, 7-9); “Escucha, Israel”, dice la Shemá, el artículo central de la fe judía; “Este es mi Hijo, escuchadlo”, dice el Padre sobre Jesús en los relatos del bautismo y de la transfiguración; “Quien tenga oídos, que oiga”, dirá Jesús al final de alguno de sus mensajes.
Escuchar es más que oír, es acoger, entrar en la razón del otro, abrir camino al diálogo. Escuchar es recíproco, es diálogo, único camino para conocerse, convivir, quererse, hacer comunidad y construir sociedad. Escuchar compete a Dios y también al ser humano. En el Evangelio escuchar compromete a vivir: “El que escucha mis palabras y las pone en práctica, se parece a aquel hombre...” (Mt 7, 24) o “Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11, 28).
Miramos a nuestra comunidad y percibimos la necesidad de escuchar a Dios y seguramente de escucharnos también unos a otros, dialogar, compartir sentimientos, fe, valores; necesitamos escuchar al hombre y mujer de hoy, sus angustias, gozos y esperanzas (GS 1); necesitamos dialogar más también con otros en el ámbito mayor de la Iglesia (ES 106).
Miramos a nuestra sociedad y la vemos tan tensionada, enfrentada y dividida -fractura de regiones, entre grupos sociales y políticos, de equilibrio económico, de reconocimiento legal y jurídico, diversos tipos de violencia...- que necesita, más que nunca, la escucha y el diálogo.
Nuestro servicio de comunidad cristiana a la sociedad hoy sólo puede ser por medio de la escucha y el diálogo (ES 72), que asume el respeto a las diferencias legítimas y lleva al intercambio y a la convivencia en paz. “La Iglesia -decía San Pablo VI- debe entablar diálogo con el mundo en el que tiene que vivir. La Iglesia se hace palabra. La Iglesia se hace mensaje. La Iglesia se hace coloquio” (ES 60). “Esta forma de relación denota un propósito de corrección, de estima, de simpatía, de bondad, por parte del que la establece. Excluye la condenación apriorística, la polémica ofensiva y habitual, la futilidad de la conversación inútil. Si bien no mira a obtener inmediatamente la conversión del interlocutor, ya que respeta su dignidad y su libertad, mira, sin embargo, al provecho de éste, y quisiera disponerlo a más plena comunión de sentimientos y de convicciones” (ES 73)
DEL EVANGELIO SEGÚN S. LUCAS
En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí!». Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con .su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor
UNA HISTORIA…
Oídos afinados
Dos amigos andan juntos por una calle de una gran ciudad. Los envuelve el ruido multiforme de la ciudad moderna.
Los dos amigos son diferentes y se nota en su andar. Uno es alemán, hijo de la ciudad, criatura del asfalto, ciudadano del euro. El otro es un místico hindú. Está de visita. Lleva ropas anaranjadas y mirada inocente. Anda con pies descalzos, que se apresuran para seguir a su amigo.
De repente el hindú se para, toma del brazo a su amigo y le dice: “Escucha, está cantando un pájaro”.
El amigo alemán se sonríe y le contesta: “No digas tonterías. Aquí no hay pájaros. No te detengas. Y sigue adelante”.
Al cabo de un rato el hindú, disimuladamente, deja caer una moneda sobre el pavimento. El amigo se detiene y le dice: “Espera. Se ha caído algo”. Era cierto. Allí estaba la moneda sobre el adoquín.
El hindú sonríe y dice al amigo: “Tus oídos están afinados para el dinero, y eso es lo que oyen. Basta el sonido mínimo de una moneda sobre el asfalto, para que se llenen tus oídos, y se paren los pies. Estás a tono con el dinero, y eso es lo que oyen tus oídos, lo que ven tus ojos y lo que desea tu corazón. Oímos lo que queremos.
En cambio, estás desafinando ante los sonidos de la naturaleza. Tienes muy buen oído, pero estás sordo. Y no sólo de oído, sino de todo. Estás cerrado a la belleza, a la alegría, a los colores del día y a los sonidos del aire. Andas desafinado”.
El pájaro sí había cantado.
EN COMUNIDAD REZAMOS…
Te damos gracias, Dios y Padre nuestro,
porque nos has dado la vida
para que nos encontremos
con los demás y contigo,
para que viviendo desde la comprensión
y el entendimiento,
creemos un mundo sin muros ni fronteras,
una sociedad abierta, tolerante y fraterna.
EN JESÚS NOS MUESTRAS TU CORAZÓN ABIERTO Y UNIVERSAL,
QUE A TODOS ACOGE, COMPRENDE Y SOSTIENE.
Te bendecimos, Dios del amor, porque
cuando nos miramos cara a cara y dialogamos,
cuando superamos los prejuicios,
cuando nos abrimos a la pluralidad,
nos enriquecemos con otras miradas,
con otros caminos, con otras experiencias.
DESCÚBRENOS EL VALOR DE LOS DEMÁS
PARA ENTENDER Y COMPRENDER,
PARA ACOGER Y AMAR.
Te alabamos, Padre de la gran familia humana,
por los pequeños y grandes caminos
de comunicación, diálogo y encuentro;
por las palabras que acogen y las manos abiertas,
por todas las personas que siembran
tolerancia, apertura y respeto.
TE BENDECIMOS POR LA RELACIÓN,
EL ENCUENTRO Y LA COMUNICACIÓN,
POR TODO LO QUE DAMOS Y RECIBIMOS.