Abordar temas que generalmente tratamos de evitar, como la enfermedad, el dolor o la muerte, siempre resulta, como mínimo, complicado.
Los cuidados paliativos pretenden tratar al enfermo como un ser humano hasta el momento de su muerte, teniendo en cuenta su dimensión emocional, social y espiritual.
Las personas que se encuentran en la fase final de su vida, en su proceso de morir, presentan cuatro tipos de necesidades que precisan ser atendidas, para morir en paz y con dignidad: las necesidades físicas o biológicas, las necesidades emocionales o psicológicas, las necesidades sociales o familiares y las necesidades espirituales o trascendentales.
¿Cómo se debe cuidar en una unidad de cuidados paliativos? Con cariño y con disposición sincera de hacerlo, con acercamiento humano desde la ciencia y desde el afecto. Todos los esfuerzos han de orientarse a buscar su mayor bienestar y calidad de vida durante el tiempo que le quede y a procurarle una muerte tranquila. Es un hecho comprobado que quienes conocen la verdad de su enfermedad, los que se mantienen conscientes y los que participan hasta el final en las decisiones sobre sus cuidados, suelen vivir una muerte apacible.
Por ello es muy importante mantener una buena comunicación con el enfermo y sus familiares, procurar el mayor bienestar físico, aliviando el dolor o la ansiedad, pero sin aplicar tratamientos que no reporten ningún beneficio y, cuando ya no sea posible curar, cuidar hasta el final sin abandonar.
El acompañamiento espiritual es quizá la parte más difícil y más desconocida en general; consiste en reconocer, acoger y dar espacio al diálogo interior del que sufre, para que él mismo pueda dar voz a sus preguntas y vida a sus respuestas. Es ayudar a hacer el equipaje con lo que importa, de forma que encuentre lo necesario para la reconciliación y el sentido de su existencia.
Hacemos nuestra la observación del Papa Francisco en Twitter el día 20 de mayo: «Roguemos por cuantos viven en estado de grave enfermedad. Custodiemos siempre la vida, don de Dios, desde el inicio hasta su fin natural. No cedamos a la cultura del descarte».