Material para el Animador de la Palabra.
Celebración del XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A - 11 de octubre de 2020.
1. AMBIENTACIÓN
Podemos colocar un cartel con una de estas frases: “Dios invita, algunos responden” o, “El Señor ama a los humildes”.
2. RITOS INICIALES
Monición. Buenos días a todas y a todos... bienvenidos a esta celebración dominical de nuestra comunidad. Todos somos iguales para Dios. Él está empeñado en ser paternal y tiene una manía insistente: salvarnos, es decir, hacernos felices. Sucede, sin embargo, que muchas veces le damos la espalda; y ante su invitación salvadora preferimos nuestros intereses. Vamos a recordar el valor de la oferta salvadora de Dios, ante la cual sólo cabe una respuesta libre y elegante. Dios nos invita. En su Reino hay un sitio para todos y cada uno de nosotros, sin excepción.
Por eso tenemos una mesa preparada para un banquete. Algunos hemos aceptado su invitación. Presiden la mesa Dios y su Hijo, en el amor del Espíritu Santo. Pero hay muchos sitios vacios... Algunos no los quieren ocupar... Él sigue invitandao...
Canto
Saludo. Hermanas y hermanos, bendigamos al Señor, que nos ha invitado a su mesa de fiesta
Acto penitencial
Porque muchas veces no hemos seguido tus indicaciones, Señor, ten piedad
Porque nos inventamos escusas para no acudir a tu llamada, Cristo, ten piedad
Porque hemos dado mal ejemplo, Señor, ten piedad
Gloria
Oración. Dios, Padre bondadoso, invitas a todos al banquete de tu Reino. Sueñas con una fiesta universal. Los redimidos por Jesús te agradecemos la vocación cristiana que nos llena de energía y nos abre a la plenitud. Cuenta con nuestra presencia en tu fiesta y gracias por tu invitación. Amén.
3. LITURGIA DE LA PALABRA
Monición a las lecturas. La salvación es universal. Dios la concede a cuantos quieren recibirla. Sucede que los pobres y desfavorecidos son quienes mejor la captan. Nos lo dice Jesús insistentemente: solo los pobres de espíritu y limpios de corazón, entienden y acogen a Dios y sus invitaciones.
Lecturas. Is 25,6-10a. Salmo o canto. Flp 4,12-14.19-20. Aclamación. Mt 22,1-14. Breve silencio
Comentario homilético. Invitar a alguien a comer es un signo de cordialidad, de celebración agradable y festiva. En torno a un convite fluyen la comunicación, la amistad, el interés por el otro, aflora la intimidad, se acrecienta la confianza... En un banquete los invitados son los importantes.
Pues bien, ahí está la parábola del Reino de Dios. La imagen que presenta Isaías es formidable, preciosa: Dios, abierto y generoso con todos los pueblos, quiere hacer una fiesta, porque desea que la corriente de su fidelidad llegue a todos; no quiere ver a nadie triste. Así pues, organiza el banquete de la gran fraternidad con manjares suculentos y vinos de solera. ¡Vaya sorpresa! Dios nos invita, nos quiere en el circulo de sus amigos, y, además, hace de cocinero, de camarero...Ya nos lo dice Jesús: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). ¿Os imagináis un banquete así, en armonía y fraternidad universal?... ¡Qué maravilla!
Pero... aunque Dios ha preparado la fiesta para todos, solo acuden los verdaderamente pobres, los sencillos y necesitados, los que se abren a su novedad. Los atrapados a sus asuntos y a sus aventuras particulares, están demasiado ocupados. Es la historia repetida, una y mil veces: el Señor nos oferta unos valores superiores y nosotros preferimos los inferiores, y muchas veces incluso contravalores que acaban destruyéndonos.
¿Cuántos aciertan a disfrutar la espiritualidad, la religión, el Evangelio? Estamos viendo que no es una invitación a vivir teñidos de sombras, todo lo contrario, es una invitación a una fiesta deslumbrante... Entonces, ¿porque hay tantos que se niegan a acudir y dan la espalda?
Hermanas y hermanos, en la actualidad también recibimos esta invitación. Sabemos que la asistencia es libre y gratuita. Solo hay una condición: ir con en traje de fiesta. Pero no tenemos que comprarlo. Se trata de ir con el corazón renovado, con el alma limpia, con los ojos brillantes. No se puede uno sentar en la mesa de la fraternidad de cualquier forma, sino transformados, convertidos, como corresponde a los hijos de la familia de Dios.
¿Son nuestros encuentros símbolos de este gran banquete del Reino de Dios?
Silencio de interiorización
Credo
Oración de los fieles
Oremos por todos los pueblos de la tierra, para que avance la unión y desaparezca toda discriminación, roguemos al Señor
Oremos por la Iglesia, para que exprese con atractivo la invitación generosa y salvadora de Dios, roguemos al Señor
Oremos por los más pobres y necesitados por los que tienen menos oportunidades, para que sean siempre el centro de nuestra atención y cuidado, roguemos al Señor
Oremos por nuestra Comunidad para que testimoniemos en medio de nuestros vecinos la alegría festiva del Reino de Dios, roguemos al Señor.
Oremos por los que colaboran por el bien del pueblo y por los que alegran la vida del prójimo; roguemos al Señor
4. RITO DE LA COMUNIÓN
Monición. Las vivencias que tocan fondo, si son festivas, ensanchan el corazón y es una necesidad celebrarlas. Entre ellas destaca la común-unión. Jesús nos in vita, hace la Alianza y se ofrece como alimento.
Canto
Introducción al Padre nuestro
Te bendecimos, Padre, porque te amamos.
Nos sale del alma un himno de agradecimiento
porque nos has invitado a la fiesta de la vida.
A toda costa quieres que experimentemos tu Alianza.
Andas tan colmado de bondad
que insistes cuando alguien no acude a la cita.
Cuánto nos quieres, oh Dios,
y cuanto se pierden los que rehúsan tu convite.
Si te dejáramos actuar este mundo sería encantador.
Si enlazamos con tu espiritualidad,
estamos ya saboreando el cielo en la tierra.
Si permitimos que el Evangelio nos alumbre,
la vida es un panorama alentador.
Gracias, Padre, por las ventajas de la fe.
Unidos a todos los que acuden a tu banquete familiar
te rezamos juntos la oración de la fraternidad: Padre nuestro...
Gesto de la paz
Distribución de la comunión: canto
Acción de gracias
Te damos gracias, Padre,
porque quieres a todos por igual.
Nos enseñas a vivir con dignidad
y a festejarlo fraternalmente.
Tu Reino es como un banquete de bodas,
un gran encuentro de ternura repetida,
un vibrar de corazones repletos de felicidad.
5. RITO DE CONCLUSIÓN
Compromiso. No poner nunca excusas a las llamadas del Evangelio.
Bendición
Monición final. Dios quiere lo mejor para nosotros. Por eso desea que ya ahora disfrutemos la salvación que nos regala. Hemos celebrado la fe. Seamos también hermanos en la viña y testigos de la fraternidad que celebramos. Los logros que tengamos son muestra de que ya nos está alcanzado el Reino de Dios.
Canto final y despedida