Memoria agradecida y mirada al futuro

Memoria agradecida y mirada al futuro

+ Mons. Nicolás Castellanos Franco, Obispo emérito de Palencia

Posiblemente significó el acontecimiento de mayor relieve del Pueblo de Dios que peregrina en esta tierra y en este pueblo palentino. Lo vivimos como un regalo del Espíritu Santo a nuestra comunidad diocesana, creyente, mariana y solidaria, como le expresé a Juan Pablo II en una visita Ad Limina.

Cuando llegué a Palencia, mi vieja y entrañable tierra, el 30 de septiembre de 1978 “encontré una Diócesis inquieta, abierta, dinámica, con deseos de renovación, gozosa de servir al Evangelio y al Pueblo de Dios, en una tierra que sentía ya los problemas de la emigración masiva de los años 60 y 70, la incertidumbre del sector agrícola y ganadero, la configuración en núcleos de población numerosos, pero pequeños, con el futuro amenazado por el envejecimiento y la despoblación” (Antonio García Redondo, mi Vicario General). Me hice presente repetidas veces en los 165 pueblos palentinos.

Encontré un tempero propicio para aplicar las grandes ideas del Concilio Vaticano II (1965). Me había dicho el nuncio Dadaglio, que Pablo VI nombraba obispos que hubiesen asimilado las coordenadas del Concilio Vaticano II.

Y para mí aplicar el Concilio, implica el retorno a las fuentes, al Evangelio, al Dios de Jesús, a la eclesiología de comunión, a ejercer la sinodalidad, abordar los temas y problemas colegialmente, entre todos, con un mayor protagonismo de los laicos y con la intervención de las mujeres a la hora de tomar decisiones. En definitiva, aplicar la preocupación de Juan XXIII, “coger al mundo en su carrera”.

 

1. OPORTUNIDAD Y NECESIDAD DE UN SÍNODO DIOCESANO

 

Concurren diversos factores para convocar un sínodo:

- Ante todo, la sensibilidad y exigencia del Pueblo de Dios: Pastores, Religiosos y Laicos.

- El cambio de época, con su nivel más profundo, el cultural, en un contexto de nuevos signos de los tiempos.

- La necesidad de diseñar una hermenéutica integral del kerigma cristiano, desde el logos de la modernidad. Y, sobre todo, desde el nuevo paradigma de Iglesia a partir del Concilio Vaticano II y Medellín (1968).

El concilio había insistido en que los sínodos cobrasen nuevo vigor (CHD 36). Nos adelantamos al requerimiento actual del obispo de Roma, Francisco: “El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. Y subraya con fuerza que “la sinodalidad es la dimensión constitutiva de la Iglesia” (17-10-2015).

Por otra parte, estaba creciendo el desencanto, la pasividad, los enfrentamientos y descalificaciones entre colectivos de sensibilidades encontradas, el miedo al diálogo con el mundo y dentro de la Iglesia, el restauracionismo y la invernada eclesial que empezaba a aparecer.

No olvidemos que Sínodo indica el camino que recorren juntos los hermanos del Pueblo de Dios. En nuestra Diócesis el último Sínodo se celebró en 1906, convocado por el Cardenal Enrique Almaraz y Santos. Y el penúltimo muchísimo antes, en 1678, siendo obispo de Palencia Fr. Juan Molino Navarrete.

 

2. ¿QUÉ SIGNIFICÓ EL 25 SÍNODO DIOCESANO?

 

A todos nos sorprendió la desbordante participación de creyentes palentinos, en el Sínodo. La llamada de Dios a través del Pastor tuvo éxito y resonancia. La respuesta unánime de los presbíteros, generosa de las religiosas/religiosos, extraordinaria de los seglares. Participaron más de 12.000 creyentes palentinos, adultos y jóvenes, sin contar los niños.

Fue un tiempo de gracia, un nuevo kairós, un “estar vigilantes” y aprovechar bien el momento presente; estar creativamente comprometidos en el ejercicio y experiencia del Reino, que anunció Jesús de Nazaret. Descubrir “la hora de Dios”, “el paso del Señor”, aplicar lo fundamental cristiano, que Dios es Padre, Madre, ternura, compasión y misericordia (Lc 15) y el Tuve hambre… de Jesús (Mt 25).

