Queridos hermanos sacerdotes y querido Diácono:
En nuestra diócesis, tradicionalmente el Martes Santo es el día de la Misa Crismal, el día especial de la Fraternidad Presbiteral en el que nos encontramos todos, el Obispo y sus presbíteros, mayores y jóvenes, los de una zona con las otras, los del Norte y los del Sur y los del medio, los del curso, los amigos, etc.
Este año, como bien sabemos, no puede ser. La Misa Crismal, con lo que conlleva, la trasladaremos a otras fechas que ya indicaremos teniendo en cuenta las orientaciones de las autoridades sanitarias. Lo mismo pasa con la fiesta de San Juan de Ávila y las Bodas de Diamante, Oro y Plata Sacerdotales.
Hoy me dirijo a todos y cada uno para dar gracias a Dios por vosotros y saludaros en el nombre del Señor, a la vez que agradeceros vuestra sacrificada entrega a las comunidades cristianas, vuestro esfuerzo por vivir la fraternidad sacerdotal trabajando en equipo, y vuestra generosidad porque muchos, desde la debilidad, sacáis fuerzas para seguir adelante. Especialmente quiero expresar mi cercanía a los mayores y a los enfermos. Esta fraternidad me lleva a tener un recuerdo ante el Señor Resucitado de los sacerdotes que han fallecido por diversas causas en este año, los últimos han sido D. David García, D. Alberto Ruiz Lanchares, D. Germán García y el P. Agustín Bécares.
Con este saludo os invito a que “reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de las manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza” (II Tim 1, 6-7). Ser sacerdote es un don, no lo olvidemos, porque nuestro Dios es el Dios espléndido en sus dones. Nos dio la vida, una familia, la fe y el bautismo, la Eucaristía, su perdón, y, dentro del Pueblo santo y fiel de Dios, nos ha dado su Espíritu para ser ministros, servidores como Jesús, de la comunidad cristiana, suscitando y acompañando en sinodalidad, no acaparando, todos los carismas y gracias que Él suscita en su familia.
Este día se acostumbra a bendecir los óleos y consagrar el santo Crisma. Nosotros hemos sido ungidos para ungir. El ungir con aceite, desde muy antiguo, ha proporcionado vigor, salud, hermosura, e, incluso alegría. Ha sido considerado como tratamiento medicinal para las heridas de los enfermos y heridos de la vida, como el samaritano que cayó en manos de los ladrones (Mc 6, 3; Lc 10, 34; Sant 5,14) ); ha sido también signo de estima por parte del anfitrión respecto al visitante (cf. Lc 7, 46; Jn 11, 2; 12, 3). El aceite ha pasado a ser signo de la acción el Espíritu Santo. El gran Ungido es Jesús de Nazaret, que es el Cristo (Hbr 4, 27; 10, 38; Hbr 1, 9). Así lo expresa Él mismo en la sinagoga de Nazaret, (Lc 4, 18); Él ha sido ungido para evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista, a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar año de gracia del Señor. Con Él y en Él comienza el tiempo de la salvación mesiánica.
Somos sus amigos, hermanos, compañeros y sus colaboradores para continuar su obra. Hemos sido ungidos en el Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación, pero para ungir. Tenemos que ungir a nuestro pueblo, llevarles y comunicarles el Espíritu del Señor Resucitado para hacer avanzar el Reino del Padre; ungir a nuestros hermanos, a los enfermos, a los niños y a los mayores, a los que están solos, a nuestros mayores, a nuestras familias, a todos, comunicando gratis lo que hemos recibido gratis, desde la cercanía, la misericordia, el amor, con el estilo de Jesús, con nuestro servicio humilde y fraterno, como lo hizo Él a lo largo de su vida y concretó el Jueves Santo y el Viernes Santo, lavando los pies a los discípulos y entregándose en la Cruz y en el Pan de la Eucaristía. Tenemos, con la ayuda del Espíritu, Señor y dador de vida, dar vida, dar a Jesucristo, el que es el camino, la verdad y la vida.