Era un modo de estar buscando juntos, convocados, llamados por Dios con los otros, para escuchar juntos la voz de Dios en la Palabra, en el Sacramento, en la Oración, en los lugares teológicos de la voz del Pueblo, de los pobres, de los marginados, de los profetas, de los teólogos y maestros, de los signos y voces de los tiempos, de la naturaleza depredada, del sucesor de Pedro y de vuestro propio Pastor y Obispo.

- Recuperar la alegría y esperanzas cristianas, que nacen de la cruz de Cristo, que nos invita a seguirle y a cargar cada día con nuestra cruz, saliendo de nuestros egocentrismos, liberándonos del pecado y aceptando las cargas de los hermanos.

- Evangelizamos desde la Iglesia renovada de la comunión, que se realiza en la fraternidad como nos recuerda la opción de fondo diocesana.

- Ya nos propusimos entonces superar el monopolio clerical, que el obispo de Roma, Francisco, no duda en afirmar que es el gran cáncer de la Iglesia hoy.

- Discernimiento comunitario, a la luz de la Palabra, en oración, diálogo y con parresia.

 

3. MIRADA AL FUTURO

 

El Sínodo se celebró mirando al futuro. Los objetivos señalados, apuntaban a la renovación personal, expresada en actitudes de conversión personal a Dios y conversión social y pastoral a la justicia, el Espíritu Santo actúa desde nuestra predisposición interior.

El Sínodo trazó un camino indicador hacia un futuro esperanzado.

Después de 30 años, el Sínodo sigue trazando la hoja de ruta de la comunidad diocesana. Una lectura creyente del Sínodo diocesano en el mundo y en la cultura de hoy nos lleva a preguntarnos ¿Cuáles son las preferencias apostólicas y las prioridades en la misión y evangelización hoy? Señalo cinco en la Iglesia actual, que se inspiran en el Evangelio, en la tradición, bien entendida, que los muertos están vivos y no que los vivos están muertos, en el Concilio Vaticano II, en Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida y en el obispo de Roma, Francisco, que señala una Iglesia en salida, samaritana, presente en las periferias humanas y geográficas y promoviendo la cultura del encuentro.

Amplío e interpreto los pasos fundamentales del Sínodo. Esta sería nuestra hoja de ruta hoy:

1. Conversión personal comunitaria y personal, una Iglesia discípula de Jesús cuida la interioridad. En el interior del hombre y de la mujer, habita la verdad, que decía San Agustín. Cuidar el trato con el Señor. En medio de esta vida azacaneada, dispersa, aturdida, colgada del último placer, sin interioridad, que no nos deja sorprender por el Señor, se impone el retorno al Espíritu.

2. Promover la justicia social. Para cambiar las estructuras injustas políticas, sociales y económicas.

3. Una Iglesia al servicio del mundo para el Reino, presente en las periferias humanas y geográficas, que va al encuentro de las personas para ayudarlas a recuperar su dignidad. Y eliminar de la Iglesia y de la sociedad los abusos de conciencia, de poder, los abusos sexuales y trata de personas.

4. Una Iglesia familia de hijos y de hermanos. Opción por la comunión y la responsabilidad y la sinodalidad, dando prioridad a los jóvenes.

5. Y hoy añadiríamos intervenir para evitar el deterioro medioambiental. Cuidar la tierra, el medio ambiente. Poner en práctica la ecología integral en la que tanto insiste Francisco, cuidar la casa común. Hoy no podemos ser creyentes si no cuidamos la naturaleza, la Madre Tierra.

Esa podía ser la hoja de ruta de la Iglesia diocesana hoy que celebró el 25 Sínodo Diocesano hace 30 años.

No puedo terminar sin reconocer y agradecer a toda la Diócesis y al equipo organizador y alentador de todos los trabajos sinodales, la Comisión Ejecutiva constituida así:

- El Vicario de Pastoral, Donaciano Martínez Álvarez, Coordinador General del Sínodo.

- El Delegado Diocesano de Acción Social, José María Vega López, Secretario General del Sínodo.

- El Delegado Diocesano de Formación Permanente, Luis Ángel Montes Peral, responsable de materiales del Sínodo.

Hicieron un trabajo excelente, apoyados por todos los que participaron en la logística. Gracias al Espíritu Santo, a este equipo profesional eficiente y a todo el Pueblo de Dios en Palencia, el 25 Sínodo Diocesano, constituyó todo un éxito pastoral y eclesial.

¡FELICIDADES!