Sé que es un dolor para todos no poder celebrar la Semana Santa y la Pascua con vuestras comunidades. Si no podéis celebrar con la participación física de algunos fieles no dejéis de celebrar sin pueblo, en un lugar adecuado. Así lo voy a hacer yo. Os invito a celebrar estos días pascuales en comunión con el papa Francisco, a través de los medios de comunicación social, TV, internet y radio; la Iglesia en Palencia está en comunión con él y con todos los que sufren en su carne o espíritu la pasión de Cristo por COV.19, enfermedad, soledad, problemas empresariales y laborales- por ERTEs, paro, cierre de empresas, etc.- La Delegación de Medios de la Diócesis os hará llegar el medio de enlace para conectar con las celebraciones que presidiré desde mi Biblioteca. Sembrad esperanza , que no es buenismo ni optimismo irreal, sino confianza en el Padre, el que es, el que era y ha de venir, en el Espíritu Santo, y en Jesucristo, el Señor, el vencedor del mal, del pecado y de la muerte, el testigo fiel… el que nos ama y nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, y nos ha hecho un reino y sacerdotes para Dios, su Padre… el Primero y el Último, el Viviente (Cf. Apc., 1, 4-6; 2, 17-18). En el momento oportuno Cáritas nos indicará cómo podemos vivir la fraternidad con los hermanos parados, o emigrantes, y los que están sin ayuda de ninguna clase, porque la fraternidad engendra esperanza; encendamos una vela en la cena del Jueves Santo acompañando el gesto con una oración y colaborando cuándo y cómo nos indiquen en la campaña económica “cada gesto cuenta”.
Invitad a los miembros de vuestras comunidades a seguir las celebraciones por TV o por medio de una guía para vivir la pascua en las iglesias domésticas que ha puesto la Conferencia Episcopal en internet -conferenciaepiscopal.es- para que pueda seguir o bajar gratis; que nadie se quede al margen de la celebración de nuestra fe en estos días.
Aprovecho la ocasión para desearos una feliz Pascua a vosotros y vuestras comunidades; será especial, es verdad, por las circunstancias, pero será más especial si la vivimos unidos a Jesucristo, nuestro sumo y eterno sacerdote, fiel al Padre y compasivo con sus hermanos, Pastor que da la vida por las ovejas; que Él nos comunique la vida y la alegría del Espíritu para seguir caminando y cantando melodías de vida y esperanza.
Un fuerte abrazo.
Palencia, 6 de abril de 2020.
+ Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia
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El Crisma, con el aceite, lleva un perfume. Os invito a llenaros de ese perfume y esparcir esa fragancia. Así lo pido al Señor para vosotros con esta oración de San John. Henry Newman.
“Jesús mío, ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que yo vaya, inunda mi alma con tu Espíritu y tu Vida; penetra todo mi ser y toma posesión de tal manera que mi vida no sea en adelante sino una irradiación de la tuya.
Quédate en mi corazón con una unión tan íntima, que las personas que tengan contacto con la mía, puedan sentir en mí tu presencia y que al mirarme, olviden que yo existo y no piensen sino en Ti.
Quédate conmigo. Así podré convertirme en luz para los otros.
Esa luz, oh Jesús, vendrá de Ti; ni uno solo de sus rayos será mío: yo te serviré apenas de instrumento para que Tú ilumines a los hermanos a través de mí.
Déjame alabarte en la forma que es más agradable, llevando mi lámpara encendida para disipar las sombras en el camino de otras personas.
Déjame predicar tu Nombre con palabras o sin ellas…, con mi ejemplo, con la fuerza de tu atracción, con la sobrenatural influencia, evidentemente del amor que mi corazón siente por Ti.”
(La primera parte de esta oración es una combinación de citaciones de Newman. La segunda está sacada de Meditations and Devotions, p.365: Jesus the Light of the Soul -mane Nobiscum, Domine, quoniam advesperascit- Stay with us, because it is towards evening)